En el año 1923, llegó a Reconquista una tribu de gitanos que instalaron sus carpas en el Barrio Ombusal. Durante varias semanas desarrollaron sus actividades características como venta de recipientes y utensilios, arreglo de ollas y cacerolas, compra de elementos descartables, lectura de las manos a quienes creían en eso.
Un día, Fardi Genesco Calderero, muy querido por todos, quiso casarse con su novia, una gitanita de la misma tribu. La fiesta duró varios días de la que participaron, también, los vecinos del lugar.
Pocos días después, como consecuencia del crudo invierno que se estaba viviendo, Fardi tuvo una afección pulmonar que obligó a internarlo en el Hospital de Caridad de Reconquista.
La noticia se extendió a toda la comunidad que, con tristeza, seguía la evolución del enfermo y veía a su padre y hermanos, todas las noches, pasar caminando con un farol en las manos, desde el hospital a la farmacia para conseguir los medicamentos.
El 19 de septiembre de 1923, Fardi murió y fue sepultado en el cementerio de Reconquista, en el sector sur. Allí construyeron la tumba pero con la cabecera hacia el Este, a la inversa de las otras, con la creencia de que el alma de Fardi subiría al cielo como lo hace el sol. La misma fue pintada de rojo hasta que, cuando sus familiares ya no vinieron a visitarla, le cambiaron el color como las demás.
Alguien, un día, teniendo en cuenta las bondades de Fardi, le pidió una ayuda personal. Al lograrlo comenzó a difundirse este “milagro” y desde entonces es mucha la gente, aun en la actualidad, que se acerca a la tumba a pedir un favor y dejan sobre ella cintas de colores, principalmente rojas, monedas, medallas, cuadernos, libros, flores, velas y muchas cosas más.
Extracto del libro «Leyendas de mi Tierra», del prof Victor Braidot.
