Cuando se producen fenómenos tan disruptivos es difícil ser clarividente. Por Carlos Fara, analista político.
El mundo político empieza a pensar que dejó de tratar con Carlos Salvador Milei por su pragmatismo y está ante un Oscar Alende de derecha: el Partido Intransigente. El equipo libertario tiende muchos puentes a la conversación –las dos grandes marchas masivas así lo demuestran, es obvio que hubo acuerdos para llevar la fiesta en paz–, pero ahora, muchos dudan de que realmente quiera flexibilizar su agenda, sobre todo respecto al DNU.
Era lógico que nadie en su sano juicio se hubiese mostrado halcón un día, para ser paloma al día siguiente. Esto siempre es un proceso donde nadie quiere dar la impresión que afloja fácilmente. El Presidente dijo dos cosas fuertes: 1) que el que no aprobaba sus proyectos era casta, y 2) o coimero, que parecería ser lo mismo en su jerga. En eso hace recordar a Néstor Kirchner: “si pego primero, ya gané 20 metros de ventaja en la negociación”. Pero como dijimos al principio: ¿querrá negociación?
Los improperios pusieron a todo el arco político no oficialista de muy mal humor. El filósofo contemporáneo Sergio Tomás Copperfield diría “no te enojes! Esto es política”. Los encasillados como casta –aún aquellos que quieren colaborar con la nueva administración–, se ofuscaron, o se hicieron los ofuscados, que es otra manera de subirse el precio en una negociación. Algunos de ellos piensan: ¿no será que el león manda a Francos a hacer de policía bueno, pero en realidad, nos está haciendo perder tiempo? Miran con suspicacia, por ejemplo, que la comisión bicameral de los DNU no se termina de conformar porque los bloques de LLA están perdiendo el tiempo deliberadamente. Otra de Bilardo…
Por lo pronto, con un poco de astucia el gobierno está ganando el primer cuarto del match respecto al DNU, pero eso no significa ganar el partido. Al abrir tantos frentes simultáneos, se están movilizando muchos sectores que votaron al libertario en la segunda vuelta, por ejemplo, los farmacéuticos o las agencias de turismo. Sun Tzú le hubiese dicho que siempre se deben concentrar las fuerzas en un puño para golpear más fuerte. La dispersión es la mayor enemiga de un planteamiento estratégico eficaz. Perón diría que hay que tener cuidado con dejar demasiados heridos, porque cuando se juntan…
Como era de esperarse, una agenda de cambio tan profunda iba a ir acompañada de dos elementos comunicacionales: 1) una alta dosis de épica refundacional –“Ley de bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”; y 2) un relato confrontativo para marcar cuál es la nueva grieta (los ciudadanos vs. la casta). Era muy difícil que el libertario se sostuviese tanto tiempo callado, sin volver a las andadas como si estuviese en campaña electoral. En eso sí se asemeja a Trump, Bolsonaro, Bukele… o Cristina. Son líderes que vivirán cavando zanjas para obligar a la sociedad a pronunciarse respecto a de qué lado están.
Para una política carente de propuestas novedosas, Milei viene demostrando en los últimos dos años ser un as en materia de fijar agenda. En campaña fueron la dolarización y el cierre del Banco Central. Ahora es el DNU y tras cartón la megaley. El interrogante del ámbito del poder político, económico y mediático es: ¿está loco o es muy astuto? Bueno, puede ser las dos cosas al mismo tiempo. Grados mayúsculos de astucia no son incompatibles con grados de disrupción lógica de la misma magnitud. Si es por los resultados políticos, parece que no come vidrio.
Para muestra basta un botón: dejó a funcionarios de la era Alberto a cargo de dos empresas relevantes, Aerolíneas Argentinas (donde vuela la clase media y alta) y el Correo (que interviene en las elecciones). Otro capítulo más de la serie “Llevemos la fiesta en paz”. Porque tanto se habló del 20 de diciembre, de la actitud beligerante de los piqueteros… pero el 20 no pasó nada. El gobierno se jacta de “cambió el paradigma”. Mi observación: por mucho cambio de paradigma si el revoltoso quiere hacer lío, los tachos de basura del microcentro arden tarde o temprano. Se habla por abajo más de lo que se quiere reconocer. Y como si esto fuera poco, “el gitano” Cavalieri adhiere al sistema de indemnización que propone el oficialismo. Lampedusa se quedó corto, porque nunca estuvo en la Argentina.
Dentro de lo fragmentado que ha quedado el sistema político argentino –merced al voto popular– hay quienes van juntando pedazos de cosas que jamás se deberían haber roto, leyendo con inteligencia el rol estratégico que pueden cumplir ciertos núcleos moderados. En ese sentido, mirando lo que puede pasar en Diputados, la habilidad corrió por cuenta de un viejo lobo de mar. Miguel Pichetto juntó a 22 dispersos que creen que se puede moderar el dogmatismo oficialista, mediante acuerdos puntuales de gobernabilidad. Ese grupo de peronistas republicanos, PRO decepcionados, lilitos y cordobesismo puede tener la llave para que la Argentina no se convierta en un aquelarre.
Están sucediendo tantas cosas que complica desgranarlas en solo seis mil caracteres. Desde el apuro por nombrar embajador en China, hasta la viveza de prorrogar el Presupuesto 2023, para así tener manos libres y adjudicar partidas como se le cante al Presidente. Pero hay alguien más bilardista que Milei y su ballet: los gringos que quieren ver para creer, tanto los funcionarios del gobierno americano como los mercados. Nadie quiere arriesgar una moneda hasta no ver: 1) algún resultado y 2) que haya gobernabilidad. Le costó a Menem, ¿por qué no habría de costarle mucho más al león?
El leitmotiv de la semana fue el ¿eslógan? “no la ven”, es decir, los que no perciben lo beneficiosas que serán las reformas que está impulsando Mi-ley. Cuando se producen fenómenos tan disruptivos es difícil ser clarividente. Como dice el propio Presidente, la diferencia entre la locura y la genialidad es el éxito. Dada la tormenta que se viene de frente, y que está angustiando a muchos votantes propios, lo que fundamentalmente necesita el libertario es que su eventual genialidad la vea la gente. Sin eso…
Por Carlos Fara, consultor político.