Este domingo, desde las 12:00 horas de nuestro país, la Argentina de Messi va en búsqueda de su tercer galardón mundial cuando se enfrente a la selección francesa de Kylian Mbappe, la cual está encaminada al mismo objetivo y quiere mantener su corona que logró en 2018, cuando justamente nos eliminaron en octavos de final en aquella triste tarde de Kazán. Desde aquel momento, Argentina no paró sino de crecer, y el equipo se ve preparado para darle a nuestro sentido pueblo la gran alegría que necesitamos para este fin de año. Pero, ¿cómo llegamos hasta acá?
TIEMPOS DE SOMBRAS Y OPORTUNIDADES DESPERDICIADAS:
30 de junio de 2018, octavos de final de la Copa Mundial de la FIFA de Rusia 2018. Un centro pasado de Maximiliano Meza se dirige a la cabeza de Federico Fazio, un gigante defensor de casi 2 metros que está a punto de decretar un alocado 4-4 entre Argentina y Francia, luego de que Kylian Mbappe, en su presentación definitiva como estrella del fútbol mundial, haya puesto al equipo galo arriba en el marcador y al borde de los cuartos de final.
Sin embargo, en aquel tradicional clima de nerviosismo que reinó durante todo el ciclo de Jorge Sampaoli, Angel Di Maria interviene fallidamente en el centro de Meza y termina sellando la suerte de Argentina en aquel Mundial. Francia -a la postre campeona mundial- ganó finalmente 4-3, dejando afuera a Lionel Messi y compañía en unos tristisimos octavos de final.
Luego de aquel momento, todo parecía torcido: Messi había renunciado -extraoficialmente- una vez más al combinado nacional, todos y cada uno de los Directores Técnicos de mayor renombre argentinos -Simeone, Gallardo o Pochettino- habían dado el no a la posibilidad de rescatar a Argentina del abismo futbolístico. La sensación era que los últimos años de Messi se iban a tirar a la basura, y que las únicas tarde-noches que lo veríamos feliz serían en el Barcelona.
VOLVER A SER:
“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando”,
reza una mítica estrofa de “Como la Cigarra”, aquella legendaria canción que María Elena Walsh escribió en 1972, en aquellos convulsionados años de principio de los 70’. Y eso fue lo que pasó con la Selección Argentina: ante el silencio ausente de “candidatos capacitados”, un inexperimentado Lionel Scaloni -compañero de Messi durante el Mundial de Alemania 2006- fue quien tomó las riendas del equipo. Luego de vencer el Torneo de L’Alcudia, un torneo juvenil disputado en Francia, Scaloni se ganó el mérito a una credencial temporal para plantarse como D.T. principal en la Copa América de 2019, disputada en Brasil.
Allí, el pujatense se mantuvo fiel a sus ideales, apostando por un equipo joven que nada tenía que ver con aquel del estrepitoso fracaso acaecido apenas unos meses antes en Rusia: De Paul, Paredes, Lo Celso y Lautaro Martinez fueron cuatro jugadores que no jugaron en el Mundial de Rusia y que tomaron rápidamente el liderazgo futbolístico del primer bosquejo de la era Scaloni. En ese contexto, y “habiendo bajado del poster a Messi”, la cosa ya pintaba distinta, por lo cual Lionel Andres decidió volver una vez más “a intentarlo”.
“El que no me quiere en la selección me va a tener que aguantar un tiempo más”, declaró el propio Messi, en su primera entrevista concedida a medios argentinos luego del Mundial de Rusia 2018.
Así es como la controversial derrota por 2-0 a manos de Brasil en las semifinales de la Copa América 2019 no significaba otro traspié, si no el comienzo de algo que empezaba a ser grande. La base estaba lista, y de a poco empezábamos a volver a creer.
