En una tribu guaraní había un rancho donde vivían nueve indiecitos de los cuales ocho tenían nombre de flores y las más pequeña se llama Eireté que quiere decir miel de abejas. Era la más perezosa y dormía mientras sus hermanos molían el maíz, cuidaban los sembrados, amasaban el barro para hacer jarras, marmitas y otros elementos.
Una mañana, sus hermanos le dijeron que se levantara para ir con ellos a buscar juncos y hierbas para hacer cestos. Entraron al bosque siempre caminando en fila, los chicos adelante y Eireté bastante más atrás.
Cuantos juntaron los juncos iniciaron el regreso, en fila como antes, los ocho adelante y la niña cada vez más atrás hasta que no vio a sus hermanos y no se preocupó por alcanzarlos, pero comenzó a tener miedo. Dejó el lugar de los juncos y empezó a caminar con miedo a los jabalíes, a los yaguaretés, a los tigres y a las serpientes.
De pronto, se encontró con un rancho donde vivía una hechicera y Eireté le pidió que la protegiera de las fieras, pero como era de noche, los poderes de aquella no funcionaban contra los animales del bosque. Entonces le dijo que tenía que tejer y cuanto más tejía se convertiría en una arañita y pasaría inadvertida por las fieras y solo dejaría de ser araña cuando dejaba de tejer. Entonces, Eireté comenzó a tejer y tejer durante varias horas, colgada en un rincón del rancho.
Cuando pasaron el jabalí, el yaguareté y la serpiente sólo vieron a una arañita tejiendo. Eireté se cansó de tejer y poco a poco se fue convirtiendo en una niña. Luego, cada vez que aparecían las fieras volvía a tejer y se convertía nuevamente en araña.
Al salir el sol, la hechicera la acompañó hasta su choza.
Eireté nunca se convirtió más en una arañita, pero siguió tejiendo y tejiendo y enseño a tejer a sus hermanos un hermoso tejido, no conocido hasta ese momento, que parecía formado por muchas telas de araña. Ese tejido recibió el nombre de Ñandutí.
Extracto del libro “Leyendas de mi tierra” de Victor Braidot.