La del hilo invisible
En la habitación donde funcionaba el taller, había una máquina de coser a pedal marca VESTA, alemana, excelente, un ropero chico que Vinda lo hizo hacer a medida para guardar todos los elementos de costura: hilos, elásticos, botones, máquina manual de forrar botones, dedales de metal, papeles para hacer moldes junto con un metro y una escuadra …
Eliam Edith Collard
Eliam Edith Collard de Leonhardt, hija de Fredesvinda, residente en la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, quien nos envió una interesante semblanza de su madre.
Fredeslinda Diez de Collard, modista de profesión, nació en Víctor Manuel, Departamento General Obligado, provincia de Santa Fe, el 19 de octubre de 1904. Fue la última hija del matrimonio compuesto por el español Don Julián Diez y la italiana Doña Rosa Buyatti que formaron una gran familia con 12 hijos argentinos: 4 mujeres y 8 varones.
Fredesvinda, familiarmente llamada Vinda, estudió las primeras letras en la escuela privada de María Galibert de Joffre, de Reconquista y luego el secundario en el Colegio San José de la misma ciudad: dibujo y pintura (1º año), bordado a mano y a máquina (2º año) y corte y confección (3º y 4º año).
En 1928 contrajo matrimonio con Juan Collard, mecánico de profesión. En 1930 nació de ese matrimonio Liam Edith, en 1931 nació Dina Ruth y en 1933 Henry Hugo. Luego se sumó a la familia Avelina Rey, hija de un matrimonio amigo de mis padres que vivían y trabajaban en el campo. Avelina con 13 años de edad, llegó a nuestra familia para terminar la escuela primaria. Luego de terminarla, a comienzos del año 1934, mami la inscribió en la Escuela de Artes y Oficios, de Estudios Rurales, Comerciales y del Hogar para Niñas, de Reconquista donde realizó todos los cursos del Taller de Artes Domésticas Femeninas de la Escuela de Artes y Oficios.
Las personas que conocían a Vinda, hacía tiempo que insistían para que les hiciera el vestuario. Avelina influyó en la decisión al ofrecerse a cocinar la casa para que Vinda pudiera disponer de tiempo suficiente para la costura. Ella comenzó a confeccionar la vestimenta de las señoras y niñas de las familias más allegadas. Todas estaban encantadas de contar con esta modista para lucir muy buena ropa, prolijamente confeccionada, en una época en que los modelos de las grandes casas de moda de Europa (Coco Chanel, Balenciaga) llegaban a través de las revistas de moda que se hicieron de consumo masivo. Vinda tomaba esos modelos y los hacia realidad para sus clientas. La propaganda de boca en boca, llevó a que la clientela se hiciera numerosa al poco tiempo. Avelina, además de las tareas de la casa, ayudaba en el taller de costura confeccionando los ojales de las prendas y forrando los botones con las mismas telas de los vestidos, polleras o sacos.
Al aumentar el trabajo mi madre buscó más ayudantes y así formó un verdadero taller de corte y confección donde sus hijas colaboraban en las tareas más sencillas. En la habitación donde funcionaba el taller, había una máquina de coser a pedal marca VESTA, alemana, excelente, un ropero chico que Vinda lo hizo hacer a medida para guardar todos los elementos de costura: hilos, elásticos, botones, máquina manual de forrar botones, dedales de metal, papeles para hacer moldes junto con un metro y una escuadra, ambos de madera, cortes de tela de sus clientas (para reservar turno se las dejaban con mucha anticipación); un maniquí donde mamá armaba las prendas antes de probárselas a sus clientas y que fue bautizado por mí con el nombre de “María Magdalena”, era usual en casa referirse a él por su nombre propio, un gran espejo en el que las señoras podían verse de cuerpo entero; sillas para las costureras, la de Avelina era la “silla petiza”, a esta silla mamá le había cortado las patas para que Avelina, que era de baja estatura, estuviera cómoda; una radio eléctrica con la que, mientras cosían, escuchaban preferentemente, LR1 Radio El Mundo. También estaba el libro de Corte y Confección de la Academia Mendía pedido por correspondencia a Buenos Aires, en él se explicaba como confeccionar los moldes de una variada cantidad de prendas.
Eliam Edith Collard
A Eliam le asombraba comprobar, en algunas ocasiones, la gran paciencia que su madre lo tenía a las clientas indecisas, a las que no sabían qué querían. Ellas necesitaban un trato especial. Primero les sugería el modelo que a su criterio le quedaría mejor y después las dejaba pensar unos días, hasta el momento de la confección. La mayoría aceptaba la sugerencia y quedaban muy contentas y agradecidas por el resultado.
En fechas patrias: 25 de mayo, 9 de julio, se acostumbraba en Reconquista a hacer fiestas en el Club Social y en el Centro de Artesanos. En ellas las señoras estrenaban vestidos que en muchos casos era confeccionados por Fredesvinda. Normalmente producía un vestido por día. También había vestidos para fechas especiales: primera comunión, casamientos, que le llevaban más de un día de trabajo, dependía de la complejidad del modelo.
Cuando nosotros, los tres hermanos, nos independizamos económicamente, mami fue dejando de coser hasta que sólo lo hizo para la familia. También tejía al crochet y con dos agujas. Cuando salieron al mercado las primeras máquinas de tejer, Dina le regaló una de marca NITAX con la que tejió pullovers, ponchos, chalecos, sacos, para toda la familia.
Fredeslinda cosió y tejió hasta los últimos días de su vida. Siempre lúcida y dispuesta a enseñarles a quienes le solicitaran, lo que ella sabía en su profesión. Falleció en Reconquista el 15 de junio de 2000, a los 95 años.