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LAS INCIPIENTES INDUSTRIAS – PARTE 1

Hubo una época en Reconquista, en que los oficios o profesiones, definían a las personas que las ejercían. En esos años todos los Torrossi eran carpinteros, los Gazze eran “tenderos”, los Fabrissin, almaceneros, los Nardelli, constructores. Además, eso de tener oficia era una cuestión de familia. Una especie de herencia que corría de unos a otros, como si fue la sangre, el apellido.

Pablo Pila

Las pequeñas industrias que a continuación se detallan constituyeron el primer grupo que se estableció en Reconquista. En esos momentos, en el plano internacional, se produjeron modificaciones tecnológicas que marcaron el inicio de un nuevo paradigma. La aparición de nuevos recursos energéticos permitió el avance de los medios de transporte y la elaboración de máquinas para fabricar otras.

Las repercusiones de la implementación del nuevo modelo tecnológico fueron visibles con el ferrocarril, que provocó un incremento acelerado a partir de la década de 1880-90 en el tendido de las vías férreas. La inmigración y los capitales extranjeros que ingresaron a estas latitudes fueron utilizados para resolver los problemas de infraestructura y medios de comunicación. Contribuyeron a orientar la economía regional a las necesidades del país.

En el norte santafesino se activaron principalmente las actividades forestales y el ferrocarril actuó de nexo entre las áreas productoras y el puerto y de allí a Europa respondiendo al modelo agroexportador.

Los inicios de la actividad

La primera inquietud industrial registrada data de 1877 y se concreta con la instalación de un molino harinero en la llamada “Colonia Francesa” hoy IIIº Brigada Aérea. Los propietarios eran dos franceses; Cesar Enriet y Alejandro Abadi quien figura en el Censo Provincial de 1887 con 44 años.

El molino era de dos muelas de piedra y se accionaba con un motor a vapor. Posiblemente esta explotación estuvo vinculada a la escasez de harina y de manufactura del pan que hasta 1875 se debía traer de Goya. La elaboración de harina trajo aparejada la instalación de fabricas de fideos y pastas en general.

Por la misma época, la firma Vicentí n Gaetani y Cía. solicitó tierras y protección al Gobierno Nacional para establecer una colonia industrial y agrícola y la construcción de la primera fabrica argentina de potasa con materia prima vegetal. El presidente Nicolás Avellaneda aprobó la solicitud y es asi como se levantó la colonia “E

strella de Italia” cuyos pobladores fueron cincuenta familias de italianos, inmigrantes del Fruli. La materia prima, es decir la ceniza, se obtenía de la quema de la caña de maíz, cardo, cicuta, bisnaga, etc. En el procedimiento industrial se obtenía 11% de potasa y 89% de cenizas.

La fábrica funcionó con éxito hasta que la creciente del río Paraná en el año 1878 arrasó el puerto “La Fuente”, única salida del producto, y provocó la quiebra de la firma. Los pobladores fueron trasladados por el coronel Manuel Obligado al futura Colonia Nicolás Avellaneda. El sitio donde funcionó esta primitiva industria se llama hoy “La Potasa”. (Manuel Roselli, 1978).

Otra de las primitivas industrias fue la fabricación de ladrillos. Esta se desarrolló a partir de 1873 por resultar imprescindible para las primeras construcciones del pueblo. Trabajaban en ellas soldados del Comando de la Frontera, ex soldados, aborígenes y sus familias. En 1876 arribaron inmigrantes italianos y españoles y se instalaron en la sección quintas, cerca del pueblo. Uno de ellos, Luis Cargnelutti obtuvo 25 has sobre el actual Bvar. Hipólito Irigoyen, (entre Bvar Juan D. Perón y avenida Guillermo Pietropaolo) hasta el actual Parque Industrial. Allí instaló la ladrilleria “El Pampero”.

En 1906, el precio del ladrillo era de 18 a 19 pesos moneda nacional, el millar.

