Isidora Cuenca de Viganotti: Vida de trabajo:
Había nacido con los calores del segundo día de enero de 1911, en Tartagal. Su padre era paraguayo, trabajaba en La Forestal y en esa localidad santafesina había formado familia con Rómula Pérez y los hijos que fueron llegando: Isidora, Mario, Rosa, Pedro y una niña que falleció poco después de nacer.
A Tartagal solía llegar don Sabas Chapero en su trabajo de fletero, trabó amistad con la familia Cuenca e inclusive fue padrino de bautismo de Isidora. Cinco años tenia la niña cuando sus padres se la entregaron a Sabas para que la llevara a vivir con su familia. Así arribó Isidora a la casa de Jesusa Traviesas de Chapero, a quién aprendió a llamar “Madrina”. Nunca supo por qué la separaron de sus padres.
“Mi vida fue de trabajo, desde muy chica trabajé con Madrina en su fábrica de escobas, ella había quedado viuda y como tenía que mantener a sus hijos, trabajaba de sol a sol. Recuerdo que ella sufría de asma así que había hecho una pieza sin techo y adentro había un catre donde ella se acostaba a tomar sol y fumar cigarros de floripondio que eran buenos para calmar esa enfermedad”.
Isidora conoció a Héctor Viganotti que era capataz en la ladrillaría de su Madrina y el 20 de julio de 1929 se casaron. Ese día vio a su madre después de tantos años, luego pasarían tantos otros hasta recibir la noticia de su fallecimiento ocurrido en Santa Fe. Isidora viajó para asistir a su sepelio.
“Héctor era muy serio, me llevaba 16 años y no teníamos tiempo para baile, yo no pensaba en otra cosa que no fuera trabajar. Madrina me dio este terreno para que hiciera mi casita que era humilde pero igual el 22 de abril de 1936 comenzó a funcionar aquí la primera escuela del barrio, la que después se llamaría Domingo Faustino Sarmiento. Se inició con 42 niños, la directora era Consuelo Chapero de Calvo”.
Héctor Viganotti, con posterioridad a su trabajo en la ladrillería, tenía un camión con el cual hacia viajes a Goya. En uno de esos viajes falleció mientras cambiaba la rueda de su camión. Así fue como Isidora quedó viuda y tuvo que criar sola a sus hijos: Héctor, Teresita y Olga.
Más que nunca el trabajo fue la principal preocupación de sus días. Planchaba camisas por encargo y cuidaba enfermos, les hacia inyecciones y las curaciones. Con sus hijas se levantaban a la madrugada para hacer pastas, empanadas y pasteles que luego todo el barrio degustaba.
“Mis velas “para rendir” también eran para todos los chicos de la cuadram cada vez que alguno tenia que rendir un examen en alguna materia venía y me decía: tía Dora (así la llamaban) mañana rindo. Yo prendía una vela y si la llama esta derechita era porque todo saldría bien, si no era porque el chico estaba nervioso, así que yo rezaba y listo.
Hablando de rezar, yo ayudaba mucho en el costurero de la Capilla San Roque hasta que un día el padre me dijo que no me podía confesar más porque yo no era casada por iglesia, así que dejé de ir. Pero nunca dejé de solidarizarme con quien más lo necesitaba, nunca”.
Isidora Cuenca, o Dora, como le decían en el barrio, dejó este mundo el 14 de julio de 1991.
Entrevista realizada por Mónica Diaz a su abuela. Editada en “Reconquista, Imágenes y Testimonios”. Fondo editorial municipal. Año 2000.