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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE MAGNOLIA LUQUE DE CLAVIJO

La Señora Portera:

En calle Olessio, entre Alvear e Iturraspe, vive Juana Clavijo de Salami. A ella recurrimos para que nos hable de su madre. Con sus 94 años bien llevados Juanita inicia el relato:

“Mi mamá nació en Bellavista, Corrientes el 22 de junio de 1886. Ella solía contar que vino a Reconquista, en 1914, siendo muy joven y aquí formó su hogar. Se casó con Juan Clavijo, mi padre, quien trabajaba de maquinista en las trilladoras de Buyatti. Recuerdo que en la época de la trilla él se ausentaba un tiempo porque las maquinas recorrían toda la zona. La familia era numerosa: Idalia, Estilita, Natividad, Francisco, Gabriel, Enriqueta y yo, la menor”.

En el año 1992 Magnolia consiguió trabajo de Portera en los Talleres de Manualidades de la Escuela Normal, éstos funcionaban en la vieja casa de don Lorenzo Crudelli, sobre calle Iturraspe. Allí también le alquilaron una habitación para que pudiera vivir con su familia. Al poco tiempo pasó a desempeñarse como Jefa de Porteros ya no en los talleres sino en las instalaciones de la Escuela ubicada en aquellos años en la casa de don Antonio Taboada (Iturraspe y Ley 1420).

Le preguntamos a Juanita sobre la actitud de Magnolia hacia su trabajo:

“Lo tomaba con mucha responsabilidad porque era muy trabajadora y estricta. Solía quejarse de un compañero que por ser alcohólico y no cumplía con sus tareas, por lo tanto, recaían en ella.

Cuando llegaba el 27 de mayo celebraban el cumpleaños de la escuela. Llevaban tortas y golosinas para compartir, todo el personal y los alumnos alrededor de mesas que se colocaban en el patio. Para ella era una linda fiesta que se repetía cada año.

Le tenia gran afecto a “su” escuela, como ella le decía, y sentía el afecto de maestros y alumnos. De sus tareas solía recordar como la más agradable el reparto de las canastas con pancitos. ¡Le gustaba ver con qué alegría los chicos recibían ese alimento a media mañana cuando el hambre les hacía ruido en el estómago!”

Centenares de jóvenes normalistas que pasaron por aquellas aulas recuerdan a Magnolia: era delgada, ágil, muy pulcra, con su clásico rodete; dispuesta a atender bien a todos lo que solicitaran alguna ayuda. Allí estuvo esta mujer activa hasta que le llegó la jubilación en el año 1950.

Ante nuestra inquietud sobre cómo era Magnolia en su función de madre, Juanita dice:

“¡Bastante mandona! Y, como todas las madres de aquel entonces nos trataba con cariño pero también con rigor cuando hacia falta. Algo que no le agradaba era la “aparición” de los novios de sus hijas, en eso era muy severa. En la casa el trabajo estaba repartido: mis hermanas mayores hacían las tareas domesticas y ella, por la tarde, cocía la ropa para toda la familia.”

Cuando Juana se casó llegaron a Magnolia a vivir con ellos. A partir de entonces pudo disponer de su jubilación sólo para las cosas que le agradaban, por ejemplo, yerba para el mate, alguna botella de cognac para cuando necesitaba un trago fuerte, y regalos. Le gustaba mucho agasajar a quienes quería, sean familiares o amigos.

“En esa etapa de su vida tenia dos entretenimientos favoritos: hacer puntillas al crochet y cuidad sus plantas, ¡llegó a tener 118 macetas! – Angélica. Nieta.

A los 80 años decidió cortarse el pelo que hasta entonces lo trenzaba para formar su clásico rodete.

Una caída y una fractura marcaron el final de su existencia. A los pocos días de ese accidente Magnolia cerró sus ojos, después de casi un siglo de vida. Era el 18 de julio de 1980.

Cuando la Escuela Normal cumplió sus 75 años, a las distintas aulas se les impusieron nombres de aquellos que dejaron importantes huellas en su historia. Una se llama “Magnolia Luque de Clavijo”.


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