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DEL AJEDREZ AL TRUCO: «LA POLÍTICA PASÓ A SER UN JUEGO DONDE LA CLAVE ES LA SIMULACIÓN»

La política pasó de un juego con piezas a la vista y estrategia a otro donde la clave es la simulación:

¡Lo que puede una foto! Da la impresión que finalmente Morales recalculó luego del retrato de familia de Patricia Reina y los redonditos radichetas en la Fiesta de la Vendimia. Al menos logró una asistencia bastante perfecta. Desde aquel dolor de cabeza bajó la intensidad. La corporación radical es cualquier cosa menos tonta: unidos triunfaremos (o negociaremos mejor). Frente al nivel de tensión interna que tiene el PRO, mejor bajemos las armas y enfoquemos para otro lado. ¿Hubiese sido un gran gesto desafiante que sus colegas más relevantes no hubieran ido? Sin duda. Hubiese quedado demasiado… feo. Como lo anticipamos aquí la semana pasada, la presidenta de los amarillos debería tomar nota de la “levedad del ser radical”.

Mientras ocurría eso, la cúpula nacional de Juntos por el Cambio anda con “la gotita” en la mano tratando de pegar cosas que estuvieron o están a punto de romperse. Esta última semana soldaron dos distritos importantes como Córdoba y Tucumán. En La Docta parece que lo resolvieron con un fernetcola (idea del diputado y “creativo publicitario” De Loredo). En Tucumán la sangre no llegó al río y tomaron la decisión más racional, encabezando la fórmula el radical Roberto Sánchez, pese a la curiosa fuerte presión que ejerció el emir de Cumelén en favor del experonista apoyado por el PRO Germán Alfaro (las encuestas serias con que contaba tanto la oposición como el oficialismo provincial avalaban la decisión que finalmente se tomó). Ahora andan preocupados por Tierra del Fuego y Chubut, luego de no poder hacer nada frente a las rupturas en Neuquén y Río Negro. Las alertas tempranas parece que no existen, o los actores que deciden están muy ocupados en otras cosas, o la política en las provincias se ha autonomizado demasiado, o todo eso junto al mismo tiempo. Un signo más de la incertidumbre general que vive el mundo de la política, y que ya hemos analizado hace unas semanas.

Siguiendo con el rubro candidaturas un capítulo especial de la semana se lo llevó todo lo que va aconteciendo alrededor de Sergio Tomás Copperfield: 1) el índice de inflación del 6,6% con proyección semejante para marzo; 2) la readecuación de metas con el FMI, advertencias mediante; y 3) si será o no candidato presidencial ¿avalado por La Cámpora y Cristina? Todo va atado, porque lo que le señala el Fondo implica más torniquete y cepo, en un marco donde una economía indexada difícilmente traiga buenas noticias en los próximos dos meses (cuando se empezará a cerrar la grilla de candidatos) y ser candidato en esas condiciones no le resulta en absoluto beneficioso para su futuro político.  Larroque –aunque armó su propia grey– dijo que lo quería al tigrense en su equipo. Ferraresi señaló que Massa salvó al Frente de emular la salida de De la Rúa. ¿Le están rodeando la manzana? Se disparan entonces varios interrogantes. En primer lugar, si las críticas de CFK a la cuestión económica y la postura de la orga sobre el acuerdo con el Fondo son una posición consolidada, o es para el consumo de la propia tropa.

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En segundo lugar, ¿de veras La Cámpora lo quiere a Sergio de candidato a presidente, o es para oponérselo a la veleidad de Alberto? El tercer punto es si el creador del Frente Renovador cree que le servirá estar ahora a la cabeza de la papeleta presidencial pensando en 2027 (¿iría para perder?, ¿para ayudar a que gane Kicillof en la Provincia?, ¿para mejorar la chance de las listas legislativas? O sea negocio para los demás).

Por las dudas el boy scout Scioli anunció que está “siempre listo”. Más allá de su permanente vocación para el protagonismo y su inquebrantable fe en sí mismo, el exmotonauta no perfila ni cuantitativa, ni cualitativamente como competitivo. Para la opinión pública es un personaje que carece de la personalidad necesaria para la presidencia y, sobre todo, que forma parte del pasado. El juega a que puede servir para atraer al moderado independiente que se desilusionó con Alberto. Sin embargo, ese es un análisis vetusto: da toda la impresión que su cuarto de hora ya pasó.

A todo esto ¿funcionará el operativo clamor para que Cristina revea su autoexclusión como candidata, mediante el neo “luche y vuelve”? Depende cómo se lo mire. El éxito total para los demandantes sería que ella vaya para presidenta y el fracaso total que no sea nada.

Un premio consuelo es que acepte ser candidata a senadora nacional bonaerense, con lo cual algo del esfuerzo militante habrá rendido su fruto. Más allá del rol de liderazgo del espacio, a simple vista el cálculo indicaría que no le conviene ir por el premio mayor.

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Y si Alberto no resigna su aspiración presidencial, ¿el cristinismo se abriría del Gobierno y del Frente, volviendo a la fase Unidad Ciudadana? Muy difícil, ya que hacer eso es facilitarle las cosas a la oposición, y además los movimientos de los actores encolumnados con la vicepresidenta están trabajando como si eso no fuese a ocurrir. No deben olvidarse las palabras del exégeta Larroque: no se van a ir del lugar que consideran propio, pues son socios fundadores.

Como ya hemos advertido, ninguna de las cuestiones electorales centrales se definirían antes de mayo avanzado, en un círculo vicioso donde los grandes actores no resuelven y eso implica un dominó hacia abajo. Solo para tomar un ejemplo de las múltiples incertidumbres: Carolina Losada –ganadora de la elección para senador nacional por Santa Fe en 2021– sigue especulando con que quizá se podría subir a una fórmula presidencial (¿con Macri?, ¿con Bullrich?) como acompañante y eso retrasa su decisión sobre si querría ser candidata a la gobernación por su provincia.

La política argentina parece haber pasado, progresivamente de jugar al ajedrez –en donde las fichas están sobre el tablero y la gran pregunta es ¿qué movimientos harán los jugadores para lograr una posición ventajosa al truco– en donde lo que prevalece es el ocultamiento de lo que se posee, la especulación e inducir el error ajeno en una permanente guerra de nervios hasta el final.

* Por Carlos Fara, consultor político. Ex presidente de Asacop.

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