El viernes de la semana anterior, sobre la media mañana de una rigurosa jornada de verano, como tantas otras de este tiempo particularmente cálido y seco, iba a ser definitivamente distinta y marcada a fuego, por un delincuente procurando escapar a los tiros y tres efectivos policiales ejerciendo su defensa ante un ataque imprevisto. Hechos de estas características tienen pocos antecedentes afortunadamente hasta ahora, por lo que sacudieron la calma de lo que se anunciaba como un día cualquiera más. ¿Marca este episodio el comiendo de una nueva etapa en la carrera delictiva y cada vez más violenta que parece no tener fin?
El origen de todos los males. Este periodista es un cruzado con respecto al consumo de drogas. Los teóricos y/o especialistas lo llaman consumos problemáticos o como se lo quiera dar en llamar, son eruditos en encontrar nombres, lo que no buscan o al menos no logran hallar son soluciones a un problema que ya se volvió un gran drama social que nos desafía e interpela como sociedad. Tampoco es importante aquí, debatir el nombre para los estupefacientes, lo cierto es que la droga mata. Los muy pocos verdaderamente preocupados por la extensión de este flagelo sostienen que la droga termina con el adicto en el hospital, la cárcel o en el cementerio. Federico Ángel López, el delincuente abatido por la policía, es un ejemplo de lo que aquí expresamos en infinidad de oportunidades con respecto al peligro del consumo de drogas.
Nadie roba para comer. Desde algunos lugares, se pretende ideológicamente explicar o mitigar los efectos de los delitos contra la propiedad, sosteniendo que el hambre muchas veces moviliza a este tipo de conductas delictivas. ¡Mentira! La realidad nos muestra que esta es una falacia, porque nadie toma un arma de fuego y emprende un raid delictivo porque no tiene para comer. Nuestra comunidad no es un paraíso, pero existe una contención social y alimentaria para que nadie deba llegar a esa encrucijada. Y lo que no logra brindar el estado, lo aporta la fenomenal y asombrosa solidaridad de nuestra gente.
Recuerdo que visitando la Isla Guaycurú, una porción de tierra en el medio del rio, arroyos y zanjones me decía: “aquí si se ve el hambre en su verdadera crueldad, en las ciudades como viven ustedes, golpeas puertas y seguramente alguna se abrirá y te dará un bocado de pan, aunque más no sea”.
López es una prueba de esto. No protagonizó esta carrera delictiva, arma en mano, a matar o morir con fue su infortunado final, porque estaba pasando hambre. No tenía, en todo caso, dinero para seguir drogándose, otra manera de seguir también matándose de a poco.
El delito es el paso siguiente al consumo de drogas. Numerosos testimonios recogidos en los últimos años, nos permiten sostener este precepto. No contamos con los conocimientos profesionales de muchos “especialistas” en la materia, pero nos avalan las experiencias fácticas recogidas cada vez con mayor asiduidad durante muchos años y especialmente en estos últimos tiempos. En situaciones extremas, la vida ya no tiene valor para el adicto y sale a matar o morir, para él es exactamente lo mismo.
No naturalicemos la muerte, como ya lo hicimos erróneamente con la droga, y su consecuencia siguiente, el delito. Esta reflexión no me pertenece. Corresponde a una fiel oyente de Vía Libre. Ella puede dar fe de todo lo que aquí señalamos. Este flagelo golpeó la puerta de su casa y un día ingresó a su familia sin pedir permiso. Felizmente, el final es distinto al de López.
Expresa que primero naturalizamos, otros dirán socializamos el consumo de drogas, como algo en más o menos natural, que ya nada se puede hacer con él. Luego, nos acostumbramos a convivir con los delitos contra la propiedad, como si también fuera imposible pensar en una comunidad sin delitos de esta naturaleza. El robo de un celular, una bici, una moto ya son hechos tan comunes que dejan se ser noticias.
Las redes sociales reflejan el sentimiento de una sociedad agobiada. La triste noticia de aquel viernes 20 de enero, con un delincuente abatido y un policía herido y derivado de urgencia a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital, corrió vertiginosa y en forma inmediata, recogió innumerables comentarios. La muerte de una persona y el saldo de otra herida logró una inusitada cantidad de likes o me gusta. Leen bien, me gusta la muerte, y el policía Walter Vázquez y sus dos compañeros pasaron a ser verdaderos héroes para el ideario colectivo. Pregunta: ¿algo no está bien?
Las redes sociales reflejan el cansancio social. La inmensa mayoría de esta comarca, fue victima de un delito a su propiedad, tiene un familiar o amigo que debió atravesar por esta situación.
El cansancio de la sociedad muestra que se siente sola y desprotegida por quienes deberían brindarle seguridad. Como el estado, a través de sus tres poderes, no atiende esta necesidad primaria de todo ser humano, piensa que la unida manera de sentirse seguro es a los tiros. Y esta aparente solución no es la alternativa mas atinada, se sabe dónde empieza, pero nunca dónde termina.
El estado debe decir presente y evitar un derramamiento de sangre como ya sucede en otros lugares no tan lejanos. ¿Estamos a tiempo? Es de desear que sí.
Les deseo una muy buena semana.
Lic. José Carlos Odasso