Finaliza una semana excepcional. ¿La pregunta es, qué tiene de excepción? En su transcurso hubo un día que se repite cada diez años y en esta oportunidad, a raíz de la pandemia por el coronavirus, fueron 12 años. Se trata de realizar el trabajo de campo para colectar la información necesaria que nos permita acceder una radiografía fidedigna como país.
En esta ocasión, al trabajo domiciliario se le sumó la vía online pre y post censo. Lo importante es que todos los domicilios sean efectivamente incorporados en la recolección de datos.
Existe una diferencia muy clara entre censo y encuesta. En el primero, se trabaja sobre el universo de la totalidad de la población, en el segundo es solo una muestra que debe ser representativa de la población en su conjunto. La realización de encuestas y no de mayor cantidad de censos responde pura y exclusivamente a una razón de tiempo y costo. Efectuar un censo significa un esfuerzo económico muy importante, mucho más en estos tiempos de dineros tan acotados.
El Censo fue una muestra de como somos. Hubo de todo y faltó lo más esencial: responsabilidad. Sí, las autoridades del INDEC – Instituto Nacional de Estadísticas y Censos- no estuvieron a la altura de esta iniciativa. El Presidente Alberto Fernández felicitó al titular del organismo, Marcos Lavagna, y dijo también que fue una jornada ejemplar. Ni una cosa ni la otra, nada para felicitar y en absoluto se trató de una jornada que se puede tomar como ejemplo.
A las pruebas corresponde remitirse. Un 0,1% se considera un error estadístico aceptable, porque siempre pueden presentarse situaciones especiales no contempladas en la guía para el censista. Pero hubo lugares, como en el departamento Rosario, donde los domicilios no censados llegó prácticamente al 10%. Como se sabe que, si no se hace el día del censo, no se hace más, debieron volver sobres sus propios pasos y reponer el sistema on line. Es más, brindaron un teléfono que nunca respondió y un mail de casi imposible acceso. Fueron improvisaciones claro, por no prever que lo sucedido podía llegar a suceder.
Responsabilidades compartidas. Bien podemos decir también, por defecto, irresponsabilidades a varias puntas, no únicamente de los funcionarios.
Hubo censistas que, habiendo aceptado la responsabilidad, por la cual habrán de percibir 6000 pesos no se prestaron a realizar el censo, sin comunicar con antelación esa novedad. Tan grave como esto, lo protagonizaron aquellos censistas, esta perfectamente demostrado, que pasada cierta cantidad de horas abandonaron la tarea, y en algunos casos sin comunicárselo a nadie.
Nosotros, como sociedad, tampoco ayudamos en algunos casos. Se trata de aquellos domicilios donde el censista debió ir tres veces para realizar su tarea, porque en las dos primeras los moradores descansaban durmiendo. Otros, tan o más graves, directamente no estuvieron en sus casas.
Antes, durante y después del día del censo se debatió que se podía y que no realizar durante esa jornada. Faltó una comunicación eficaz. Era tan difícil decir que ese día debía haber en cad
a casa una persona mayor capaz de responder las preguntas del censista. Se trata de un deber cívico y un aporte al esfuerzo que como país realizamos, no solo el gobierno, sino todos los argentinos.
La maldita grieta que nos divide a los argentinos metió también su cola. Que las preguntas tenían la intención de obtener información sensible de cada domicilio censado, que si se podía o no trabajar en su propia casa ese día, que los censistas debían estar perfectamente identificados (absolutamente imprescindible) y muchas elucubraciones más.
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Quedan para otras columnas, temas que también estuvieron en las portadas. Katya Passarino es la nueva presidente del radicalismo local, las peleas de concejales en la sesión del último jueves, las andanzas de un tal “Canterito” que mantiene en vilo a una populosa barriada y otros aspectos de singular importancia también.
Les deseo una muy excelente semana. Hasta la próxima.
