En los años 90 del siglo XIX, entre los centenares de inmigrantes llegados a Buenos Aires, estaba la familia de Francisco Vilaseca, Dolores Sellarés y el hijo de ambos, Melchor. Venían de Salient, Cataluña, España, y habían embarcado en Barcelona.
Se instalaron primero en Avellaneda donde vivía José Sellarés, hermano de Dolores. Allí se arremangaron y se dedicaron al oficio de hacer ladrillos, manualmente, uno a uno. A la par del incansable trabajo de los días y los años, fueron llegando las hijas, Margarita, Carmen, Mercedes y Benita. Así se formó la familia con cinco vástagos.
Dolores acompañó sin pausa a Francisco en un nuevo proyecto: comprar un terreno en Reconquista para abrir un almacén de Ramos Generales. En 1898 el edificio quedó terminado. La galería interior daba a un amplio patio con aljibe y no faltaban la parra, el jardín y la huerta.
Don Francisco se ocupaba de la quinta ubicada al oeste del pueblo y doña Dolores regenteaba el almacén que abarcada comestibles, tienda, zapatería, bazar, ferretería, corralón, armería, forraje y bar.
El bar no era el tipo de bar que conocemos hoy, pues allí no se bebía, sino que se servían platos típicos catalanes. Atendía también los domingos y tenía como habituales concurrentes a los campesinos que salían de misa de las 10. En ese lugar se podía comer tortillas con cebolla y chorizo colorado.
Florentino Hernández
Doña Dolores se ocupó de que su almacén estuviera a la vanguardia de las novedades: fue el primero que trajo a Reconquista los famosos bizcochos Canale, las masitas Bagley y las alpargatas Luna. También la contabilidad estaba a su cargo, por eso en el pueblo lo llamaban “la bancaria”.
Casi medio siglo existió el Almacén, el animado ir y venir de los vecinos, de la gente de afuera, de los viajantes, de la infaltable asistencia dominguera de los colonos, del abrir las puertas al despuntar el día y cerrarlas ya entrada la noche.
El 4 de octubre de 1939 a los 84 años, falleció doña Dolores, emblema de la inquebrantable laboriosidad de ese grupo familiar. Su muerte significó el preludio para que el Almacén también entrara entre las sombras.
Florentino Hernández
El almacén de Vilaseca cerró sus puertas en 1944. Dos años más tarde alquilaron la propiedad al Ministerio de Educación y allí funcionó la Escuela Nacional de Comercio que la ocupó hasta el año 2003.
El Almacén de Francisco Vilaseca y Dolores Sellarés fue uno de los más importantes entre los ubicados en la zona céntrica de la ciudad. Lo atendían los miembros de la familia. Las hijas, Margarita, Carmen, Mercedes y Benita, se ocupaban de la mercería y tienda; el hijo, Melchor, estaba a cargo del almacén, ferretería y corralón; Doña Dolores no se separaba de la caja, mientras que Francisco atendía la huerta que se hallaba en las afueras del pueblo.
¿Te interesa la historia de nuestra ciudad y querés conocerla con mayor detalle? Podés conseguir los libros de la profesora Mirta Vacou en La Casa del Libro o bien contactándote al Whatsapp 3482-332580. ¡Muchas gracias!
