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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE CATALINA MARÍA VIVIANI

CATALINA MARÍA VIVIANI

Militancia y formación política

Catalina nació en Capital Federal, el 18 de marzo de 1938. Era hija de Carmen Aliverti y de Vital Domingo Viviani. Sus abuelos, de origen italiano, se habían radicado desde muy jóvenes en Argentina. Con motivo de la separación de sus padres, desde sus dos años de edad, el núcleo familiar quedó constituido por una madre, una abuela y un hermano menor, ya que el abuelo falleció por ese tiempo. Ambos hijos sólo conocieron a su padre a través de fotografías.

Llegado el momento de que Catalina debía comenzar a caminar, sus mayores notaron que tenía dificultades y que estas se debían a una luxación de caderas ocasionada por un difícil parto de nalgas. Por este hallazgo debió someterse a un tratamiento que incluyó su internación en Buenos Aires. Este hecho provocó la separación de Catalina de su madre y sostén del hogar, debió dejar su puesto de maestra en una escuela privada, un mejor salario en el norte de Santa Fe, en colonia Guadalupe. Superada la instancia del tratamiento, Cati realizó sus estudios primarios en la escuela donde su madre se desempeñaba como directora y posteriormente, en el colegio religioso de monjas de la localidad de Avellaneda, en situación de interna. De este último lugar no guardaba muy buenos recuerdos.

Al terminar esos estudios, la limitación física de su renguera que, en aquel tiempo, le imponía objeciones a su posibilidad de ser maestra, impulsan a su madre a proponerle hacer, en otro colegio privado, tipo año sabático, un curso de corte y confección de ropa, esto fue como interna en el Colegio de las Hermanas de María Auxiliadora, en la ciudad de Resistencia, Chaco. Después de esta incursión para adquirir una habilidad manual laboral, decide finalmente ser maestra como su madre e ingresa al Colegio del Niño Jesús, en la ciudad de San Justo, regentado por una orden religiosa muy abierta y “agiornada”, donde Cati logra integrarse con mucha dedicación y alegría. Hasta llegó a ser una entusiasta deportista.

Carlos Manuel Viviani, hermano

Recibida recién de maestra, en el año 1957, comenzó a trabajar en la escuela de Guadalupe Norte. También ejerció en las escuelas nacionales de las localidades de Las Garzas y El Timbó. Su enseñanza se caracterizó por formar a sus alumnos como seres independientes y con espíritu crítico. Preocupada por lo social, se inscribió en el Instituto de Servicios Social de Reconquista, para seguir la carrera de Asistente Social, simultáneamente con su tarea docente. La parte final de la carrera la realizó en la ciudad de Santa Fe. Allí presentó su trabajo de tesis que trata sobre la problemática de la Cuña Boscosa Santafesina, es un trabajo de investigación riguroso y bien documentado.

Cuando obtuvo el título de Asistente Social, decidió dedicarse de lleno a esa tarea. Para ello debió renunciar a la seguridad que le brindaba su puesto de docente titular y comenzó un derrotero que la llevó a la ciudad de Corrientes, como catedrática en una Instituto de Servicio Social, y después, ya actuando en la verdadera tarea social de campo, en San Martín, Chaco, y luego en la zona tabacalera de Goya, Corrientes. Nunca fue una Asistencia Social de “escritorio”. A ella había que buscarla recorriendo la zona donde vivían los trabajadores con sus familias y su problemática laboral y social. Esa fue la etapa de mayor militancia política de Catalina, a través del Peronismo de Base.

En 1967 vine desde Tacuarendí a Reconquista y me radiqué en La Cortada. Recuerdo, que desde entonces, comenzaron a venir jóvenes a miliar en el barrio y a partir de 1968 se acercaron otros que eran alumnos del Instituto Juan XXIII, una de esas era Catalina Viviani. Algunos pertenecían a la Juventud Peronista y otros al Peronismo de Base, en el cual me incluía yo. Nuestra premisa era partir de las necesidades de las bases, de sus problemas, de sus inquietudes para ir creciendo todos juntos.

Teníamos discrepancias con la Jotapé (JP), ellos queríanllegar a la meta, la liberación de los oprimidos, apurando los tiempos y, si fuera necesario, no se descartaba la vía armada. Nosotros pensábamos que había que avanzar despacio, dando lugar al proceso de concientización de las personas para que vayan asumiendo responsabilidades y convirtiéndose en sujetos de su propio desarrollo.

La miseria era grande por lo tanto comenzamos arreglando ranchos, levantando otros, hicimos un amplio rancho comunitario, también se hicieron pozos de agua y además se hacía analizar el agua. Por supuesto también se charlaba con la gente del barrio.

El Taca había formado un “Club de lustrabotas”. Para nuestra formación política leíamos y hacíamos un análisis crítico. Nos reuníamos en casas de familias. En la capilla de La Fraternidad, con Armando Yacuzzi y en la Catedral, cuando estaba el padre Dri.

También íbamos a reuniones más grandes, por ejemplo, a Resistencia y a un congreso nacional que se hizo en Huerta Grande, a donde asistió Raimundo Ongaro. Como anécdota cuento que allí nos reuníamos en la Catedral, pero a veces aparecía algún cura de los ortodoxos, entonces todos rezábamos y cuando se iba seguíamos con los temas políticos.

Seguimos trabajando en la militancia hasta que la situación se puso muy mal y comenzaron a llevar compañeros.

