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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE PURA FREY

Pura Frey: «Mujer de mundo»:

Nació a principios del año 1902, fue la última hija del matrimonio de Teodoro Frey y Manuela Cardona.

Según consta en el Censo Provincial de 1887, Teodoro Frey tenía entonces 34 años, era suizo, su esposo tenía 27 y era argentina. Los hijos que figuran en ese documento son Teófilo (9 años), Manuela (7 años), Isabel (6 años), Emilio (5 años), Ana (2 años), Matilde (2 años). Todos argentinos.

Con posterioridad al año del Censo nacieron: Bernardo, Adela, Manuel, María, Teodora, Esther, Emilia y Pura.

Don Teodoro Frey se dedicó a la explotación forestal y de islas, a la ganadería y colonización.

Estableció varias estancias: “La Manuela”, en el extremo noreste del pueblo, “La Colmena y La Sirena” en Moussy y el obraje “La Vanguardia”. También instaló el hotel “Las Colonias” en Reconquista y junto a su yerno Emilio Kohli pusieron la primera Central Telefónica de esta ciudad.

Por todo esto se puede afirmar que Teodoro Frey era el empresario más importante de la zona, con un patrimonio considerable.

De esta familia nos interesa la historia de Pura porque fue una mujer que rompió con los cánones culturales a los que se ajustaba la sociedad de aquella época, especialmente rígida con las mujeres.

Los familiares y amigos que la conocieron más cercanamente ya no están en este mundo, sólo quedaron anécdotas y datos aislados con los cuales intentaremos realizar su semblanza.

De sus años juveniles sabemos que su padre la envió a estudiar a Suiza. Cuando regresó se encargó de dirigir el tambo que funcionada en “La Manuela”.

Pura Frey, de niña.

Pura Frey, de niña.

En esa época tenía un auto para su uso exclusivo, marca Studebaker, a veces lo conducía su chofer, debidamente uniformado, de apellido Piedrabuena, pero ella no tenía problema alguno en manejarlo, aunque en ese tiempo conducir un coche era una actividad exclusiva de los hombres.

Luego de la muerte, violenta, de su padre en 1915, cada uno de los hijos recibió la parte de la herencia que les correspondía. Algunos continuaron administrando los bienes de la familia. Pura decidió cambiar totalmente su estilo de vida: se radicó en Buenos Aires donde tomaba clases de declamación. Trabó amistad con lo más granado de la sociedad porteña y fue considerada una de las mujeres más ricas de esta ciudad.

También se dedicó a conocer el mundo, fiel a su personalidad consideraba que el dinero mejor invertido era el que permitía adquirir conocimientos y experiencias vitales al facilitar el encuentro con otras culturas, otros pueblos y otras formas de vida.

Otra anécdota de Pura Frey que nos muestra su espíritu independiente y sin prejuicios pacatos es la siguiente: en el barco que solía usar para venir a esta ciudad trajo a numerosos amigos porteños que querían navegar por el Paraná. Proa al norte recaló en el Puerto de Reconquista. Aquí organizó una fiesta invitando también a sus amistades reconquistenses. Debe haber sido la única vez que en ese sitio y a bordo de una nave se realizó una fiesta de esa categoría.

Pero llegó la crisis del 30. Los Frey, como tantos otros, sufrieron esta situación y perdieron sus bienes.

Pura también quedó en la ruina, pero no se amilanó, comenzó a trabajar en un campo de su propiedad, a unos siete kilómetros al fonde del camino viejo al puerto. No tenia problema alguno en realizar cualquiera de las tareas rurales, a la par de los peones; vestida con atuendo masculino: bombacha, camisa, alpargatas y un revolver calzado en la cintura. En ese lugar vivía con su madre, doña Manuela. A ambas mujeres les agradaba recibir a amigos, músicos y poetas para pasar veladas amenas.

Después del fallecimiento de Manuela Cardona regresó a Buenos Aires y se dedicó a vender Seguros, actividad en la cual también se destacó por su empeño y su dinamismo.

Cuando los años comenzaron a agobiarla buscó refugio en un geriátrico donde tenia un pequeño departamento, allí recibía a sus amistades y familiares.

Su sobrina nieta, Rita María Frey la evoca así:

Tanta vida y menos de tres generaciones son el tiempo casi justo para que tus huellas abandonen lentamente el territorio que dio cobijo a tu energía.

Estoy a punto de hablar sobre mi tía abuela, la tía Pura. Pura Frey Cardona.

Soy su tercera generación, hago un gran esfuerzo y dibujo apenas una mujer de tez muy blanca, no más alta de lo que recuerdo de sus hermanos que conocí. Parecida a mi abuelo y a mi papá. Sí, llevaba ese sello de apellido cobijado por un gen.

Busco datos, gráficos fechados, fotografías. No hay, no los encuentra nadie. Ella era soltera. Un hijo hace que esas huellas perduren, se alarguen … una foto, de cumpleaños, madrina en la boda. Un nieto pone en su álbum “abuela”, debajo de un abrazo. Pero la tía era soltera. Y nadie sabe quien pudo resguardar un poco de historia.

Su historia corre en el aire, tiene energía, no es estática. Tal vez ella lo generó así. osciló entre ambientes tan amplios y tan disimiles que cuesta creer que es una mujer nacida por el mil novecientos. Tal vez un poco antes.

Que habrá sentido, cuando de la inmensidad de sus estancias en el norte nuestro, santafesino, puso … pusieron su destino en un baúl de viaje, pequeñita, junto a sus hermanos, en pos de educación a tierras de su padre, allá en los cantones suizos, Hedingen, precisamente, dicen. Allá partieron Adela, María, Pura, Bernardo y Manuel. Su colegio, el Horgen, Cantón Zurich. Se dice que las mujeres eran aplicadas y que los varones se escapaban a andar en tren.

