Si llega otra devaluación y se dispara aun más la inflación, no habrá DNU que enfrente el humor social. Por Carlos Fara, analista político.
Hace 36 años, en el contexto posdictadura, un importante diputado peronista renovador –luego devenido empresario– le dijo a un colega de su bloque que había tanto para cambiar en la Argentina democrática que, aunque solo se pudiese girar unos 30 grados respecto a la situación heredada, ya valía la pena. Algún día, y con una relación de fuerzas a favor, se podrían hacer cambios más profundos.
Los principales constitucionalistas de la Argentina –todos ellos no K– han rechazado el procedimiento de modificar un sinfín de situaciones mediante un DNU. Hasta el propio Rodolfo Barra le advirtió al Presidente que había muchas cosas objetables. Un observador podría preguntarse por qué de todos modos el león decidió ir a fondo despertando todo tipo de polémica, tanto sobre el contenido como sobre la forma.
Acá aparece una vez más el pragmático Carlos Salvador Milei: pido diez para conseguir cinco. Si se llega a armar mucho lío, tiene la alternativa de mandar varias leyes al Congreso, varias de las cuales tardarían, pero quizá se aprobarían. De esa manera, se muestra proactivo frente a la opinión pública –porque se trataba de cambiar– e instala la agenda al resto del espectro político. Se hablará sobre lo que el Gobierno impulse y no sobre la marcha piquetera (donde el famoso protocolo no se pudo aplicar cabalmente).
Muchos se preguntan por qué abre tantos frentes de conflicto si no tiene la fuerza política necesaria. Sencillamente porque no cree que podrá ganar todo, sino que obtendrá algo. Entre la línea de largada y la foto dentro de poco habría ganado varias yardas en el campo de juego, como en el rugby.
En un punto, el propio Milei está dando una señal de que las cosas podrían ser de otra manera. Veamos: si va a mandar un paquete de leyes –que ya no será una ley ómnibus, como aconsejamos en esta misma columna– para ser tratadas en extraordinarias, ¿qué contenido tendrán?, ¿serán tanto más radicalizadas que el DNU?, ¿por qué algo va por decreto y otra cosa por leyes?, ¿no es acaso un “engaña pichanga”?
De más está decir que los administrativistas y constitucionalistas deberán trabajar a destajo el resto de diciembre o esperar a que pase la feria de enero para avanzar con los recursos. Seguramente habrá un festival de medidas de “no innovar”, aunque muchos jueces serán renuentes a contradecir a un gobierno que lleva dos semanas en el poder. Algo así como “los árbitros no expulsan en los primeros minutos del partido”.
Muchos querrán llegar rápido a la Corte Suprema para que se defina. Aunque es muy probable que los cuatro cortesanos coincidan con sus colegas constitucionalistas respecto a que este DNU es un “mamarracho jurídico”, tampoco querrán amonestar a un gobierno que recién arranca. Por lo tanto, no aceptarán los recursos de per saltum haciendo que el camino hacia la cima sea largo. O sea: el tiempo juega a favor del Presidente.
Cuando Menem llevó adelante sus profundas reformas promercado contaba con tres elementos a su favor: 1) el peronismo detrás, 2) control de las cámaras, y 3) la anuencia de la Suprema Corte. Ninguna de las tres cosas hoy tiene Milei en sus manos. Sin embargo, no deben olvidarse dos factores: a) el león llegó al poder con muchos votos de la base peronista, cosa que no le sucedió a Macri, y b) dado que es un fenómeno atípico desde todo punto de vista, es recomendable no aplicar los mismos criterios de análisis y cálculo político que a una presidencia salida del anterior statu quo.
Supongamos que puede zafar de la Justicia en parte –ya que sus juristas también deberán transpirar la camiseta–, a la vuelta de la esquina lo espera el Congreso. Hasta que no sepamos cómo se conforma la comisión bicameral de los DNU, no se pueden proyectar escenarios. El oficialismo dice que nunca se rechazó un decreto de esas características en el Parlamento. Claro, tampoco nunca ha habido un presidente con tan poco poder político desde 1983. De todos modos, la legislación de CFK sobre los DNU ahora se le vuelve en contra del kirchnerismo: tendrían que rechazarlo ambas cámaras para dejarlo sin efecto. El no peronismo ya birló a la primera minoría de UxP en el Senado. Incertidumbre.
¿Tiene entonces el león el camino librado para sus reformas? Difícil de saber, porque todo puede terminar en un pantano de impugnaciones que no vayan a ninguna parte, pero podría tener algunos caminos despejados. Ahora depende mucho de la habilidad política de su equipo. Solo como parámetro, se dirá que la primera juntada con los gobernadores no salió muy bien. Pero esto recién empieza.
La pregunta que muchos se hacen es si estas reformas son lo que votó el 56%. Empecemos por decir que el electorado nunca tiene impresiones tan precisas sobre políticas públicas, sino enunciados muy generales como la dolarización. Segundo, particularmente el 30% de base de Milei no es un votante ideologizado (libertario), y por lo tanto confía en que él es el camino hacia la salvación, ya que lo anterior fracasó. Este es un matiz delicado, porque frente a la pregunta: “¿Usted está de acuerdo en destrabar todo tipo de normas que obstaculicen el desarrollo económico?”, la respuesta será muy obvia. Eso no hace una adhesión filosófica. Recuerden: para Bilardo lo importante son los resultados.
Un detalle final que vale la pena marcar es que no es lo mismo comunicar en campaña que comunicar en gobierno, dado que la opinión pública utiliza parámetros bien distintos. Cuando se está en la función pública, ciertas puestas en escena tienen patas cortas. En este caso, el Presidente no debió ir al centro de monitoreo policial, y mucho menos que eso se transmitiera en vivo. Cualquier problema hubiese generado una gaffe innecesaria. Para eso están los ministros.
Todos tenemos en la memoria popular al filósofo Tu Sam, el autor de la famosa frase “puede fallar”. Si la devaluación se quedase corta, hay que volver a corregir el valor del dólar oficial en unos meses. Eso realimentará la inflación y ya no habrá DNU que cambie el humor social.