En el domicilio ubicado en Ludueña al 370 de Reconquista funciona un centro barrial que desde hace más de siete años abre sus puertas a mujeres y familias de distintos barrios de la ciudad. La iniciativa, impulsada por el Centro San Óscar Romero, comenzó como un lugar de acompañamiento a jóvenes en tratamiento por consumo problemáticoy hoy se transformó en un espacio de contención y aprendizaje para más de un centenar de mujeres.
“Este fue el primer lugar donde empezamos a acompañar y acompañarnos. Al principio lo pensábamos solo para los pibes, pero una chica que venía con su novio a los ambulatorios nos dijo que tenía amigas y empezaron a sumarse. Hoy tenemos entre 100 y 120 chicas o madres que participan de los talleres”, empezó contando Miguel Merlo, referente del espacio.
UNA GRAN VARIEDAD DE TALLERES EN POS DE LA COMUNIDAD:
En el Centro Barrial de Ludueña se dictan talleres de panadería, cocina, huerta, mosaico y artesanías. “Las chicas elaboran diversidad de comidas, panificaciones y hasta fideos. Además trabajamos con la Municipalidad, que nos facilitó plantines para la huerta, y recientemente participamos del Mercado del Futuro con la producción de las chicas”, explicó la trabajadora social Paula Solari, quien coordina actividades y articula con otros espacios del San Óscar Romero.
Más allá de lo productivo, los talleres cumplen un rol fundamental como ámbitos de encuentro y diálogo. “Acá se comparten problemas, experiencias y también alegrías. Es un espacio de contención donde no solo se aprenden oficios, también se construye comunidad”, remarcó Merlo.
UNA RED DE CONTENCIÓN FRENTE A LA ADVERSIDAD
Las mujeres que asisten provienen principalmente de barrios como La Cortada, La Rana, Ombuzal, Luján, Belén o Guadalupe. “Estar acá dos o tres horas les permite distraerse, compartir y hablar de lo que les pasa. Muchas atraviesan situaciones de violencia o tienen familiares con problemas de adicciones. Nuestro rol es acompañarlas y ayudarlas a salir adelante”, señalaron los referentes.
Sin embargo, el camino no está exento de dificultades. Celina López, quien participa del proyecto hace seis años, relató los problemas de inseguridad que enfrentaron: “Nos han robado materiales y utensilios que conseguimos con mucho esfuerzo a través de beneficios y ventas. Por eso necesitamos reforzar la seguridad del lugar para seguir creciendo”.
EL SUEÑO DE PODER HACER UNA PANIFICADORA
Uno de los grandes proyectos que motoriza hoy al centro es la construcción de una panificadora que permita transformar el aprendizaje en una salida laboral real. “Tenemos las maquinarias y presentamos proyectos en distintos programas provinciales y nacionales. Solo nos falta mejorar las condiciones edilicias para que funcione de manera segura”, explicó Merlo.
La iniciativa apunta también a resolver una de las principales barreras que enfrentan las mujeres a la hora de insertarse en el mundo del trabajo: las tareas de cuidado. “Muchas son madres y vienen con sus hijos. Por eso postulamos al Programa Cuidar, que busca remunerar estas tareas para que las chicas puedan desarrollarse laboralmente sin esa carga”, detalló Solari.
A modo de conclusión, Miguel Merlo enfatizó: “Cada vez que un pibe deja la calle, deja de consumir o deja de delinquir, para nosotros es un logro enorme. Lo mismo con cada mujer que encuentra acá un oficio, una contención, una familia. Este es un espacio donde se respira paz, amor y compañerismo. Ese es mi sueño: que podamos seguir abriendo más espacios como este y que se contagie”.
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