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Lo que dejó la semana: todos somos víctimas de la droga

Por el Lic. José Carlos Odasso.
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Una serie de hechos se sucedieron esta semana que demuestran lo que nuestro conocimiento empírico nos permite afirmar desde hace varios años a esta parte. Claro, lo que no se pudo o quiso solucionar en su momento, ahora resulta un camino mucho más empinado para resolverlo. Esto no significa arriar ninguna bandera, como muchos ya lo hicieron. Todo lo contrario, en todo caso hay que ir más a fondo. Si en Rosario se lograron resultados que están a la vista, cómo puede ser que esto no se logre en Reconquista-Avellaneda y otras localidades del norte, porque ahora la droga no discrimina poblaciones menos habitadas, está en todos lados. Cuando parecía que la ciudad del sur era ya tierra de nadie, la determinación del gobierno de Pullaro es una fortaleza allá, pero una debilidad para nuestra zona.

Afortunadamente no tenemos todavía muertos por la guerra de territorios donde se vende la droga, ni bandas organizadas de la magnitud de Los Monos o la familia Alvarado. Acá es diferente. La droga explica los robos y diversas modalidades más de delitos contra la propiedad. Esto explica el titulo de este editorial. Se consuma o no, cualquiera puede terminar siendo victima de este flagelo que parece no tener límites ni mucho menos final.

Algo nuevo está pasando. Este gobierno provincial logró que el narcomenudeo o micro tráfico se descentralice y no sea únicamente competencia federal. La justicia ordinaria también ahora tiene intervención y puede acudir, si lo considera necesario, a las fuerzas federales -prefectura, gendarmería y policía federal-. La semana que finalizó fue muy rica en este tipo de procedimientos (allanamientos) que ahora no se realizan únicamente a partir de la madrugada y está muy bueno que así sea.

Un allanamiento de la PDI permitió mostrar también que fueron para esclarecer un de los tantísimos robos que suceden sin final y encontraron droga y otros elementos vinculados a la comercialización de estupefacientes.

No se roba para comer. Nadie ignora ni mucho menos es tan insensible para ignorar que hay gente que la está pasando mal. Parar la olla cuesta cada vez más y hasta muchas veces es muy difícil. A pesar de ello, por la solidaridad de nuestra propia comunidad, nadie sale a robar para comer. Se roba para drogarse, para comprar merca. Como el consumo creció, lamentablemente y en forma exponencial, también crecieron los delitos contra la propiedad.

La pregunta: ¿Quién no fue objeto de un robo, o tiene un familiar o  algún amigo que  debieron pasar por esa pesadilla? Lo que está claro es que la prevención no logra los resultados obtenidos y de los delitos cometidos (la mayoría no se denuncia ya) la mayor parte de ellos no son esclarecidos.

El caso de Nicolás. En realidad, es tan solo un ejemplo de lo que venimos sosteniendo desde hace varios años a esta parte. Su mamá, María Elva Villalba y su hermano mayor José Amarilla pidieron compartir en Vía Libre Radio el enorme drama que deben vivir con su hijo y hermano y lo admiten sin rubor, pero sí con dolor, que Nicolás roba permanentemente para drogarse. Tienen miedo que sea lastimado o directamente asesinado. Aseguran que prácticamente no se alimenta, solo consume droga, y por lo tanto su físico se ve ya notablemente deteriorado.

Madre y hermano de Nicolás admiten que él anda por todos lados y la droga está en todos lados. La policía lo aprehendió varias veces, pero, por ser menor de edad, en pocas horas está nuevamente en libertad. El hermano de Nicolás dice: “la policía me llama para que me haga cargo de él, le digo que me resulta imposible porque ya no respeta nada”. Agrega que la misma policía le dice que por ser  menor de edad no puede quedar privado de su libertad. La puerta giratoria es así: Nicolás roba, muy pocas veces (las menos) la policía lo aprehende, su hermano debe hacerse responsable pero solo para los papeles, Nicolás está nuevamente en libertad y vuelta a empezar. La pregunta: “nada por hacer, en situaciones como estas? Así no habrá policía que alcance. Y muestra también que los protagonistas de los robos, en más o en menos, son siempre los mismo. ¿Algo más no se puede hacer en este tipo de casos? Si hacemos siempre lo mismo, no debemos esperar resultados diferentes.

La historia de Nicolás demuestra dos cosas. La primera, el consumo de drogas no es inocuo, no se ingresa y sale todas las veces que uno quiera y la ingesta deja secuelas, algunas de ellas penosamente irrecuperables. La otra ratifica que la droga en muchos casos tiene tres destinos: el hospital (sería el más benigno), la cárcel o directamente el cementerio. Ojalá que Nicolás pueda escapar de este verdadero calvario y no terminar en algunos de esos tres destinos. Es que cuando se superan determinados limites, la vida ya no vale nada. Tan penoso como real.

Les deseo una muy buena semana.

Lic. José Carlos Odasso

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