Cuenta la leyenda que el quirquincho, antes de ser el animalito que hoy se conoce, era un indio telero pero que no tejía mucho porque era perezoso. Preparaba el telar muy lentamente y con desgano, colocaba los hilos de la lana y empezaba, pero al ratito dejaba diciendo: -“Mañana sigo”. Después de varios días se acordaba que tenía que continuar. Se sentaba nuevamente frente al telar, pasaba un hilo y nuevamente decidía continuar otro día. Inclusive, algunas veces, se quedaba dormido apenas comenzaba.
La gente del lugar decía: -“Lástima que sea tan haragán, porque es muy prolijo en su trabajo”.
Llegó el invierno con vientos y heladas que hacían presumir que ese año iba a ser muy frío.
Todos se preparaban para protegerse y fue entonces cuando el indio telero se dio cuenta de que no tenia ningún abrigo para ponerse.
- ¡Chui, Chui! Y yo sin poncho -dijo- y, bueno, voy a tener que tejerme uno … ¡qué vamos a hacer”.
Esto significaba que tendría que pasar varios días seguidos frente al telar. Con pensarlo solamente ya lo hacía cansarse. Preparó todos los elementos y comenzó a trabajar. Cuando terminó una franja de tela lo miró detenidamente y dijo: -¡Qué lindo que está quedando!
La trama era pareja y apretada. Entonces pensó en descansar un ratito y se quedó dormido. Al rato se despertó por el frio y continuó. Hizo varias pasadas y cuando casi había realizado otra franja, ya estaba nuevamente cansado. El frío lo tentaba para seguir y así lo hizo. Luego de varias horas, estaba agotado, miraba el telar y decía: -“Me falta mucho todavía y que frío que hace”.
Por querer terminar lo antes posible, comenzó a hacer la trama muy floja. Así lograba hacer más tela en menos tiempo. De paso por cada pasada, descansaba un ratito.
- “Todavía me faltan muchas franjas” – decía mientras que cada vez la trama era más floja.
Al rato pensó: -“Si sigo así esta tela no me va a abrigar nada, mejor sigo haciendo el trabajo como corresponde”.
Y continuó ajustando cada vez más la trama para que quedara bien apretada. Luego de un buen rato, terminó el poncho que tanto trabajo le había costado y se lo puso. Dicen que todo el tiempo en que estuvo haciendo el poncho, el dios de esas regiones estuvo mirándolo y decía: -“Malo, malo, no tiene condiciones para ser hombre. Con tan poca voluntad para el trabajo, el pobre se va a morir de hambre. Lo voy a transformar en animalito, así podrá arreglárselas mejor”.
Así fue como lo convirtió en un quirquincho. Su poncho se hizo caparazón para protegerlo de las inclemencias del tiempo. Un caparazón que tiene en los extremos las placas apretaditas y en el centro separadas. Como la trama del tejido de su famoso poncho.
Por el prof. Victor Braidot. Extracto del libro “Leyendas de mi Tierra».