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MUJERES DE RECONQUISTA: LA HISTORIA DE MARÍA IGLESIAS CAINELLI

Docencia y Marumbá

Había nacido en la norteña localidad de Florencia el 19 de mayo de 1931 en el hogar compuesto por Ramón Iglesias y Sixta Maidana, eran numerosos hermanos y ocurre una desgracia: Sixta muere al dar a luz a su noveno hijo, María apenas tenía dos años cuando queda huérfana de madre. Ante esa tragedia el padre comienza a ubicar a sus chicos en diferentes hogares. Así es como Mary pasa a tener una familia de crianza: Manuela Lozano y Ernesto Ramayón quienes estaban instalados en Villa Guillermina pues él trabajada en La Forestal.

De sus estudios primarios no se tiene noticia, los secundarios los inicia en el Colegio de “Las Adoratrices” de Santa Fe, de esa época le queda una gran rebeldía con respecto a las cuestiones religiosas. Finalmente egresa como Maestra en la Escuela Normal de Reconquista a fines del año 1951.

El 10 de enero del año siguiente se casa con Carmelo Cainelli.

Comienza su vida laboral en la escuela del puerto, llegar hasta allí solía ser un problema para las maestras, lo subsanaban usando como medio de transporte los camiones areneros. Continua en la Escuela de Campo Leonhardt donde vivía en la casa destinada al maestro, ella juntos a los hijos que habían llegado; Ernesto Enrique (Pilinchi) y Ana María. Los fines de semana Carmelo iba a buscarlos en un taxi; él vivía en Reconquista, porque trabajaba en la Caja de Pensiones Sociales de la Provincia de Santa Fe.

Mary pasó luego a una escuela de Flor de Oro, donde daba clases en ambos turnos y a la noche se ocupaba de alfabetizar a los adultos, en suma cada día era una larga jornada. Don Carmelo ya había accedido al auto propio, un Citroen, con el cual iba los viernes, siempre que no lloviera, a buscar a su familia que había sumado un integrante más: Mario René.

Las ultimas escuelas donde María trabajó fueron la del Bo. Matadero, la “Fragata Libertad” del Barrio Moreno y finalmente la denominada “Comandante Piedrabuena” del Bo. Itatí de Avellaneda. En esta ultima terminó su carrera docente, jubilándose en el año 1997.

Mi madre fue una persona muy dedicada a la docencia pero se hizo el tiempo necesario para acompañarnos en nuestras inquietudes.

En el año 68, un grupo de chicas y chicos, entre ellos mi hermano Pilinchi, Roberto Ingaramo, Silvia Arzamendia y otros, íbamos a la pileta del Tenis Club; allí tuvimos la idea de organizar una comparsa para festejar el Carnaval. Vinimos a casa y se lo contamos a ella que inmediatamente nos apoyó. Enseguida se sumó Oriel Visintini quien enseñaba patín y se convirtió en el coreógrafo. Se formó una comisión integrada por numerosas madres de los que estaban en la comparsa: Haydé Villar de Ingaramo, Lidia Fabrissín de Vizcay, Clelia de Rovere, Zunilda de Carballo, en fin muchas familias participaban y apoyaban; Diaz, Fantín, Pagano, Loubiere, Martínez, González …

Así fue como Marumbá se entrenó en febrero de ese año, 1968, con el tema “Hawaiano” y llevando como reina a Liliana Vassano. En 1969 el tema fue “Fantasía Bahiana” y la reina, Graciela Ingaramo cuya carroza representaba a un gran ananá. 

Tres bellas de Marumbá.

Tres bellas de Marumbá.

En 1970 también salió Marumbacita como comparsa infantil. Bebi Diambri de Gamba presidía la comisión de madres.

Otros temas que merecen recordarse fueron: “Fantasía Oriental” (1970), “En la Frontera de México” (1971), “Centroamérica” (1972), “La Gran Revista” (1973), ese año la reina fue Susana Frey, “Fantasía Rioplatense” (1975) la reina era Ana María Cainelli. Y así se fueron sucediendo los temas de Marumbá, sus bellas mujeres y apuestos jóvenes. Tampoco olvidamos a “Papito” Pérez que acompañaba caminando a la carroza de la comparsa.

Papito era feliz en febrero. Como nunca. Se despojaba de su viejo pantalón oscuro abrochado por encima del ombligo y se ponía con placer ese traje color rosado con unas pocas lentejuelas. La misma estrofa de no más de nueve palabras la cantaba en los días previos a los corsos de calle Patricio Diez y los vecinos de Reconquista nos divertíamos escuchando su fina voz. En realidad, era lo que mejor se le entendía. Su tartamudez no le permitía explayarse demasiado.