Juan Manuel Lupis

Otros molinos

Después del emprendimiento de los franceses Enriet y Abadie, surgieron otros molinos harineros. En las dos últimas décadas del siglo XIX ubicamos los siguientes:

Molino harinero perteneciente a Antonio Bugatti, instalado en calle Belgrano esquina General López. Funcionó unos treinta años debido a que su propietario adquirió maquinas trilladoras con las que trabajaba en todas las chacras de la zona y fue dejando de lado el molino.

Molino Harinero y deposito de granos y forrajes, perteneciente a Juan Gil, español, ubicado en la esquina de calles General Obligado y Patricio Diez. El solar fue totalmente edificado por el industrial y sus hijos con el correr de los años.

En las primeras décadas del siglo XX se instalaron José María Prieto Lagos y su esposa Eugenia Botequín, quienes desembarcaron en la Argentina, entre los años 1885 y 1890 provenientes de la ciudad de Oviedo, región de Asturias, España, donde él era trabajador molinero.

El primer trabajo que tuvo en estas tierras fue en Garabato, en el tendido de las vías del ferrocarril de La Forestal. Luego trabajó en el tendido de las vías que iban al puerto, por el camino viejo, era el año 1910 y la compañía se llamaba Central Sudamericana. Ganaba un peso por día y se iba, caminando hasta el puerto. Con ese dinero se pudo comprar un campo de 220 hectáreas, en el paraje La Británica, allí se fue a vivir. Tenía animales y además trabajaba de carpintero, oficio que aprendió en el trabajo del ferrocarril.

En 1914 José le compra a la familia Buyatti un molino con rolos de piedra y comienza a fabricar harina de maíz. Instala su empresa en calle Bolívar al 1160.

En 1917 había problemas con la energía eléctrica en Reconquista. José Prieto, para continuar trabajando, compra un motor Otto Deutz de 16 HP, en Alemania. Fue el segundo motor de esas características que llegó a la zona, pero tuvo que vender el campo para poder pagarlo.

El motor ocupaba un galpón de 3×4 metros, tenia un enorme volante, era de un solo pistón muy grande, había que calentarlo con una lampara para que arrancara; se refrigeraba con agua y consumía gas oíl.

Mi abuelo muere en 1928 quedando a cargo del molino mi padre, José María Prieto quien transformó el molino reemplazando las piedras por una quebradora. En todos esos años tuvo un solo empleado Eduardo Segretín.

Memorias de Alberto J. Prieto

En sus comienzos la denominación fue simplemente “Molino de Maíz” pero luego pasó a llamarse “Molino Gasoil” debido a las maquinas que utilizaban para la molienda.

Los primeros clientes eran agricultores que traían su cereal para ser molido y se llevaban la harina.

Eduardo Vagni, italiano, se dedicó a varios emprendimientos industriales. El molino producía maíz pisado, harina, afrecho y mazamorra.

Santos del Mónego, italiano, instalado en un solar de 50 metros por 50 en calle San Lorenzo formando esquina con calle Pueyrredón tenia un molino que contaba con una piedra para fabricar harina y sémola, una mazamorrera para hacer maíz pisado, una moledora para obtener maíz quebrado y algunos otros dispositivos primarios. Completó las instalaciones trayendo un motor de gran potencia. También fabricaba sillas de madera, rusticas, con el asiento de paja que tejía y armaba la señora Clara Isabel Pugh de Moore. Su establecimiento aparece en diarios de la época con el nombre de “La Rusticana”.

Herrería Biaggioni

Su herrería y taller mecánico estaban ubicado en calle Olessio, entre Habegger e Iriondo. La fotografía ilustra un elemento indispensable para las ladrillerías: el malacate que su usaba en el “pisadero” del barro con el que luego se hacían los ladrillos. Se identificaron a: Salvador Marti (primero a izquierda), Antonio Cordera (tercero), Francisco Biaggioni (anteúltimo) y Jacinto Biaggioni (ultimo a la derecha). Año 1929.

MIRTA VACOU – del libro “De fortín militar a ciudad inteligente”.

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