La semana que concluyó marcó la potenciación de la protesta piquetera. Los cortes de calle son moneda casi diaria en Capital Federal, y tras las bajas y recortes en los planes, las manifestaciones se replican también en gran parte del país.
El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación confirmó que en marzo se dieron de baja 100.000 planes porque habían sido otorgados ilegalmente. El gobierno avanza también en la revisión de otros 160.000 planes, del programa Nexo, que otorga $ 34.750 por mes. La ministra Toloza Paz afirma que no es ajuste. La realidad es que hay un grupo, o varios o muchos que lucran con la pobreza de muchísimos argentinos.
Este miércoles, fueron más de 100 los cortes en diversos puntos del país. Debí ser, sin que me lo propusiera y sin tener otra alternativa, testigo y victima al mismo tiempo de lo que significa un piquete. Pero aproveché ese tiempo para observar el comportamiento de los manifestantes. Lo primero en llamarme la atención fue la edad, entre 18 y 25 años en promedio. Es gente muy joven, reflexioné. Y a partir de allí, me surgieron una cantidad de preguntas, a las que no pude encontrarle respuestas, mientras observaba sus rostros y pensaba en el futuro.
¿Cuál es el futuro de estos jóvenes? Siempre el joven, fuimos así educados e instruidos, es símbolo de esperanzas, de ser protagonistas y hacedores de un mejor país, de tener la capacidad suficiente de cambiar lo que sea necesario. ¿Qué futuro podemos esperar de estos jóvenes manifestantes piqueteros?
¿Qué hacen hoy en día esos jóvenes? El rostro expresa mucho, especialmente cuando están curtidos por el sol, el frio o el viento. Las manos dicen también lo suyo. La impresión es que muy pocos, casi ninguno, de los que allí se manifestaban trabajaron o trabajan en la actualidad. Puede que no trabajen, entonces lo más importante, que estudien. Rápidamente me formulé una pregunta. ¿Cómo ocuparan todas las horas del día y la noche estos afectuosamente chicos? Cada nuevo día es una pagina en blanco que debe ser llenada, en estos casos que nos ocupan, cómo se encargan de completar cada nueva jornada.
¿Qué piensan estos jóvenes? ¿Será que están conformes, me imagino que felices seguramente no, será que piensan en sus futuros, o pensarán pasar así el resto de sus días? ¿Habrán visto trabajar a sus padres o abuelos? Siempre son, si no un ejemplo, al menos una guía o un espejo en el cual verse. ¿Qué ven ellos?
¿Será que estos jóvenes quieren trabajar o estudiar? ¿Y si efectivamente quieren, por qué no lo hacen? ¿Qué les impide concretar esa aspiración? ¿Qué realmente quieren hacer? ¿Será que pensarán vivir toda su vida de un plan que es una miseria y alcanza cada vez menos? ¿Qué piensan ellos de los políticos y de quienes le reparten esos planes? ¿Alguien les habrá dicho alguna vez que todo derecho entraña una obligación? ¿En tal caso, a qué se sienten obligados?
¿Qué pasa si le ofrecen trabajo? Mientras observaba ese escenario, que realmente confieso decirlo me dolía y mucho, pensé: ¿si viene alguien y les ofrece un buen trabajo, con un salario del primer mundo, estarían en condiciones de aceptarlo? Y me respondí, muchos o algunos aceptarían la oferta y rápidamente me devino otra consulta. ¿Estarían en condiciones de calificar para un puesto laboral, cuantos de los que allí se manifestaban?
El piquete se levantó por media hora y por lo tanto pudimos seguir la marcha. Seguí formulándome preguntas y más preguntas, sin encontrar respuestas. En ningún momento sentí bronca ni indignación. Me invadió una gran angustia, la de saber que este no es el camino para lograr soluciones. Los planes son cada vez más y sin embargo la pobreza sigue creciendo sin encontrar todavía techo. El 40% de pobres es mucho más que un simple porcentaje. Son jóvenes que viven de un plan, sin proyectos de vida, sin estudio, sin capacidad para trabajar, sin futuro. Lamentable y penosamente, reflexioné, así estamos como nación: ¡¡¡SIN FUTURO!!!
Deseo fervientemente estar muy equivocado. Ojalá, así sea.
Les deseo una muy buena semana.
Lic. José Carlos Odasso