Se llamaba Segundo David Peralta, más conocido por Mate Cosido, en alusión a la profunda herida recibida en su cabeza, durante una reyerta, la que fue cosida con una aguja colchonera. Había nacido en Tucuman donde fue encuadernador. Sufrió atropellos y detenciones, aparentemente todos sin causa justificada, lo que lo obligó emigrar hacia la provincia del Chaco donde conformó una banda que se iba alternando con el Vasco Zamacola, el Rubio Ifran, el Indio Herrera, Juan el Porteño, Tata Mino, Tucuta, el Chivo Moro, Catalan Noy, Marcelino El Calabres.
Sus hazañas delictivas llegaron hasta el norte santafesino y me dicen, que también apareció una vez por Avellaneda. Los capataces de La Forestal, la policía, la Gendarmería, el Ejército, todos pero la población indigente lo escondía en sus ranchos, celebrando las acciones de este ídolo popular que robaba a los ricos para repartir entre los pobres. Su figura se fue convirtiendo en un mito popular, más aún después de su desaparición en 1940.
En aquel año, Mate Cosido y su banda habían secuestrado al empresario Jacinto Berson pidiendo un rescate por su liberación. Al ir a recoger el dinero, los balazos son ametralladoras. Con una sola herida en la cadera se perdió en el bosque y nunca más se supo nada de él, pero su imagen y sus acciones quedaron por siempre grabadas en el cariño del pueblo.
Extracto del libro «Leyendas de mi Tierra», del prof. Victor Braidot.
