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LO QUE DEJÓ LA SEMANA: DOLARIZACIÓN SÍ O NO

La semana que concluyó puso en marcha decididamente las campañas políticas de cara a las elecciones generales del 10 de setiembre próximo. Vale recordar que los santafesinos habremos de elegir gobernador y vice, senadores y diputados provinciales, intendentes y la mitad de los miembros de los Concejos Deliberantes, las Comisiones Comunales en el caso de las localidades que todavía no son ciudades.

Este tema seguramente lo habremos de profundizar con mayor detenimiento en nuestra columna del próximo domingo. Ahora es momento de enfocarnos y profundizar lo que dejó el triunfo de Javier Milei, que sorprendió por igual a propios y extraños. Sin dudas, lo más sensible pasa por las proclamas económicas del candidato libertario. Entre ellas, indudablemente, una de las que más interrogantes genera es la posibilidad o no de la dolarización de la economía de nuestro país. Los argentinos algo de ello ya sabemos, porque si bien no es exactamente lo mismo, guarda cierta semejanza con lo que fue la convertibilidad de 1 peso igual a 1 dólar, durante el menemismo en la década del 90.

Ecuador dolarizó su economía. Fue en el año 2000; o sea, llevan 23 años bajo ese sistema monetario y económico. Fue adoptado por el Presidente de entonces, Janil Mahuad, cuando la inflación alcanzó índices anuales del 65%, muy por debajo de los existentes y pronosticados por estas tierras para este año. Como sucede hoy por acá, en aquel momento en Ecuador, la dolarización generó temores (fue lógico, era algo desconocido hasta entonces), hubo cuestionamientos y críticas.

Cuáles fueron los resultados. Vía Libre logró entrevistar al destacado economista ecuatoriano Vicente Albornoz sobre la dolarización de la economía en su país y porque tuvo activa participación  en los momentos preliminares de su implementación.

Albornoz destaca como el factor más positivo de esa iniciativa, la reducción de los índices inflacionarios, que actualmente se ubican en un 2% promedio al año, sí leyó bien, la inflación anual en Ecuador es del 2%, que importa decir 5 veces menos que el aumento proyectado solo para este mes de agosto en la Argentina.

Sin dudas, la estabilidad económica es la principal fortaleza de una decisión de esta naturaleza, aquí guarda cierta similitud con los primeros años de la convertibilidad. No es poco, si pensamos que la inflación galopante que tenemos, impacta muy especialmente en los bolsillos de los asalariados, de los trabajadores informales, changarines y de quienes viven de la asistencia social del estado.

Luces y sombras de la dolarización. En Ecuador, al momento de adoptar el dólar estadounidense como moneda de su país, 25000 sucres pasaron a equivaler 1 dólar. Argentina no tiene reservas en esa moneda, en realidad las arcas están al rojo vivo, por lo que la gran pregunta inicial es cuántos pesos pasarían a equipararse a un dólar. Las opiniones son variadas y las alternativas también, algunas hasta muy ingeniosas, lo cierto es que costaría mucho más de lo que se paga actualmente en pesos, incluido el dólar blue. Esto lleva a un primer interrogante: ¿estamos en condiciones de dolarizar la economía argentina, con esta monumental sequía de billetes verdes que tenemos?

Estabilidad versus Actividad. El economista ecuatoriano explica que su país tuvo a favor el petróleo en los primeros años, que a raíz de la exportación de ese producto logró el ingreso de una cantidad de divisas importantes en esa primera etapa.

La cosa cambió cuando ya no hubo petróleo para exportar. El país se volvió muy caro para vender al exterior y muy barato para importar baratijas desde otros países. Nos hace recordar al “todo por un peso, o por un dólar” de los 90. Los salarios de la economía formalizada están en torno a los 450 dólares, pero con la salvedad que solo un 25% de los trabajadores están en esa situación, el resto trabaja en la informalidad, y allí los salarios mensuales son muy inferiores. El poder de compra se contrae y la economía se torna recesiva. La vida se vuelve más cara en términos económicos y la producción también, es más barato importar que producir.

Un ejemplo que explica todo, almorzar o cenar en un restaurante puede costar 100 dólares el cubierto, un importe posible de abonar por muy pocos ecuatorianos.

Siempre pierden. Los trabajadores, la gente de la economía informal y los beneficiarios de planes sociales pierden dramáticamente con la inflación, considerada un impuesto injusto que pega especialmente al que menos tiene. La estabilidad de la dolarización es también perjudicial para ese amplio sector de la población, porque lo que gana no le permite acceder a un nivel digno de vida, ya que todo le resulta caro para los ingresos que logra reunir al termino del año. En ambos casos, la historia no cambia para ellos, siguen siendo siempre los más desafortunados. Con un sistema u otro, el mayor costo recae sobre sus espaldas y la dolarización no les soluciona mayormente su situación.

Les deseo una muy buena semana.

Lic. José Carlos Odasso

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