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Lo que dejó la semana: ¿Economia social o de familia?

La realidad del mercado social y solidario no deja lugar a dudas. Está muy lejos, lejísimo, de lo que realmente se esperaba y proyectaba de esta iniciativa. Confieso admitirlo, cuando me explicaron lo que se pretendía realizar en ese lugar, hasta logré ilusionarme y dije: “Ojalá que sirva para promover el emprendedurismo y que el lugar resulte pronto chico para albergar a tanta gente deseosa de exponer y vender allí lo que produce y deseé también que los precios favorecieran especialmente a las familias menos afortunadas. Se pensó también que podía ser un instrumento regulador de la economía comercial o formal. Muy poco o nada de ello lamentablemente sucedió hasta el momento.

¿Qué es la economía social? Es un conjunto de iniciativas socioeconómicas que apuntan a generar  cambios de paradigmas. Se basa en el trabajo colaborativo de las personas y la propiedad colectiva en los bienes. Se propone repensar la economía tradicional, se fundamenta en la solidaridad (de allí también su nombre), la cooperación, el servicio a la comunidad y la prevalencia del beneficio común sobre la utilidad individual. Posee una dimensión colectiva y la participación voluntaria. Es un enfoque de positivismo social.

¿Qué pasó? La realidad muestra que esto no sucedió en absoluto. En todo caso, la pregunta es por qué aquí no logró prosperar hasta ahora, cuando existen otros ejemplos que sí lo consiguieron y logran  sostenerse. Vía libre Radio entrevistó a Víctor Vargas para conocer su opinión al respecto. El subsecretario municipal de economía social admitió muchas de las dificultades existentes: “la realidad es que el mercado no termina de tomar el ritmo que nosotros quisiéramos darle”, admitió y agregó: “nunca hemos podido, de alguna manera, darle la magnitud deseada a la producción hortícola, porque nosotros sabemos que acá en Reconquista no tenemos un gran cordón de producción de verduras y demás”. Si esto fuera exactamente así, antes de montar un mercado de esta magnitud, lo correcto hubiera sido generar primero una cultura hortícola, con un área específica para ello. Se cae de maduro que debió capacitarse primero a los feriantes sobre el valor de trabajar de manera colectiva, con sentido de colaboración y el bienestar compartido. Me temo que muy poco de esto se hizo, o al menos, no se ve en la práctica. “De alguna manera, no fuimos teniendo la posibilidad de tener la cantidad de visitantes al mercado que desearíamos tener”, reconoció.

¿Qué dice la gente? Mientras realizábamos la entrevista aludida, comenzaron a ingresar numerosos mensajes sobre el tema. “No es el lugar apropiado”. “La soberbia de los que dirigen el mercado hace que los emprendedores no vayan”. “No funciona el mercado solidario porque tienen todo muy caro, como ser la verdura”. “Esto se hizo porque se suponía que es para comprar a precios accesibles, pero el mercado se hizo sin sentido”. “Mucho ruido y pocas nueces”. “Debieron pensar antes, acá nunca hubo huertas, por eso no hay verduras”.  “Lo mismo sucedió con el Centro de Artesanos en la terminal”. “Si quieren ver una feria que funcione, vengan los sábados a barrio Luján, y no cuesta nada a nadie”.

¿Economía de familiar? Lo preguntamos en el título. Ahora quiero compartir un concepto personal. Si cualquiera de ustedes proyecta montar un mercado de esta naturaleza, primero lo hubiera analizado suficientemente. Si el proyecto sigue siendo válido y lo lleva a la práctica, con una inversión que insumió varios millones de pesos, y no prospera, usted se funde. Se queda sin el pan y sin la torta. Es más, si la inversión no es potable, ya lo hubiera cerrado, porque nadie invierte y trabaja para perder plata.

Acá sucede exactamente todo lo contrario. Es la diferencia descomunal (y confieso decirlo, no me estoy volviendo mileista) entre la economía privada y esta llamada social. En este caso, la inversión la puso papá estado, el déficit que genera mantenerlo abierto, ¿quién lo paga? ¡Papá estado!

Si usted comete toda esta serie de errores, lo más probable es que termine en la calle. No es este el caso. Víctor sigue en su cargo como subsecretario, Haydée ocupa una banca en el Concejo (elegida por el pueblo, es cierto), más los otros puestos que suman varios millones de pesos en sueldos. ¿Necesarios? ¿Inútiles? La respuesta corre por su cuenta. Esa es la exacta diferencia. “Es la economía (la plata) stupid”, dijo alguna vez Bill Clinton.

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