El primer cambio es el de opinión. Lo que se decía en la campaña no se hace en el Gobierno. Pragmatismo, que le dicen. Por Carlos Fara, analista político.
Después del discurso en las escalinatas del Congreso, el presidente solo se expresó públicamente en la celebración del Janucá de Jabad. Hablaron varios en la semana, además de la aparición cotidiana del vocero presidencial, pero no mucho más. Mensaje: yo no estoy para malas noticias, ni para comentar la realidad, ni para exponerme a los medios, ni para hablar de política.
Da toda la impresión de que el Rey León no se expondrá ante cualquier situación, sino que jugará a tener un halo de misterio, del cual saldrá solo en situaciones especiales. La estrategia es no desgastarse en la cotidiana: 1) la sobreexposición de la política contemporánea hace que el público se canse rápido y el personaje central pierda novedad; y 2) la vorágine del corto plazo más las noticias antipáticas contaminarían la imagen positiva con la cual llega al poder. Si sale a la palestra, es porque hay algo muy importante para decir. Si no, el león se mantendrá en su cueva.
De la misma forma hizo campaña buena parte del tiempo. Llegaba a una ciudad, se guardaba en su habitación hasta el evento público, luego se mezclaba con la gente un rato en una caminata, se sacaba fotos con los referentes y de vuelta a la cueva hasta que tuviese que salir para otro lado. No participaba de reuniones políticas, ni desayunos, ni almuerzos, ni cenas, ni cafés. Nada de lo que se espera de un político tradicional.
¿Ese estilo de campaña servirá también en el Gobierno? Recordemos: la estrategia es un traje a medida, por lo que las mismas reglas no le sirven a cualquiera. El líder libertario no es un político más, y quizá nunca lo será. Si no le gusta sobreexponerse, hace bien: ir contra su estilo personal resultaría contradictorio. En algún momento puede hartarse y lo terminará transmitiendo.
Si no se sobreexpone, siempre habrá expectativa por lo que diga o haga. ¿Cuál es el riesgo? Que la gente no lo vea y empiece a pensar que no es un gobierno presente y dinámico. ¿Entonces? No se puede todo en la vida. Si se toman decisiones fuertes, ellas se comunican por sí mismas, siempre y cuando tengan un carácter unívoco. Si hay que salir a explicarlas, para eso están los ministros. Eso requiere bastante coordinación y profesionalismo. Ahí empiezan los problemas. Toto dejó muchos detalles sin desarrollar que generan incertidumbres. A la celebración del Club del Petróleo no fue ningún funcionario (¿no había nada para decir?). Al vocero le falta training: “Never say never again”, como reza el título de una película de James Bond con un Connery bastante maduro. Poner la vara muy alta en algunas cuestiones delicadas puede ser un dolor de cabeza más adelante. Era innecesario, ya que el Presidente venía manejando bien las expectativas. Todos los gobiernos tienen un martes 13.
La olvidadiza Villarruel –que pasó por alto avisarle a su compañero de fórmula una reunión con el emir de Cumelén pre 22 de octubre– mostró que no llegó en vano al cargo: constituyó una mayoría en el Senado e impuso presidente provisional, pero sobre todo las dos secretarías claves que le permitirán manejar la Cámara alta en serio. Esto será visto con mucha atención en la estrechísima mesa chica de Milei, ya que la tienen entre cejas. Pero ¿y si la necesitan? Quizá haya ahí otro cambio… de postura.
Más allá del pragmatismo, existe otro interrogante en la política: ¿habrá esquema de contención interno? Hay gente fastidiada porque no se la tuvo en cuenta a la hora de integrar el Ejecutivo. Esto se vuelve más complejo en la medida que las definiciones queden muy concentradas en el vértice y eso demore los procesos en el medio de la crisis. Tarde o temprano, las tensiones sin resolver acumulan presión y algo se rompe. ¿Por qué Francos se quedó sin el instrumento de negociación con las provincias, que se lo dieron a Toto? ¿Acaso deberá ir y venir del Palacio de Hacienda para saber qué puede prometer y qué no? Complejo. Más de un gobernador pensará que quizá no haya que hablar con el ministro del Interior…
Ya tuvimos una marcha, escueta, pero marcha al fin. El legendario Castells se manifestó sobre la vereda, sin cortar. Van apareciendo los pronunciamientos en contra del ajuste de “los sospechosos de siempre”. Ese no es un dato político en sí mismo. ¿Pero el 19 y 20 de diciembre no va a haber lío? Es probable que sí, pero quizás no pase de una manifestación litúrgica negociada. Más preocupada debería estar la prima de Banana Pueyrredón si los primeros cortes de ruta lo hacen productores de la “gloriosa Córdoba” (¿Qué hacemos? ¿Empezamos a reprimir a “nuestros votantes”?). Dicho sea de paso, Patricia Reina en estado puro anunció el decreto de levantamiento de la custodia a expresidentes en el exterior antes de que lo vea el propio presidente.
En la cena anual de Adepa circulaba la pregunta del millón: ¿la gente se bancará el ajuste? ¿Cuánto dura la luna de miel? La deducción más corriente: cuando a la gente no le alcance la plata, no pueda pagar los servicios, la prepaga, el transporte público, esto se va a complicar y mucho, además que esto recién empieza. Indiscutible, pero… siempre hay un pero. Habría que definir “la gente no se lo va a bancar”: ¿habrá cacerolazos pidiendo la renuncia de Toto, o del mismo Milei? ¿Habrá saqueos como en 2001? ¿La CGT, la CTA y todos los movimientos sociales acamparán en la 9 de Julio o la Plaza de Mayo hasta que el Gobierno caiga? ¿O solo se producirá un gran malhumor pacífico que solo registrarán las encuestas? Quedan muy pocos días para Nochebuena, cada uno en su lugar puede levantar apuestas: ¿fiestas en paz o rebelión popular?
Para alegría de la grey bilardista, Estudiantes salió campeón de la Copa Argentina. En los 25 días que van desde el triunfo electoral, Carlos Salvador Milei sigue sacando chapa de pragmático y ese es un valor en sí mismo dada su debilidad de origen. Las idas y vueltas no lo amilanan. Swap chino, retenciones, impuestos, casta, funcionarios de UP, etc. Está claro que este será el gobierno de “cambiemos de opinión… si hace falta”.
*Por Carlos Fara, consultor político.