Se cumplieron 47 años de aquel 24 de marzo de 1976, cuando la Junta Militar de entonces desalojaba del gobierno a Isabel Perón. Fueron Jorge Rafael Videla, Eduardo Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti quienes protagonizaron aquel fatídico golpe militar.
Escribo estas líneas apelando exclusivamente a lo que mi memoria fue capaz de registrar y a pesar del tiempo transcurrido hay sucesos grabados a fuego y preguntas que, pese a haber ya transcurrido medio siglo, siguen sin encontrar respuestas contundentes.
Lo primero que recuerdo es la previa a aquel golpe militar. Tras la muerte del General Juan Domingo Perón, debió ser sucedido por su propia esposa. Isabel no tenía la más mínima capacidad política para intentar enderezar un barco que ya el líder del peronismo no había podido domar. Me queda aquel ultimo discurso del anciano presidente cuando echó a los montoneros de la Plaza de Mayo. La viuda de Perón se basaría en lo que le indicaba José López Rega, algunos lo llamaron el brujo López Rega, que montó lo que denominó la Triple A, (Alianza Antiterrorista Argentina). Ello derivó en un baño de sangre, prácticamente una guerra civil que en estos tiempos de grieta corresponde no olvidar, aunque más no sea para cuidarnos.
La situación se volvió cada vez más dramática y fuera de control para un gobierno muy endeble desde su propio origen. Allí apareció el decreto del presidente provisional del Senado, Raúl Lastiri, en el que convocó a las Fuerzas Armadas a aniquilar al terrorismo. Todavía se discute hoy cuál fue el verdadero significado de la palabra aniquilar. Lo cierto es que se pasó a un terrorismo total, en este caso el terrorismo se habría de materializar desde el propio estado con la llegada de los militares al gobierno.
La realidad económica de entonces fue otro factor precipitante de lo que nos aprestaríamos a vivir. El rodrigazo quedó en la memoria colectiva de muchos que vivieron aquellos tiempos tan aciagos. Lo llamativo es que casi 50 años después, algunos problemas económicos de entonces siguen vigentes, y lo más penoso todavía, ciertas medidas correctivas aplicadas en aquel momento se siguen utilizando en la actualidad. ¿Qué hace pensar que lo que vino fracasando sistemáticamente, ahora tendrá éxito?
Aquel contexto tan complejo y controvertido llevó a que muchos reclamaran el “remedio militar”, incluso dentro del propio peronismo y hasta del mismo gobierno. Resuena todavía aquel sabio llamado a la reflexión por parte del radical Ricardo Balbín, cuando pidió “un minuto”. Ya era demasiado tarde, el líder de la UCR no fue escuchado, no había tiempo ni espacio para más.
Aquella mañana del 24 de marzo, amanecimos al ritmo de marchas militares y las proclamas del autodenominado “Gobierno de Reorganización Nacional”. Muchos recibieron con inmensa alegría aquella determinación, nunca imaginaron que nos aprestábamos a ingresar en una larga y trágica noche.
Una situación caótica más el poder de Washington. Todo lo que vengo recordando explica la razón local de aquel gobierno de la junta militar. Al mismo tiempo, en un mundo todavía partido en dos, EEUU y la Unión Soviética, expresa la otra parte de la historia. Los golpes militares no eran posible sin el consentimiento de Washington; es más, el presidente a ingresar debía contar con su consentimiento. Y al mismo tiempo, toda la región pasó a tener por entonces gobiernos militares como partes de lo que se denominó Plan Condor, un plan de exterminio de las células terroristas.
La salida militar no fue ninguna solución. Lo sucedido aquel 24 de marzo de 1976 demostró que apelar a los militares no es ninguna solución. Cuando antes ciertas situaciones actuales no deseadas algunos dicen “que vuelvan los militares” muestra que a veces no aprendimos nada de la historia y de sus errores. Los problemas de la democracia deben encontrar sus remedios dentro de los propios mecanismos del sistema.
Memoria, es una apelación a realizar una mirada retrospectiva y muy profunda. Debe ser la búsqueda de respuestas donde todavía sobran los interrogantes. Es la imperiosa necesidad de no caer, una vez más, en soluciones fáciles que luego terminan en tragedia.
La democracia tiene enormes deudas para con la sociedad argentina. Con mucho pesar y dolor, debemos admitir que los indicadores sociales de la actualidad son más endebles que entonces. Es una realidad tan inobjetable como dura, pero los militares NUNCA MÁS.
Les deseo una muy buena semana. Lic. José Carlos Odasso