Por los oprimidos:
Nació en Francia en el año 1901 allí se formó como Asistente Social y desarrolló su profesión hasta jubilarse.
En 1965 decidió venir a América Latina a servir a los más necesitados, decía que, “no hay jubilación en el servicio del Señor es decir en el servicio de nuestros hermanos, lo que es la misma cosa … “
Para entender su decisión de dejar un país “superdesarrollado” para trabajar solidariamente con los pobres de esta tierra valen sus propias palabras.
“Vengo de aquella civilización del confort y del egoísmo, responsables tremendamente del subdesarrollo del Tercer Mundo. Por eso yo también llevo algo de culpabilidad colectiva, así que no sólo como cristiana, sino como ciudadana de un país rico tengo una deuda moral con ustedes.”
Pertenecía a la Fraternidad Laica del Padre de Foucault dentro de la cual realizó dos misiones: por una parte, el apoyo a las comunidades de base con las cuales trabajaba, y por otra, una relación espiritual, intelectual y material con grupos y personas de América Latina. En ambos casos demostró su apertura, su eficacia y también su firmeza en condiciones difíciles.
Aunque trabajaba con toda la comunidad, la mayor parte de su acción se dirigía a los más pobres y sufridos, siempre buscando la promoción humana y no la mera asistencia. Era muy rigurosa en cuanto a esa orientación: buscar el crecimiento de las personas. Ella lo expresaba de esta manera:
“… así que intenté, en un barrio criollo de Reconquista (La Cortada) hacer lo que estaba a mi alcance, buscando primero y sobre todo conocer a los vecinos por dentro, como ellos me lo dijeron en la despedida, no por fuera, lo que temían de entrada. Y eso para ver con ellos lo que más le hacía falta para ser ´gente´ como los demás y sentir más ´gente´ responsable.!” *
Otro aspecto de su personalidad digno de destacar es su apertura: su casa era la casa de todos, en particular de los obreros apostólicos.
Era intrépida: hacia largos e incomodos viajes para visitar y ayudar a amigos y comunidades. Intrépida también para decir y hacer lo que le parecía justo y necesario, rompiendo las barreras del conformismo, de la tradición y del silencio. Durante la Dictadura cívico-militar expresó su compromiso y solidaridad con los perseguidos y los presos políticos.
Quienes la conocieron en sus últimos años a través de hechos significativos destacan su desprendimiento: vivía austeramente y tenía la preocupación de ahorrar para ayudar a los demás.
Después de sufrir una fractura ósea quiso ser atendida en la común del Hospital. En su testamento pidió ser sepultada en tierra, en el rincón del cementerio donde descansaban los pobres, sin ningún lujo. En dicho testamento daba gracias a Dios, a la comunidad y entregaba sus bienes (la casa) a Cáritas Diocesana.
Falleció el 2 de febrero de 1981, día de la Presentación del Señor y Fiesta de la Candelaria. Tenía 80 años.
Cuando la muerte vino a cambiarla de vida, ese día, curiosamente, como si se tratara de realismo mágico, ella convocó en el aire de verano la apertura de la tierra para su descanso, el agua que caía copiosa no apagó el fuego de los corazones que la acompañaron. Los cuatro elementos de vida estaban presentes; y así una vez más, Magdalena Taintourier; nos mostraba que no hay edades ni tiempos para producir poesía. Poque bella poesía fue su vida, donde la lucha, la entrega, la humildad, la sabiduría, tradujeron las letras en obras. La conocieron los pobres, también los que tenían poder. Escribió pidiendo ayuda a todos los rincones del mundo. Ayuda no solo asistencial, material, sino de crecimiento espiritual para las personas. Respondió con amor a Dios, a su prójimo y a la fraternidad laica del Padre Foucould.
La tibieza de su vida envuelve aun las calles de la ciudad y su obra, sin duda, se multiplicará.
Rita María Frey
Datos aportados por: Jan Charpentier: vecino y amigo
*Carta de Magdalena Taintourier publicada por Revista “Sapucay” en Junio de 1971.