Lo cierto es que las últimas en volver a Argentina fueron María y Pura, ya “señoritas” decían ellas. Y las llamaban “las alemancitas”, porque eran duras para la lengua española y casi no escribían en su idioma. Llegaron sabiondas en música y deportes, alegres y despiertas.

Su papá, mi bisabuelo Teodoro Frey, fue asesina en la estancia La Manuela, en octubre, parece que el veintisiete de mil novecientos quince, a las cuatro y media de la mañana tras dudoso llamado telefónico. Si, ya en esa época el bisabuelo recibía el parte diario por teléfono, que él gestionó en traer a la zona para así intercomunicar sus estancias y sus actividades. Nunca se supo quien clavó el hacha en su cabeza, ni porqué. Pero esa, es otra historia a contar.

Y, desde esta tercera generación, sin sustento que avale rigurosidad histórica, es que concentro la vocinglería que envuelve a la variopinta vida de Pura.

No se qué heredó, ni cuánto. No se de qué se hizo cargo, si es que lo hizo, pero ella era dueña de mucho dinero. Su habitad era Buenos Aires y su entorno rayano al “bon vivre”. De sus amigas más cercanas don fe fueron Berta y Paulina Singerman, aprendía declamación y compartía tertulias.

Tenía un barco, con él llegaba desde Buenos Aires a Reconquista, el expreso de Pura Frey, lo llamaban y esperaban su llegada y su partida más de un ciudadano, que pedía permiso para acomodar sus bártulos en él y así “aprovechar” el viaje, “ya que” o “ya que viene”.

Alma inquieta de viajes, se sabe que varias fueron las veces que, de su peculio, cargó enseres, vituallas y amigos en barco, ¿alquilados?, ¿de líneas?, no sé, y salían a recorrer el mundo, decía. Volvían cuando ya no quedaba comida ni moneda en los bolsillos.

Cuando no era barco, a Pura se la veía en la ciudad, conduciendo siempre, siempre el último y más deportivo auto del momento.

Habrá sido la crisis de los años 30 o por sus propios excesos, con sus arcas vencidas, volvió a la tierra de origen y; sin desmayo ofreció su fuerza en pos del trabajo, duro, personal, sin refinamientos se la veía detrás de un arado, dirigiendo los bueyes para sembrar algodón, montando a caballo, arreando ganado o preparando el tambo.

Recuerdo un relato de un peón de ella, el “viejito Ocampo”, lo llamábamos en casa. Nos visitaba de tarde en tarde y buscaba hablar de su ex patrona. Se le notaba todavía admiración. Usted sabe, decía, una tarde, había que buscar unas vacas al fondo del campo y fuimos allá unos peones y ella. El tiempo se ponía feo, el viento amontonaba las nubes y amenazaba llover. Las vacas, por desgracia, habían bandeado el arroyo Los Amores que bordeaba el campo. ¡Hay que traerlas!, ordenó, nos miramos ya argumentamos lo peligroso del tiempo y el arroyo crecido. ¡Son unos inútiles!, vociferaba desmontando, descalzando las botas y tirándose a nado en el curso del agua. Desde la otra orilla azuzó a los animales hacia el arroyo y volvió otra vez a nado detrás de las bestias.

Así se la recuerda, vestida con breeches, botas, revolver y cuchillo, y así también se la recuerda cuando cansada de las tareas rurales fue agente de seguros. Dicen que era demoledora en la insistencia frente al cliente. Dicen, que muchos le compraban por cansancio. Y otra vez con autos nuevos, vestida con breeches, botas y revolver se la veía en las rutas de tierra, hasta Misiones, vendiendo seguros. A veces, paraban a ayudarla cuando la veían debajo del auto componiendo alguna avería. Y, cuentan que, en ruedas de viajantes en algún ignoto hotel, era el centro de atención su presencia.

Mi papá le imitaba el gesto que ella hacia cuando el preguntaban porqué no se casaba, tiraba la cabeza a un costado y le decía: nunca ordenaré ni lavaré un calzoncillo, Teodorito.

Y no sé por qué, ni cuando se fue a vivir a Mar del Plata, allí vivió en un típico, modesto chalet en la Playa la Perla, a poco del mar. Recuerdo entrar a su casa y notar un cuadro cuajado de medallas, premios consecutivos a la mejor vendedora de seguros en Sudamérica por aquellos años. Recuerdo su bastón de ébano, sus aritos de perla y que se iba a la mañana a nadar un rato al mar. Recuerdo su respuesta a mi última pregunta. – ¿Esta sola tía, porque no te vas a vivir con tu hermana María a Buenos Aires¨? – No querida, yo no estoy sola, es más, cierro la casa, me siento en la poltrona y ruego que nadie me toque el timbre siquiera, porque entonces, eso interrumpiría sus recuerdos, mis viejos, mis mundos, mis andares que este cerebro, por suerte, pone todavía a mi disposición, cada uno de esos días.

Estos retazos de la historia de Pura Frey sirven para visualizar la personalidad de una mujer que rompió los moldes sociales de su tiempo. Que vivió como quiso cuando gozó de fortuna y no se amedrentó cuando ésta se agotó. Amó la libertad, la autonomía en el hacer y el decidir, y siempre obró con espíritu independiente, con coraje y con ánimo positivo.

Aportaron datos varios vecinos memoriosos de Reconquista y la sobrina nieta Rita María Frey.


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