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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE DEMETRIA BENVENUTTI DE VICENTIN

El hogar, los hijos y los otros

Nació en Flor de Oro el 22 de diciembre de 1908. Hija de Luisa Pagura y de Ferdinando Benvenutti, quienes desde Italia emigraron a la Argentina con cuatro hijos pequeños y una semilla nueva; sin volver la cabeza se alejaron de Udine.

Y naciste argentina, un ardiente verano

tu madre doña Luisa, tu padre Ferdinando,

amaron esta tierra y te llamaron Pina

aquí abrieron el surco

… y aquí los enterraron.

Pina era una niñita de corta edad cuando perdió a su madre por eso fue criada por sus padrinos. Pasa la infancia rápidamente y en sus años juveniles conoce a Pedro Vicentín quien entonces era viajante de la empresa Pusterla y recorría el norte santafesino vendiendo maquinas agrícolas. Al estilo de aquellos años el joven primero la cortejó durante dos años hasta que Pina dio el sí, luego vino el noviazgo formal y, finalmente la celebración de la boda el 19 de octubre de 1932.

Pedro Vicentín decide darle otro rumbo a su vida laboral y, luego de algunos vaivenes constituye una empresa para la elaboración de aceites vegetales, desmotadora de algodón y acopio de cereales. La empresa fue creciendo con el tiempo y también la familia con la llegada de los hijos: Marta, Raquel, Clara, Stella Mari, Olga y Rubén.

Vivieron en Avellaneda, donde la vida transcurría sin prisas ni sobresaltos.

El patio de tu casa tenía una galería aromada de jazmines,

al fondo una glicina.

Orégano, romero, albahaca y manzanilla.

y limonero pleno, perfumando el descanso de siesta pueblerina.

Los chicos, tantos chicos … y Élida e Italina

y la hora del mate reuniendo a las vecinas

con la costura pronta, recetas de cocina.

Por cuestiones de la empresa hubo una mudanza a Buenos Aires y luego de dos años regresaron al norte santafesino, pero esta vez se instalaron en Reconquista. Las hijas ya señoritas, Pina era una mujer de aspecto frágil, pero fuerte, luchadora, sencilla y severa en la crianza de su prole.

Las chicas comenzaron a sumar pretendientes.

Eran un ramillete de belleza y virtud

y se vino el jaleo, con los bailes del club,

a marcar los horarios, a calzarse los lentes

y a vigilar de cerca de tanta juventud.

¡Ni que hablar con los novios!

Visitas programadas y cronómetro en mano,

a bajar las persianas.

Señal ya conocida, llamando a retirada.

Y así se respetaba … y así, se obedecía

combinando tareas de limpieza y cocina.

Los lunes era Marta, los miércoles, Clarita

los martes y los jueves, para Mari y Negrita

a Olga le tocaba descanso por un día.

Y que nadie se atreviera a esquivar el mandato.

… Y nadie se atrevía.

¿Cómo que no me toca? Bramaba doña Pina.

Colgaba en la despensa, la lista de trabajos, odiosa y prolijita.

Al menor de la casa, en esto lo excluían.

Tan justa en tus repartos y tu distribución

que ni siquiera una miga, se prestara a cuestión.

Milimétricamente, con toda precisión,

separaba las partes en cada división.

Pero te derretía tu querido varón.

Con férrea disciplina, manejaste la casa.

Austera en tus maneras, severa tu mirada,

enérgica tu forma de mandar y vivir.

Cuando cruzar el charco,

era solo una utopía esta dama pionera,

vivió esa fantasia

y se embarcó hacia Europa sin hijos ni marido,

con Élida del brazo y la sonrisa en la boca

fue tan sólo el principio de un gran peregrinaje.

Sos mi ídola abuela, con todo tu equipaje,

bajando de algún barco y subiendo al avión.

Llegó  a conocer países muy lejanos como China, India, Japón, Thailandia, Australia, Nueva Zelanda y otros tantos que su familia ya ni recuerda. A todos les quedó grabada la impresión que trajo de Calcuta (India): ¡tanta gente menesterosa que nace, vive y muere en la calle, en condiciones infrahumanas!, esta realidad le dejó una impronta imborrable en su corazón.

La familia de doña Pina es reacia a detallar las obras en bien del prójimo que ella llevó a cabo, fieles al lema “que tu mano izquierda no se entere lo que hace la derecha”, pero podemos mencionar algunas: La “Casa del Niño” de La Gallareta, el “Hogar de Transición Doña Pina” y el “Hogar de Ancianos Fundación Don Pedro” llamado así en memoria de su esposo fallecido en 1976.

Demetria Benvenutti de Vicentín tuvo una ancianidad feliz, plena de cariño y en compañía de sus numerosos descendientes.

“Y así murió ella, silenciosamente luego del rosario vespertino que siempre rezaba en familia, a los 93 casi, una hermosa tarde de agosto de 2001, cuando los lapachos en flor alfombraban las calles de Reconquista y le daban su último adios”.

Poesía (frag.) y datos personales: Julieta Castellani de Vicentín.

Señor

no quiero ser la señora

que murió

por falta de ayuda

doméstica

no quiero ser la doméstica

que murió

por falta de ayuda

de persona

no quiero ser la persona

que murió

simplemente

por falta de ayuda.

Rezo de Mujer

                                                                                            Laura Devetach

 


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