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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE ROSA RIVERO

La garçon o la croquiñol:

Junto a Nilda (Coty), Marta y Ricardo Ferro evocamos a esta mujer que fue una de las primeras peluqueras de Reconquista.

Se la conocía como Rosa Ferro peor en realidad su apellido era Rivero, nacida el día de Santa Rosa de Lima del año 1901.

Por razones que se ignoran, siendo niña, la madre se la entregó a la familia integrada por Juan Ferro, su esposa Carmela Pierotti y los seis hijos del matrimonio. Rosa tenía entonces 10 años y su función era ayudar en los quehaceres del hogar.

Vale recordar que Don Juan Ferro era propietario de un Almacén de Ramos Generales ubicado en la esquina de las calles San Martín y Gobernador Iriondo, allí también tenía su casa. Con el correr del tiempo los hijos fueron formando sus propias familias y se fueron de Reconquista; en la casa paterna quedó Ricardo Ferro casado con Eduviges Carussi, Rosa Rivero se integró a esta familia que se amplió  con la llegada de los hijos: Nilda Carmen (Coty), Marta Amelia y Ricardo Enrique.

A Rosa se le presenta la oportunidad de estudiar peluquería en Santa Fe ante el ofrecimiento que le realiza una hermana de don Ricardo establecida en esa ciudad. Fue muy importante para esta mujer dar pasos que la condujeron a una mayor realización personal y económica.

Cumplida esta meta, Rosa regresó a nuestra ciudad y abrió su peluquería en calle Hábegger al 445. Gracias a su profesionalismo y dedicación tuvo una buena clientela femenina que le permitió hacer ahorros con los cuales pudo cumplir un sueño largamente atesorado: construir su propia casa, en calle San Martín Nº 1045, allí también instaló la peluquería. Posteriormente pudo edificar otra casa contigua a ésta. Se ignoran los motivos por los cuales posteriormente Rosa se asoció con otra peluquera, Esther Becky de Guida y comenzaron a trabajar juntas, el local estaba ubicado en calle Gral. López al 751 aproximadamente. Al cabo de un tiempo ocurrió un hecho trágico frente al mismo: el pequeño de Esther muere, en la calle atropellado por un camión. La familia Guida queda tan mal anímicamente que la señora decide cerrar la peluquería, motivo por el cual Rosa Rivero vuelve a instalarla en su casa.

Corrían los años 40 y 50, las hábiles manos de Rosa cortaban el pelo a “la garçonne”, aplicaban tinturas y hacían permanentes “croquiñol” como se las llamaba entonces. Podemos nombrar algunas de sus clientas habituales: Elma Ittig, Amaya y Blanca López, Eleonor Stucker de Vassano, Sara y Susana Mitchell, Rosa Zanazzi, entre otras.

Aparte de su trabajo cultivaba amistades, entre las más cercanas se hallaban Lilí Gustavino de Fiz, Raquel Birri, Irma Benamú de Pérez y Nacha Bandeo.

Si bien Rosa siempre mantuvo buenas relaciones con sus hermanos y sobrinos, los lazos afectivos más fuertes eran los establecidos con su familia adoptiva.

Coty, Marta y Ricardo intercalan sus recuerdos familiares en los cuales está muy presente esta mujer:

Para nosotros ella fue mucho más que una niñera, fue nuestra segunda madre. Era una persona muy “querible”, generosa, siempre dispuesta a dar su tiempo y su afecto para ayudarnos y cuidarnos, ya fuese cuando estábamos enfermos o para complacer algún deseo o capricho.

El más sobreprotegido por Rosa era Ricardo, tal vez porque el accidente del niñito Guida la había impresionado mucho, por eso se preocupaba tanto por cuidarlo. Además era ella quien lo llevaba a Rosario para el tratamiento de ortodoncia.

… Cuando ya estaba mayor para continuar con su peluquería, Rosa quedó instalada en mi casa – nos dice Marta- y allí repitió con mis hijos la actitud que había tenido con nosotros cuando éramos niños: cuidar, mimar y hasta mal criar. A pesar de su edad, era común encontrarla acostada en el piso jugando con ellos. Sin tener obligación alguna de cuidarlos, ellas siempre atenta a sus necesidades y deseos.

Rosa Rivero está presente en el recuerdo de los hermanos Ferro y también en las numerosas fotografías donde la vemos compartiendo viajes y reuniones familiares, la última corresponde a su cumpleaños número  80.

La vida de Rosa Rivero o Ferro como aquí se la conocía, fue ejemplar en muchos sentidos, por el ahínco que puso en su crecimiento personal, por la generosidad en brindarse sin retaceos, por su vocación maternal con niños que no eran propios pero que ella abrazaba en su corazón y en su inmenso afecto. Por eso fue despedida con dolor y cariño tanto por su familia de sangre como por la adoptiva aquel 14 de setiembre de 1986 cuando Rosa descansó en paz.


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