Según la Real Academia Española, “narcotismo” significa un “estado más o menos profundo de adormecimiento que procede del uso de los narcóticos”. Después de asistir al debate sobre la trágica situación en Rosario da la impresión que una parte de la política está tomada por el “narco-tismo”. En ese marco de adormecimiento frente a la realidad, es recomendable tomar con pinzas mucho de lo que aparece en las encuestas. En los grupos focales la mayor parte de la sociedad habla de sus preferencias electorales con un tono de voz dubitativo, como si nada se pudiese dar por sentado.
Algunos precandidatos presidenciales creen que la mayoría de los dirigentes de su propio espacio también están bajo el efecto de un narcótico. Por ejemplo, Gerardo Morales. Hace exactamente 6 meses comentamos en esta misma columna (“Entre copitos y halcones”) el fastidio que causó dentro de las filas radicales una cena a la convocó el presidente del partido, en donde no habían sido invitados los de Evolución (Lousteau) y tampoco fueron los mendocinos, además de la molestia de los correntinos.
Ya en ese momento algunos diputados radicales decían que el gobernador de Jujuy se quería manejar como si el país fuera su provincia. Dicho ágape fue absolutamente inconducente según la mirada de muchos comensales, lo cual ya los desanimaba y desorientaba.
Se supone que un referente astuto debió haber tomado nota de semejantes conclusiones de los invitados y corregir actitudes en consecuencia. Pues no. Pasaron 6 meses y el anfitrión de entonces solo perseveró en sus errores. Pero claro, a eso se fue sumando el estancamiento de Rodríguez Larreta en las encuestas, todo lo cual produjo la famosa foto en la Fiesta de la Vendimia, con Patricia Reina rodeada de muchos redonditos radichetas. Porque si “me ignorás” y encima hay otra opción que parece ganadora, la cola del besamano se va formando para otro lado. No importa si el escenario no es tan así respecto a la puja entre los precandidatos del PRO: “Cuando todos están equivocados, todos tienen la razón”, como sentenció el dramaturgo Pierre-Claude Nivelle.
Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta (Foto: NA)
Se instaló la sensación de que la presidenta del PRO estaría superando al alcalde de Buenos Aires. El escenario en realidad es de paridad y totalmente abierto, sobre todo faltando apenas 5 meses para las primarias. Son microclimas del círculo rojo, pero que influyen sobre la forma en que los actores toman decisiones, o hacen sus apuestas como en el Casino antes de que empiece a girar la bola en la ruleta. Una acumulación de percepciones en un sentido -el conocido efecto manada- puede producir una burbuja financiera o un quebranto en Wall Street. Así de potentes pueden ser.
La pregunta entonces es: ¿Morales reaccionará? Porque el cuadro se volvió complicado para él dentro de su partido, al mismo tiempo que su socio principal tampoco la lleva tranquilo en su comarca de origen. Solo para especular, ¿Lousteau se quedará con una vela en la mano aguardando otra foto al estilo The Fab Four en Abbey Road? ¿O llegará a la conclusión que todas las promesas larretistas son “hoy un juramento, mañana una traición”, presionado el alcalde por su familia nativa? No vaya a ser cosa que todo se desarme por creer solo en las jugadas de pizarrón. Por las dudas, Bullrich también debería tomar nota de esta levedad del ser radical, ya que la mayoría de los de la foto etílica acudieron por despecho, no por amor.
Otro que debe suponer que sus socios políticos están narcotizados es el presidente, ya que solo a él se le ocurre tener un off the record con un periodista que cada tanto lo sacude con críticas ideológicas muy contundentes. Todo el mundo frentetodista se preguntaba esta semana lo mismo: si quiso congraciarse con Ella el 1° de marzo, ¿para qué diablos dice que con él se terminarían 20 años de kirchnerismo?
No debería preocuparle a Alberto que sus eventos oficiales sean en soledad política, ya que dirigentes sensatos muy cercanos a Cristina se encogen de hombros recordando que ni siquiera les llegan las invitaciones formales a concurrir. Es más: nunca llegaron, solo que por elemental disciplina política asistían y movilizaban a sus respectivos cuadros. Obviamente se cansaron.
Este sábado empieza el operativo clamor para la jefa finalmente sea candidata… a algo. Si CFK en algún momento desea volver de su negativa a competir por algún cargo, necesita una bola de nieve que movilice a la militancia y la “convenza” de la necesidad histórica. Viendo el espectáculo de Juntos por el Cambio (por ejemplo, en Tucumán están al borde de la ruptura luego de casi empatar en la legislativa de 2021), la vicepresidenta hace bien en no apurarse a definirse públicamente, no vaya a ser cosa que los adversarios cometan tantos errores que la taba se dé vuelta. Las elecciones en la política contemporánea se están definiendo a favor de “el menos malo”.
Los fundamentos del fallo de la causa Vialidad serán de gran interés para los involucrados, y seguramente habrá polémica. Sin embargo, eso no incidirá en las decisiones de los votantes, ni modificará la estructura del escenario político. Por su lado, Sergio Tomás Copperfield se está sacando de encima la bola de nieve de vencimientos frente a las quejas opositoras. Con ese pase de magia, la no devaluación permanente, la readecuación de metas con el FMI y los precios justos, a su manera está tratando de narcotizar a la inflación.
Y la sociedad, ¿también está narcotizada? Pues este verano la gente que puede consumir decidió marcar récords históricos de taquilla en los teatros de Buenos Aires y Mar del Plata. Pudieron gastar su dinero de otra manera. Pero por alguna razón decidieron ir al teatro, lo cual indica que prefirieron una tragedia, una comedia o una farsa deliberadamente escritas para esos fines, más allá de las que ofrece de a ratos la política argentina. Más de uno o una pensarán que los asistentes prefieren así olvidar la dura realidad. Pero, como ha escrito Mario Benedetti, el olvido está lleno de memoria.
Por Carlos Fara, Analista político y titular de Carlos Fara & Asociados