Sin dudas, es necesario ampliar hoy en este espacio, para que reflexionemos juntos, sobre la inscripción al Refuerzo Alimentario, destinado a personas mayores de 18 años que no posean ningún otro tipo de ingresos ni tampoco bienes a su nombre, ni siquiera una moto ya en desuso por el paso del tiempo. La foto de estos días de la gente haciendo largas colas para ser inscripta dice más que mil palabras, más que todo lo que aquí podamos expresar.
Seguimos con mucho detenimiento lo que nuestro cronista -Silvio- reportaba desde el mismo lugar de los hechos. Es importante destacar como el ánimo y el sentimiento de la gente allí aguardando ser aceptada fue mutando con el devenir de las horas y los días.
Los primeros testimonios transmitían satisfacción, alegría, era casi un festival. El segundo día sirvió para contar que un vecino de Las Toscas tomó una moto a las 0,30 hs. del martes y desde poco más de una hora más tarde, aguardaba ser inscripto exitosamente. Hubo dos personas que aguardaban la apertura de las puertas de la ANSES desde la 1 de la mañana.
La sensación definitivamente ya era otra. Los rostros sonrientes del primer día ya no estaban. Muy pocos respondieron a la consulta del reportero y mucho menos todavía eran los que se aprestaban para ser fotografiados. Las sonrisas eran ahora un dejo casi de vergüenza, de impotencia, de una pregunta interior y profunda (una introspección) porqué estoy acá.
Las redes son también un reflejo impiadoso de lo que origina el mensaje. La mayoría de los comentarios fueron impiadosos para toda esta gente, descalificadores. “Vagos, atorrantes, vayan a trabajar” fueron algunas de las expresiones más vertidas. Al mismo tiempo, muchas personas que no lograron ser aceptadas por el sistema, manifestaban su decepción y desencanto. Sentían seguramente, como tantas otras veces, ser objeto de un ardid político.
El cuadro de situación. El Ministro de Economía Sergio Massa, al llegar al Palacio de Hacienda, en agosto pasado, ya adelantó esta medida, que se implementa recién casi 3 meses después. Es consciente que debe amortiguar todo lo que pueda, las consecuencias del ajuste del gasto público que inexorablemente es el único camino posible para llegar al fin de este mandato. Sabe también que no puede pelearse con Cristina y Máximo, ni con los movimientos sociales y/o piqueteros. El relato debe continuar, aunque signifique hacer malabares en el pico del precipicio.
¿Porqué no trabajan, son todos vagos? Me cuesta creer que sea necesariamente tan así. Quiero pensar que muchos de los que estaban allí, mendigando 2 pagos de $ 22.500, que la inflación hará que sea mucho menos al momento de efectivamente percibirlos, desearían tener un trabajo digno, conseguir al fin un laburo que los saque de la indigencia y de tener que mendigar un refuerzo alimentario, como grotescamente se lo llama a este subsidio.
Se perdió la cultura del trabajo. Al mismo tiempo que recibíamos en los estudios de la radio, los testimonios de los postulantes, comenzamos también a recibir mensajes de oyentes que decían, el problema es que se perdió la cultura del trabajo. Existen muchos interesados en un puesto laboral, pero no califican; es decir, no tienen la capacidad para cubrir ese cargo. Lo otro, y tan o más preocupante todavía, hoy cuesta encontrar personas para otras tareas más sencillas, que requieren si el compromiso y respeto por la obligación laboral que asumen, pero que luego no cumplen con los horarios ni días por trabajar.
Este modelo colapsó y el relato está a la vuelta del cementerio. Massa es consciente que así no se puede. No se puede seguir distribuyendo lo que primero no se genera, por eso de una gran potencia, hoy somos más pobres que países vecinos como Chile, Paraguay, Uruguay, Perú y podemos seguir enumerando. La realidad nos pega de frente y la fotografía de esas personas aguardando recibir unos miseros pesos son una muestra fiel de la brutal pobreza a la que nos condujeron. ¿Qué quedó de aquella década ganada?
Si queremos resultados diferentes, no podemos apelar a las mismas recetas. En realidad, los índices de pobreza e indigencia son una responsabilidad y una deuda social de la democracia para con la población. Cristina sabe perfectamente que el final del relato está cerca, ya el sol no se puede tapar con las manos, quienes la idolatraban están en plena retirada. El resultado es gente en las puertas del ANSES para lograr ser aceptado. Los planes vinieron a reemplazar al estudio, al trabajo, al esfuerzo y el compromiso. Ahora la propia Cristina es la que dice: “basta de planes”. Es bastante tarde ya.
Les deseo una muy buena semana.
Lic. José Carlos Odasso