LA GLORIA Y EL BAÑO DE HUMILDAD:
Desde aquel momento, la “Scaloneta” se afianzó como una aplanadora sudamericana, logrando cortar la sequía de títulos y consagrándose, como todos sabemos, campeones de la Copa América 2021 frente a Brasil y en el Maracaná, en uno de los partidos más importantes de la historia contemporánea. Dicen que la venganza se sirve en plato frío: arrebatarle esa Copa América a nuestro clásico de toda la vida, con aquel gol tan emocionante de Di Maria, era un abrazo del destino para un grupo de jugadores que habían sufrido como no se puede sufrir.
Luego, la Finalísima: para quienes decían que el equipo nacional no se había enfrentado a combinados europeos, los más difíciles en una Copa del Mundo, la Argentina despachó 3-0 a la Italia campeona de Europa en Wembley, logrando así el segundo título consecutivo en menos de 1 año.
El buen momento siguió en Eliminatorias: desfiló invicta a lo largo de los 18 partidos programados y llegó a la Copa del Mundo de Qatar con un espectacular invicto de 35 partidos. Sin embargo, un atípico debut mundialista frente a Arabia Saudita -a priori, una de las selecciones más débiles del certamen- golpeó pero también envalentonó al equipo, el cual se había olvidado casi por completo lo que significaba sufrir.
Otro traspié frente a México o Polonia significaba emular una desgracia deportiva a la altura de los conducidos por Marcelo Bielsa en Corea Japón 2002, cuando nos creíamos campeones y nos volvimos abruptamente en primera ronda. Un fracaso en toda regla, vamos.
EL MEJOR DE TODOS, AL RESCATE:
De repente, afloraba la posibilidad certera de quedar afuera en fase de grupos: la leyenda Lionel Andres Messi, que había vivido un gran desgaste en el último año a partir de un torreón de emociones infernal (campeón de América, el llanto al salir del FC Barcelona, la difícil adaptación al PSG, la mala Champions League con el equipo de París y los silbidos de algunos hinchas franceses) estaba a punto de sufrir su mayor fracaso en sus 17 años en la élite del fútbol.
Allí llegó el momento de callar las bocas resultadistas que solo viven de un lejano pasado y no se permiten disfrutar un jugador de su talla: en el minuto 65 del partido frente a México, Messi se inventa un disparo de afuera del área que vence al experimentado “Memo” Ochoa y hace explotar en emoción a todos los argentinos que dijimos presente aquel 26 de noviembre en el Estadio Lusail.
A partir de ese momento, empezó a pulverizar todos los récords y cuentas pendientes que se pusieron en su camino: en sus 4 Mundiales anteriores, Messi no había hecho ningún gol en las instancias de knock-out. En Qatar, hizo gol en todos: gol a Australia, gol y asistencia frente a Países Bajos -además de encaminar con su penal la definición por penales- y también gol y asistencia frente a Croacia, en la paliza de semifinales.
Así, superó a Gabriel Batistuta como máximo goleador argentino en Mundiales (Leo hizo 11 y el reconquistense 10) y a Diego Maradona como el futbolista argentino con más partidos jugados en Copas del Mundo (Messi lleva 25, sin contar la final de este domingo). Además, se convirtió en el jugador con más “participaciones directas” en los goles en toda la historia del trofeo dorado, sumando 11 goles y 9 asistencias.
Con 35 años, este Messi “maradoneano” jugo sin lugar a dudas su mejor Mundial, llega como goleador a la definición -5 goles, igual que Kylian Mbappe- y está a un paso de que la vida le compense con el galardón que tanto merece, y que el mundo entero implora que logre, como metáfora al mérito de una de las carreras más impresionantes del deporte rey. Si me preguntan a mi, la del más grande futbolista de toda la historia, sin importar el resultado del próximo domingo.
EL VILLANO IDEAL PARA EL CIERRE DE ORO:
Ante la penalización del indefectible paso del tiempo, Cristiano Ronaldo se bajó de la pelea por el reinado con Lionel Messi, una competencia que mejoró a los dos durante casi 15 años ininterrumpidos y se transformó en un enfrentamiento mítico para la historia del deporte mundial. Sin embargo, la crueldad del reloj alejó a un portugués de 37 años de esta contienda: las últimas imágenes de Cristiano Ronaldo, siendo suplente el día de la eliminación del equipo luso a manos de Marruecos no son dignas del currículum de una leyenda de su altura, y golpean directamente en el corazón de todos los aficionados.
