La semana que concluyó permitió conocer los duros datos de la pobreza y la indigencia en este país. Los índices brindados por el INDEC -acá no hay manipulación de la información como en tiempo no tan lejanos, donde se llegó brutalmente a afirmar (Aníbal Fernández), que Argentina tenía menos pobres que Alemania- son una dura advertencia y una gran deuda social.
Los indicadores sociales revelan que el 52.9 de la población argentina (más de la mitad de los argentinos) viven en condiciones de pobreza. Más que números y porcentajes son millones, suman 25.000.000 de argentinos, y un 18% directamente se encuentra en situación de indigencia. La realidad muestra que esta tasa es la peor en dos décadas y 11,2 puntos superior a la registrada en la segunda parte del año pasado. Según los datos brindados por el propio INDEC, otros 3,4 millones de argentinos cayeron al nivel de pobreza, en este último año.
La visión del gobierno. El Ministerio de Capital Humano, cartera a cargo de Sandra Petrovello, afirma que se visualiza una desaceleración de estos índices. La pobreza se habría reducido un 3,8 si se lo compara con el primer trimestre de este mismo 2.024. Los resultados corresponden a los segundos tres meses de este mismo año. En cualquier caso, los números y porcentajes son muchos más que una simple ecuación estadística, son personas de a pie que la están pasando verdaderamente muy mal.
La realidad es una barbaridad absoluta. Es una verdadera obsecuencia, pensar que al salir a la calle 1 de cada 2 personas es pobre y lo más grave: el 18% es lisa y llanamente indigente; pero es más, los niños de 0 a 14 años dos de cada tres son pobres. Pensar que pobres significa mala alimentación, y por supuesto también, mala educación porque el desarrollo intelectual se ve notoriamente afectado. El sector etareo más afectado es el de 15 a 29 años, lo que siempre se nos decía, representan el futuro de una nación.
La causa es la política y los culpables son los políticos. Con profundo dolor y decepción al mismo tiempo, escribe estas líneas alguien que se precia de ser profundamente democrático y que no piensa en absoluto en cambiar de posición. Recuerdo perfectamente el advenimiento de la democracia, luego de una noche muy negra y muy trágica que vivimos durante la última dictadura militar. Recuerdo a Raúl Alfonsín decir que “con la democracia se come, se cura y se educa”. No dudo que aquel ex presidente pensaba y creía en lo que decía, lamentablemente parecen palabras de otra era o para otro país.
La pobreza es una deuda, más que de la democracia, de la política y de quienes hacen a ella; o sea, los políticos. La pregunta surge espontanea: ¿Será que más de la mitad de los políticos son pobres en la Argentina, como el resto de la población? ¿Cuántos de ellos son indigentes, como el 18% de los argentinos? Sería bueno también formularnos otra consulta: ¿Cuántos de estos políticos podrían haber acumulado el patrimonio que poseen, sino seria por haber seguido una carrera política? Es más, hablamos de patrimonio personal que varios no podrían de ninguna manera efectivamente demostrar, si la justicia seria realmente efectiva en la argentina.
Todos son culpables. Nadie, o en todo caso muy pocos, quedan eximidos de la pobreza y la indigencia que nos interpela y desafía como nación y el futuro como país. Todos los que ejercieron funciones de gobierno, son responsables del drama social que vive la argentina, acá nadie puede decir “yo no fui”.
Alfonsín terminó con una hiperinflación que lo saco del gobierno, cuando ello ocurre, también sube la pobreza. Las reformas estructurales de Menem fueron un holocausto social. La década ganada fue una verdadera burla, una grosería. Macri prometió pobreza cero, pero durante su gobierno siguió vivita y coleando. Alberto le echó la culpa a la pandemia, como si los demás países no la debieron padecer, pero ninguno terminó como nosotros. Milei dice que la pobreza es problema de la herencia recibida y que vino para cambiar la realidad. ¿Será más de lo mismo? ¿Podemos confiar esta vez? Todos llegaron para cambiar la historia y fueron más de lo mismo. ¿Será distinto esta vez?
Les deseo una feliz semana.
Lic. José Carlos Odasso