Con el avance del Coronel Manuel Obligado y sus soldados hacia el Norte, estableciéndose en el entonces límite de la provincia de Santa Fe, junto al Arroyo El Rey, los indígenas abipones que habitaban la selva del Territorio Nacional del Chaco, al Norte de lo que ellos llamaban el Ichimaye, veían que los blancos les estaban quitando sus tierras.
Decidieron, entonces, echar a los invasores y prepararon un malón para la noche del 23 de junio de 1872, pocos días después de la fundación de Reconquista, pensando sorprender dormidos a los soldados.
Sus hermanos de sangre, los Lanceros del Sauce que estaban a las órdenes del Coronel Obligado como soldados, los traicionaron porque le contaron de dicho plan a su jefe.
Cuando los abipones llegaron se encontraron con la sorpresa de que los invasores los estaban esperando despiertos… y comenzó la lucha sangrienta y mortal.
Después de cuatro horas, los indígenas se vieron perdidos y su cacique dio la orden de retirada.
Fueron perseguidos y muertos sin compasión y era tal la cantidad de cuerpos que flotaban en las aguas del Ichimaye que los últimos en cruzar lo hacían por sobre ellos como si hubiera sido un puente humano.
Cuando el cacique y el hechicero estuvieron ya seguros entre el follaje de la margen izquierda del arroyo, mirando hacia él dijeron: “Así como nuestros indios murieron en las aguas del Ichimaye, también los blancos van a morir en ellas”.
Según la creencia popular, esa fue la maldición que hace que todos los años alguien muera en sus aguas.
Por el prof. Victor Braidot. Extracto del libro “Avellaneda en el Tiempo”, segunda edición.