“Papito” era un símbolo de los corsos de la década del 70 (…) “Papito” se preparaba para que lo aplaudieran mientras movía sus manos tratando de imitar a las más codiciadas bailarinas de la comparsa de sus amores … “La que nos gusta a los dos” repetía hasta el hartazgo pero siempre mostrada tres dedos. No podía coordinar bien sus movimientos. Pero era feliz.*

Lo de Marumbá fue un fenómeno vivido en forma personal. Había mucho trabajo. Desde la incansable Mary Cainelli detrás de cada detalle, hasta el esfuerzo creativo de cada uno de sus integrantes. ¿Quién no recuerda las coreografías de Oriel Visintini, la plasticidad de Roberto Ingaramo o los despliegues de Totoncho Cabrera transitando las cuadras al mismo ritmo, sin demostrar fatiga? ¿Quién puede no reconocer los shows frente a los palcos de Juancito Sarmiento, ese incansable creador artístico … ?

¿Alguien puede olvidar los aplausos que arrancaban con sus figuras las chicas Galfrascoli, Fiameni, Cainelli, Della Rosa o el reinado de Franzoni, con sus lujosos vestidos para cada noche? ¿Quién no guarda en sus oídos los sones de la scola de samba, coordinados primero por el Negro Bottegoni y seguidos con la misma capacidad por el Mencho Bordone, con el pucho en la boca, la camisa desprendida y el cencerro en la mano?

Los corsos eran una fiesta inolvidable. Llenos de color, esfuerzo y belleza. Pero también sirvió para que el pueblo se pudiera expresar. Y ni la dictadura ni la iglesia la pudo censurar.*

El trabajo de Mary Cainelli, como todos la llamaban, no se limitaba al diseño y bordado de los trajes o a buscar los instrumentos musicales. Muchos jóvenes pasaron por su casa, algunos necesitaban alojamiento, otros, contención afectiva. Ella los escuchaba y los aconsejaba, estaba ahí siempre dispuesta a dar una mano.

Tanto en la docencia como en la comparsa puso tesón, perseverancia y honestidad. En Marumbá también se destacó por su pasión y la garra con las que llevaba adelanta este emprendimiento cuyo único objetivo era darles a los jóvenes una sana diversión y una muestra de creatividad, de belleza y alegría a los corsos de nuestra ciudad.

María Iglesias de Cainelli falleció, a los 63 años el 5 de agosto de 1998.

Entrevista a Ana María Cainelli

*”Postales de un Carnaval” por Daniel Enz. Hijo de comparseros y ex integrante de la Scola do Samba de Marumbá durante 9 años. Edición 4. 20 de enero de 2000.

Había nacido en la norteña localidad de Florencia el 19 de mayo de 1931 en el hogar compuesto por Ramón Iglesias y Sixta Maidana, eran numerosos hermanos y ocurre una desgracia: Sixta muere al dar a luz a su noveno hijo, María apenas tenía dos años cuando queda huérfana de madre. Ante esa tragedia el padre comienza a ubicar a sus chicos en diferentes hogares. Así es como Mary pasa a tener una familia de crianza: Manuela Lozano y Ernesto Ramayón quienes estaban instalados en Villa Guillermina pues él trabajada en La Forestal.

De sus estudios primarios no se tiene noticia, los secundarios los inicia en el Colegio de “Las Adoratrices” de Santa Fe, de esa época le queda una gran rebeldía con respecto a las cuestiones religiosas. Finalmente egresa como Maestra en la Escuela Normal de Reconquista a fines del año 1951.

El 10 de enero del año siguiente se casa con Carmelo Cainelli.

Comienza su vida laboral en la escuela del puerto, llegar hasta allí solía ser un problema para las maestras, lo subsanaban usando como medio de transporte los camiones areneros. Continua en la Escuela de Campo Leonhardt donde vivía en la casa destinada al maestro, ella juntos a los hijos que habían llegado; Ernesto Enrique (Pilinchi) y Ana María. Los fines de semana Carmelo iba a buscarlos en un taxi; él vivía en Reconquista, porque trabajaba en la Caja de Pensiones Sociales de la Provincia de Santa Fe.

Mary pasó luego a una escuela de Flor de Oro, donde daba clases en ambos turnos y a la noche se ocupaba de alfabetizar a los adultos, en suma cada día era una larga jornada. Don Carmelo ya había accedido al auto propio, un Citroen, con el cual iba los viernes, siempre que no lloviera, a buscar a su familia que había sumado un integrante más: Mario René.

Las ultimas escuelas donde María trabajó fueron la del Bo. Matadero, la “Fragata Libertad” del Barrio Moreno y finalmente la denominada “Comandante Piedrabuena” del Bo. Itatí de Avellaneda. En esta ultima terminó su carrera docente, jubilándose en el año 1997.

Mi madre fue una persona muy dedicada a la docencia pero se hizo el tiempo necesario para acompañarnos en nuestras inquietudes.

