La añoranza de la Patria:
Esta historia comienza en El Kafrun, Siria, territorio que antes de la Primera Guerra formaba parte del Imperio Otomano. Los pueblos sometidos sufrían persecuciones religiosas y miseria.
Sara Ise nació a fines del siglo XIX pero no hay datos sobre la fecha ni el nombre de su aldea natal. A muy corta edad quedó huérfana de madre y debió hacerse cargo de los hermanos y de las tareas hogareñas. Apenas adolescente quedó comprometida en matrimonio con Miguel Zacarías, por un acuerdo familiar. No se tomaba en cuenta lo que opinaba la mujer. Cualquier alternativa resultaba preferible a quedarse soltera, convertida en sirvienta en casa de sus hermanos casados.
Miguel, como tantos otros jóvenes sirios decidió sacudirse el yugo de la dominación turca para buscar nuevos horizontes en Amalka, como ellos llamaban a América. Junto a otros audaces salió clandestinamente del país y arribó a Buenos Aires donde comenzó a trabajar de “mercachifle”. Cuando reunió el dinero suficiente regresó a Siria para casarse con su prometida Sara, doce años menor que él.
Volvió solo y se trasladó a Reconquista donde, poco a poco, reunió un pequeño capital que le permitió abrir un negocio de ramos generales. Recién entonces consideró que estaba en condiciones de formar su familia. Regresó nuevamente a Siria a buscar a su esposa que poco antes había tenido a su primogénita, Emilia.
“Sara que sólo tenía 15 años fue una ama de casa ejemplar, sabía desempeñarse bien en todas las tareas hogareñas.
Nunca aprendió a leer ni a escribir, ni en árabe ni en castellano. El aprendizaje del español le resultó muy difícil y también la adaptación al nuevo país que en cada se parecía a su tierra natal.
Fue una mujer fiel, moralista y atada a sus costumbres. Vivió apenada y añorando su patria y su familia que terminó dispersándose por el mundo”
Sara Hanuch. Nieta
Sara le dio a Emilia siete hermanos argentinos, su casa era amplia y generosa como para alojar a una familia numerosa y a los jóvenes compatriotas que Miguel traía de Siria, en sucesivos viajes, para que aquí pudieran tener una vida mejor. Junto a Sara los amparaban en su casa y actuaban de tutores hasta que se organizaban y formaban sus hogares.
Los domingos y días de fiesta la casa se llenaba de gente, para los hombres se encendía el “narguile” mientras que las mujeres preparaban comidas típicas tales como “Queppe”, “burgol”, “greiby”, “baclaba”, “chanclif” y “lavan” entre otras exquisiteces.
“Sara siempre mantuvo prendido en su corazón el fuego sagrado de su raza que era su identidad, lo que le permitió mostrar a la comunidad la herencia cultural recibida, a través de las comidas, los valores de vida, el idioma y la religión”.
Datos aportados por:
Sara Hanuch: Nieta
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