Fue una semana difícil la que finalizamos. Estuvo cruzada por la angustia social que generan las variables económicas, totalmente fuera de toda lógica y previsibilidad. La situación económica es lo que mayor preocupación genera en la población, mucho más incluso que la seguridad (o por defecto la inseguridad) que todos los días se cobra la vida de más inocentes, e incluso que la propia corrupción. El caso del yategate protagonizado por el actor estelar Martin Insaurralde (ahijado político de la madre Cristina) y el del Chocolate Rigau, puntero del P.J. bonaerense con 48 tarjetas de débitos de empleados legislativos pasan a un muy cómodo segundo o tercer plano.
¿Y Cristina, está desaparecida? Daría toda la impresión que efectivamente es así. Es a lo que acostumbra cuando la situación se complica. Nada o muy poco queda, acaso un somero recuerdo, de aquella abogada exitosa capaz de dictar cátedras en Harvard. ¿Qué pasó de aquella espectacularidad? La realidad le pega en su propio rostro y se encargó de demostrar, que todo su bagaje ideológico o en realidad su pragmatismo político, no pudieron sostenerse en el tiempo. Lo más grave de todo, el dolor de esta crisis sin final a la vista, afecta y conmina a la pobreza y a la indigencia a los menos afortunados. Se lavó la boca de defender por 20 años, a quienes hoy son las principales victimas de tantas incoherencias juntas, que finalmente terminan eclosionando. No es su caso, porque Cristina fue suficientemente previsora, y suceda lo que suceda, está salvada ella, sus hijos, nietos y demás por venir en esa familia tan afortunada como exitosa.
El déficit y la emisión no generan inflación. Maestra ciruela, Cristina apeló a todo el arsenal ideológico y discursivo disponible, para hacernos creer que el déficit (gastar más de lo que ingresa) no era motivo del aumento de precios en la economía. En todo caso llegó a admitir que la inflación era un proceso multicausal; o sea, que responde a una multiplicidad de razones.
Cristina y su espada Alberto, tan desaparecido y borrado como ella (algo aprendió Alberto de la reina Cristina), primero le echaron la culpa a Macri (el mal de todos los males), después a la pandemia, luego a la guerra, más acá en el tiempo a la descomunal sequía, pero nunca asumieron que todo este fenomenal descalabro tiene una razón muy sencilla de entender: cuando se gasta más de lo que ingresa, eso se llama déficit y allí entramos en problemas. Hay que maximizar los ingresos o reducir los gastos. La presión tributaria argentina es la cuarta más alta del mundo, por allí no se puede buscar una solución importante, solo resta gastar menos. Pero Cristina, y ahora Massa, redoblan irresponsablemente la apuesta, y con el Plan Platita “tiran” a la calle más dinero, que en realidad es papel pintado. El peso argentino vale cada vez menos, y por ello la inflación y el dólar parecen no encontrar techo. Es duro admitir que en ningún país vecino acepten un peso; es más, los propios argentinos que acceden a unos pocos pesos buscan desprenderse rápidamente de ellos, porque saben que en pocas horas su poder de compra se verá disminuido.
El Plan Platita. Es un acto desesperado, en el marco de un proceso electoral para nada favorable. Se equivocan Massa y Cristina si pretenden, tan fácilmente, ganar la voluntad electoral de muchos que antes los votaron y hoy lucen desencantados. Es muy simple, esta catarata de anuncios y buenas intenciones es muy efímero. Es casi como pretender apagar el fuego con nafta. Les cuesta comprender a Cristina y Massa que nada es tan fácil, porque si así fuera, ningún populista se debería ir del poder, como habrá de sucederle a ellos en semanas más.
Los presuntos beneficios que el Ministro-Candidato vino anunciando no llegan al bolsillo de sus destinatarios, van lisa y llanamente a precios y así la inflación argentina llega a ser la Nº 1 del continente, incluso superior a la de Venezuela. No hace tanto, que muchos se reían de la situación de la economía de Chávez, Maduro y Compañía. Pues, Cristina pudo y ya estamos en lo más alto del podio.
Los números son la única verdad y la verdad es la única realidad. Todo lo demás es relato, algo a lo que Cristina era muy proclive, hasta ingresar en este sepulcral silencio; justo cuando desde el gobierno decían que la inflación venia bajando, el INDEC marca un 12,7%. Se instaló arriba del 10% y parece muy difícil bajarla, pero mucho más con estas herramientas. Parece ya una causa perdida.
El Plan Platita es también un descomunal ajuste. Las asignaciones familiares para los trabajadores formales cayeron un 27,4% en términos reales (o sea, incorporando la inflación). La Asignación Familiar por HIJO (AUH) sufrió un recorte real del 12,6% en el tercer trimestre. El jubilado perdió el 13% del poder adquisitivo de su beneficio.
Lo que muy pocas veces sucedió muchos trabajadores formales en la argentina ingresaron dentro de la línea de pobreza. Cristina lo hizo. Más de 4 de cada 10 argentinos son pobres, y en el caso de los niños, lo son 6 de cada 10. Estas son las cifras reveladoras e irrefutables del monumental descalabro en el que termina la mal llamada década ganada. Faltaron algunos años más, para comprobar este fracaso que parece no tener límites ni final.
¿Es el final de Cristina? Se dice que en política nadie muere, pero la reina percibe que su final es cada vez está más cercano. Pensó en refugiarse sobre la provincia de Buenos Aires, pero después de los escándalos de Insaurralde, hasta Axel se le planta, y ni hablar de Máximo, que como su madre, esta incurso en un mutismo asombroso.
Lo más grave de todo, y a esta altura no importa saber lo que Cristina pueda llegar a pensar o decir, porque de actriz estelar ahora lo es simplemente de reparto. Es que cuando la economía se cae abruptamente y parece no tener piso, ella se muestra únicamente preocupada por su futuro, no político, sino por su futuro judicial. para ello designó y pretende designar más jueces “amigos” e insiste con un puñado de trasnochados legisladores en llevar a juicio a los miembros de la Corte Suprema. No entiende Cristina que este próximo domingo hay elecciones, y en cualquier escenario, ella ya no será más la reina Cristina.
Les deseo una muy buena semana.
Lic. José Carlos Odasso