Cati era una activista pura y además tenía muy buena formación política.

Fortunato Montenegro

Durante la Dictadura militar, Cati era observada desde los servicios de inteligencia del estado. Sintiéndose controlada, dejó su trabajo en Corrientes y regresó a Reconquista dedicándose un tiempo a dar clases particulares hasta que logró reingresar en el Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe, ganando un concurso de ingreso al cargo de Bibliotecaria en la Escuela 474 “Pablo Pizzurno”.

En esta tarea se destacó plenamente, entusiasmando a sus alumnos de distintos grados para hacer actividades literarias y de investigación. Al reintegrarse a la docencia también tuvo una activa participación en la actividad sindical defendiendo sobre todo el valor y la dignidad del trabajador de la educación.

Obtenida su jubilación, la pudo gozar un poco más de diez años, hasta que víctima de una enfermedad terminal, falleció el 26 de mayo de 2007.

Cati militó desde la Iglesia primero, por una doctrina liberadora de los pueblos del Tercer Mundo, haciendo su opción por los desposeídos, sufrientes y marginados. En ese sentido tuvo muy claras sus ideas y hacia dónde y con quienes debía caminar su lucha. Bregó siempre por un catolicismo sin hipocresía y al servicio de los pobres.

Con esa concepción de vida comprendió que debía volcar sus esfuerzos junto a muchos compañeros comprometidos políticamente con el Peronismo de Base y desde allí fue muy fuerte su aparición en ese espacio, concurriendo frecuentemente al emblemático barrio “La Cortada”, dedicando su esfuerzo a ayudar a niños en las tareas escolares y a los padres en lo necesario para aliviar sus carencias.

Era normal verla en las concentraciones de reclamo por las reivindicaciones de los docentes, en los actos de apoyo por la libertad de detenidos políticos y en toda manifestación que significara un aporte para la causa que había elegido.

Conmovía verla llegar con su cruz a cuesta, su discapacidad, acompañada de su bastón, mostrando un temple y un temperamento envidiable, siempre con una sonrisa. Franca y directa para hacer una crítica o un elogio. Eso contribuía a que fuera significativo su trabajo en grupo.

Nuestra querida compañera Cati, amiga, hermana, madre, depositaria de nuestras confesiones, de nuestros problemas, dándonos siempre su apoyo y aliento en los momentos difíciles de nuestras vidas.

Su partida todavía duele, por su entrega, su amor, su amistad leal, sentimientos que aún llevamos en el alma.

Oscar Lencina

 

Cati fue para mí una amiga admirable, por su sensibilidad, su autenticidad, su alegría de vivir, su mirada atenta hacia los demás.

Era crítica y sincera, su opinión siempre cargada de fundamentos cuando hablaba o escribía a sus compañeros de militancia política, a cada uno le apuntaba lo bueno y lo que podía ser mejorado, aportando propuestas y sugerencias.

Tomó su discapacidad como camino de crecimiento y aprendizaje, por eso encaraba con buen humor todo lo que hacía, ya sea su trabajo, las tareas docentes o gremiales, las reuniones festivas de amigos y hasta los fatigosos ejercicios que, con regularidad, cotidianamente, debía hacer para fortalecer sus piernas. Nunca se quejaba. Era austera, generosa y sencilla. Cuando se celebraba algún acontecimiento familiar, llegaba con tarjetitas personales, de diseño propio, con mensajes que ella elaboraba, nada de “frases hechas” o tarjetas que se compran en algún comercio. Era un pequeño detalle, pero significativo, a todo le ponía su sello propio.

Creo que había logrado un nivel de conciencia superior.

En los últimos meses de su vida, transcurridos en Santa Fe, Dios me dio la bendición de estar con ella y ver cómo se preparaba para su partida: mantuvo siempre la fe, el buen humor y el cariño hacia su hermano Carlos, sus sobrinos y los amigos. Tenía clara conciencia de su estado físico y emocional, daba indicaciones de cómo repartir algunas de sus cosas: libros, ropa, fotografías. Tomó la decisión de regalar sus perritos y se expresó agradecida hacia la vecina que los adoptó.

El día de su partida estuve un rato con ella, me pidió que rezáramos juntas, que le tome la mano, que la abrace. Estaba serena y muy consciente. Llegó su hermano y le dijo “vení, abrazame vos también” y allí los dejé. A las dos horas Carlos me llamó para decirme que había partido.

María Rosa Clementín

 

Después de su fallecimiento, entre los papeles que Catalina dejó, se halló esta oración que es una manifestación de su fe y de su espiritualidad.

Mi vida es como un tejido

trabajado entre Dios y yo.

Yo no escojo los colores,

Él trabaja incansablemente.

A veces trabaja con el dolor

y yo, con orgullo vano

me olvido que Él ve el derecho

y yo el revés.

Sólo cuando el telar se silencie

y las agujas dejen de cruzarse,

Dios desenrollará la tela

y explicará la razón

para el tejido

y entenderé por qué

los hilos oscuros fueron necesarios

en las manos el Experto Tejedor

como lo fueron los de oro y plata.

Autor Anónimo

Catalina Viviani, Juan Cancio Alderete (Taca) y las hijas de este, compartiendo un almuerzo en casa del Taca mientras dialogaban sobre problemáticas del barrio La Cortada. Dos militantes sociales y políticas que compartían el ideal de trabajar para que las personas se convirtieran en sujetos de su propio desarrollo.

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