En el año 68, un grupo de chicas y chicos, entre ellos mi hermano Pilinchi, Roberto Ingaramo, Silvia Arzamendia y otros, íbamos a la pileta del Tenis Club; allí tuvimos la idea de organizar una comparsa para festejar el Carnaval. Vinimos a casa y se lo contamos a ella que inmediatamente nos apoyó. Enseguida se sumó Oriel Visintini quien enseñaba patín y se convirtió en el coreógrafo. Se formó una comisión integrada por numerosas madres de los que estaban en la comparsa: Haydé Villar de Ingaramo, Lidia Fabrissín de Vizcay, Clelia de Rovere, Zunilda de Carballo, en fin muchas familias participaban y apoyaban; Diaz, Fantín, Pagano, Loubiere, Martínez, González …

Así fue como Marumbá se entrenó en febrero de ese año, 1968, con el tema “Hawaiano” y llevando como reina a Liliana Vassano. En 1969 el tema fue “Fantasía Bahiana” y la reina, Graciela Ingaramo cuya carroza representaba a un gran ananá. 

En 1970 también salió Marumbacita como comparsa infantil. Bebi Diambri de Gamba presidía la comisión de madres.

Otros temas que merecen recordarse fueron: “Fantasía Oriental” (1970), “En la Frontera de México” (1971), “Centroamérica” (1972), “La Gran Revista” (1973), ese año la reina fue Susana Frey, “Fantasía Rioplatense” (1975) la reina era Ana María Cainelli. Y así se fueron sucediendo los temas de Marumbá, sus bellas mujeres y apuestos jóvenes. Tampoco olvidamos a “Papito” Pérez que acompañaba caminando a la carroza de la comparsa.

Papito era feliz en febrero. Como nunca. Se despojaba de su viejo pantalón oscuro abrochado por encima del ombligo y se ponía con placer ese traje color rosado con unas pocas lentejuelas. La misma estrofa de no más de nueve palabras la cantaba en los días previos a los corsos de calle Patricio Diez y los vecinos de Reconquista nos divertíamos escuchando su fina voz. En realidad, era lo que mejor se le entendía. Su tartamudez no le permitía explayarse demasiado.

“Papito” era un símbolo de los corsos de la década del 70 (…) “Papito” se preparaba para que lo aplaudieran mientras movía sus manos tratando de imitar a las más codiciadas bailarinas de la comparsa de sus amores … “La que nos gusta a los dos” repetía hasta el hartazgo pero siempre mostrada tres dedos. No podía coordinar bien sus movimientos. Pero era feliz.*

Lo de Marumbá fue un fenómeno vivido en forma personal. Había mucho trabajo. Desde la incansable Mary Cainelli detrás de cada detalle, hasta el esfuerzo creativo de cada uno de sus integrantes. ¿Quién no recuerda las coreografías de Oriel Visintini, la plasticidad de Roberto Ingaramo o los despliegues de Totoncho Cabrera transitando las cuadras al mismo ritmo, sin demostrar fatiga? ¿Quién puede no reconocer los shows frente a los palcos de Juancito Sarmiento, ese incansable creador artístico … ?

¿Alguien puede olvidar los aplausos que arrancaban con sus figuras las chicas Galfrascoli, Fiameni, Cainelli, Della Rosa o el reinado de Franzoni, con sus lujosos vestidos para cada noche? ¿Quién no guarda en sus oídos los sones de la scola de samba, coordinados primero por el Negro Bottegoni y seguidos con la misma capacidad por el Mencho Bordone, con el pucho en la boca, la camisa desprendida y el cencerro en la mano?

Los corsos eran una fiesta inolvidable. Llenos de color, esfuerzo y belleza. Pero también sirvió para que el pueblo se pudiera expresar. Y ni la dictadura ni la iglesia la pudo censurar.*

El trabajo de Mary Cainelli, como todos la llamaban, no se limitaba al diseño y bordado de los trajes o a buscar los instrumentos musicales. Muchos jóvenes pasaron por su casa, algunos necesitaban alojamiento, otros, contención afectiva. Ella los escuchaba y los aconsejaba, estaba ahí siempre dispuesta a dar una mano.

Tanto en la docencia como en la comparsa puso tesón, perseverancia y honestidad. En Marumbá también se destacó por su pasión y la garra con las que llevaba adelanta este emprendimiento cuyo único objetivo era darles a los jóvenes una sana diversión y una muestra de creatividad, de belleza y alegría a los corsos de nuestra ciudad.

María Iglesias de Cainelli falleció, a los 63 años el 5 de agosto de 1998.

Entrevista a Ana María Cainelli

*”Postales de un Carnaval” por Daniel Enz. Hijo de comparseros y ex integrante de la Scola do Samba de Marumbá durante 9 años. Edición 4. 20 de enero de 2000.

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