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Lo que dejó la semana: La inseguridad es cosa seria

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Este editorial no tiene la finalidad de ser reiterativo de lo que ya abordamos la semana pasada. Sucede que cuando pensamos que llegamos al sumo del asombro, nos damos cuenta de que no es así y más hechos desagradables superan con holgura nuestra capacidad de sorprendernos.

Escuela Nº 848 de Barrio Chapero. Fue visitada por los “amigos de lo ajeno” en cuatro oportunidades en poco más de una semana. La noticia resulta increíble, los delincuentes se cuidaban generalmente de ingresar a robar a los establecimientos educativos. La escuela de Barrio Guadalupe fue una excepción junto a un puñado de otros centros educativos. En agenda está la escuela de Mataderos y Carmen Luisa, pero fueron hechos aislados y esporádicos.

Un mismo lugar objeto de tantos ingresos para robar no tiene antecedentes. Siempre sostenemos que bajo ningún motivo se puede justificar el delito contra la propiedad,  ni siquiera el  hambre es un justificativo, porque nunca faltará alguien dispuesto a brindar, aunque más no sea un pedazo de pan o un bocado de comida. Mucho menos se puede entender el robo a una escuela, y cuando sucede 4 veces en tan poco lapso de tiempo, es un límite que no se puede tolerar. La comunidad educativa realizó un abrazo solidario en defensa de la escuela y la educación para sus hijos. Pensemos un instante: ¿qué le puede decir ese padre  o ese maestro a un alumno que ve tanta violencia?

“Lo triste es que se le están riendo en la cara a la policía”, dijo un padre indignado en el abrazo a la escuela y advirtió: “No hay voluntad de que esto se termine, estamos cerca de empezar a tomar medidas por manos propias”. “Basta, hagan algo, los chicos están naturalizando que entrar a robar es lo normal”, reclamó este padre con sensaciones encontradas.

“Basta, hagan algo”. Fue el reclamo generalizado de los padres. Cabe agregar: hagan algo diferente, porque si hacemos más de lo mismo, este camino nos lleva a mal destino. La inseguridad hace mucho que dejó de ser una sensación, es una realidad que pega cada vez más duramente.

“Locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes”, dijo en alguna oportunidad Albert Einsten. Si seguimos aquel precepto, surgen dos conclusiones: cuánta razón tenía Einsten y que locos estamos, por favor. La solución no pasa por seguir haciendo cada vez más de lo mismo. Estamos mal y vamos cada vez peor en materia de inseguridad, estamos naturalizando lo que antes eran hechos más que esporádicos. “Es inadmisible que no podamos permitir que un hijo vaya a una clase cuando se pone el sol, porque es muy posible que le quiten la bicicleta y el celular y en cualquier lugar de la ciudad”, reclamó un padre.

Hay soluciones que no terminan bien: cuando los oyentes se enteraban por Vía Libre lo que sucedía en esta escuela de Barrio Chapero, muchos pedían “que vuelvan los militares”. No es una alternativa, no es una opción y terminó en una tragedia peor. “Justicia por mano propia, si me entran a robar yo los mato”. Tampoco este es el mejor camino posible, quienes excepcionalmente apelaron a esa medida de seguridad se manifiestan más que arrepentidos. La respuesta se debe encontrar dentro del sistema democrático y a partir del pleno funcionamiento y compromiso de los tres poderes del estado. En todo caso, basta señores funcionarios de tirarse la pelota unos a otros, es necesario que alguien asuma el firme compromiso de parar toda esta desmesura demencial.

El daño material no es muchas veces el más costoso. Un oyente ratifica esta afirmación. Fue objeto de un robo en el interior de su casa, cuando descansaba y los delincuentes lo sorprenden junto a su familia. Relató que más allá de lo que se llevaron, su esposa e hija desde hace 2 años están con asistencia psicológica. Añade que cuando sale de su casa, no puede dejar de ver el celular para observar las cámaras que debió montar en su casa y comprobar si alguien ingresa. Es así de duro, penoso totalmente.

La causa de este flagelo se conoce perfectamente, es la maldita droga. Lo sucedido también esta semana es un muestra más de algo que venimos advirtiendo, sin temor a ser ya reiterativos. El problema no encuentra soluciones a la vista. Tuve oportunidad de comprobar que ahora se drogan los padres junto a los hijos de 8 años. ¿Qué futuro les espera? Silvio, nuestro cronista, dijo ver que un niño de 2 años, mientras la policía hacía un operativo en ese barrio, con su dedo le apuntaba como si fuera un arma, ¿si eso le enseñamos a nuestros hijos, que podemos esperar de ellos? Nos agrada ser optimistas, pero ante este cuadro surge una inquietud: ¿cuál es el próximo capítulo de esta película que todavía no vimos? Fin!!!

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