En ese contexto, emerge la figura de Mbappe como el más digno heredero de su ídolo Cristiano Ronaldo: el joven francés tuvo, durante toda su infancia, su habitación empapelada con posters del portugués, soñando algún día llegar a ese nivel de excelencia. Y vaya si lo hizo: con apenas 19 años ya había sido vendido en casi 200 millones de euros al Paris Saint Germain y había sido la gran figura del Mundial de Rusia 2018, haciendo, tal como ya nombramos, que el propio Messi se rinda futbolisticamente a sus pies aquella tarde en Kazán.
Sin embargo, el tiempo se encargó de unir sus caminos: en 2021, y luego del exilio catalán, Lionel Messi se unió al Paris Saint Germain, armando un trío de ataque de ensueño con el fantástico Neymar J.R. y con el propio Mbappe. Restaba ver quien era el as de espadas de ese proyecto: la llegada del rosarino fue un boom de escala internacional y quitaba poder al francés, así que este puso sus requisitos para seguir en la institución presidida por Nasser Al-Khelaïfi, empresario qatari: Mbappe quería ser el mejor pago de la historia y tener “las llaves del club” en todas las decisiones importantes. Para esto, amenazaba constantemente con irse al Real Madrid, por lo cual el club parisino debió acceder a sus pretensiones, ya que representa el gran jugador para los próximos años del fútbol mundial.
Allí comenzó el reinado de Mbappe en París: desde ese momento, los principales medios de comunicación franceses afirman que Kylian está cada vez más irritable en su forma de ser, que se encargó de influir en la salida del director técnico argentino Mauricio Pochettino y el director deportivo brasileño Leonardo y además, que buscaba erradicar a la “República Argentina” del PSG. En el siguiente mercado de pases, solo Messi se mantuvo luego de la limpieza parisina: Leandro Paredes y Angel Di Maria partieron a la Juventus, y Mauro Icardi al Galatasaray.
Acaso esta será la batalla final para decidir quién es el verdadero rey de París, si Lionel o Kylian. La única particularidad, es que esta batalla deportiva escinde todas las fronteras y también expondrá a las claras quién es el verdadero rey del mundo.
SOÑEMOS JUNTOS, ES LA HORA DE LA GRAN REVANCHA:
Considero que tenemos que saber que mejor no podemos llegar a este punto: Lionel Scaloni tomó este equipo cuando todos le daban la espalda, logró un récord de imbatibilidad de los más importantes de la historia, potenció a Messi hasta el punto de que su último baile sea el mejor, pero, sobre todas las cosas: le devolvió la ilusión a un pueblo argentino que empezaba a olvidar lo que era ese fuerte abrazo tras los colores celeste y blanco.
“Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar. Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”,
es el grito en el cielo de los más de 45 millones de argentinos que este domingo vamos todos a alentar desde nuestro lugar, unidos por nuestro país en este sueño popular que es de los más genuinos y emocionantes que la patria nos puede otorgar.
Enfrente está el campeón del mundo. El que desde su Mundial organizado en 1998, llegó 4 veces (sobre 7 posibles) a la final de la Copa Mundial. No va a ser fácil, pero tenemos que confiar: el sueño está más vivo que nunca, y sepamos que después de tanto sufrimiento, esta vez se nos puede dar. Porque estuvimos a nada en Brasil 2014, porque la lotería de los penales nos quitó en las Copas América de 2015 y 2016 la posibilidad de ver más sonrisas de nuestro querido capitán y porque la historia tiene cuentas pendientes con Lionel Messi, y es hora de saldarlas.
SEREMOS FELICES. ¡VAMOS ARGENTINA!
De corazón, muchas gracias por leer estas palabras.
Un fuerte abrazo,
Gianluca Odasso.