La semana concluida comenzó con Javier Milei presentando el proyecto de presupuesto para el próximo año en el congreso. Se trata de un hecho singular, sin precedentes prácticamente, que sea el propio presidente el que asume esta responsabilidad; y que sea un domingo en horas de la noche, mucho más inaudito todavía.
La puesta en escena, sin embargo, que diseñó el gobierno no logró de todas maneras concitar la atención que se esperaba. Hasta Susana Giménez resolvió diferir el comienzo de su ciclo televisivo, para no superponerse al interés que se pretendía generar. Las mediciones de audiencia no acompañaron las expectativas del oficialismo, sin que ello signifique que la sociedad comience a retacear su apoyo a este presidente.
La motosierra no se para, sigue: Se trata de lo que Milei fue a ratificar ante el parlamento, que debe tratar y luego aprobar el presupuesto para 2.025. Déficit cero, dijo el primer mandatorio y por añadidura superávit fiscal. Significa ratificar el rumbo económico adoptado. No se gasta, lo que no se tiene y adelantó que seguirá vetando toda iniciativa que no tenga su contrapartida que la financie.
En virtud del descalabro económico en el que asumió, lograr nivelar los números ciertamente es un logro que no debe pasar desapercibido. Hace mucho tiempo que ello no sucedía en esta bendita Argentina. Claro, se podrá decir, esto se logra porque se difieren pagos, se paró la obra pública, se dejaron de cumplir con transferencias legalmente establecidas, por ejemplo, solventar el déficit de las cajas de jubilaciones y pensiones que siguen en la órbita de las provincias, el FONID (Fondo de Incentivo Docente), entre otras obligaciones incumplidas.
El déficit cero no es poco. Muy pocos habrán creído que ello iba a ser posible, apenas llegado al poder esta gestión. Muchos más eran (me incluyo) los incrédulos; y en todo caso si ese era el camino escogido, se pensó en un país incendiado y ello tampoco sucedió. La falta de financiamiento a los piqueteros se nota, sin plata no hay manifestaciones del volumen que debió soportar, por ejemplo, el gobierno de Alberto Fernández.
Sin déficit, la inflación baja. Este demuestra, lección para Cristina, que el déficit fiscal es la madre de la inflación, cuando se llegan a números como los que sufrió el país durante los últimos años. Si se gasta más de lo que ingresa, el estado tiene dos vías para afrontar esa descompensación: tomar deuda, camino imposible porque nadie le presta a un moroso serial; por lo tanto, la única alternativa posible es la emisión. Ninguno con un poquito de memoria puede olvidar lo que sucedió hasta fines del año pasado, éramos un festival de papelitos de colores, una fiesta que tarde o temprano se debe pagar.
Los índices inflacionarios superiores, como sucedió superiores al 200% y muy cercanos al 300, son una burla. Digo bien, una burla. Los principales perjudicados son las clases más desposeídas, a la que se dice cuidar y proteger en nombre de la justicia social. Nunca el salario le gana a la inflación, con índices tan exorbitantes como dejó la triada Alberto, Cristina y Sergio. Es más, los jubilados y trabajadores informales sufrieron todavía más y hoy todavía siguen siendo los que soportan la mayor parte del esfuerzo.
Con inflación nada bueno sucede. Así lo señalan los indicadores oficiales de ayer y de hoy. Argentina sigue sin tener crecimiento económico, que es la única forma genuina para reducir la pobreza y la indigencia. Es más, a pesar de la tonelada de millones de pesos destinados a la ayuda social, igualmente más de la mitad de los argentinos son pobres y de ellos, un buen porcentaje vive directamente en la indigencia. Verdaderamente es increíble, un país como Argentina que tenga índices sociales tan desalentadores, lo que muestra palmariamente que algo bueno no estuvo sucediendo. Seguramente esto explica porque hay sectores que no la están pasando bien con Milei, pero todavía lo sostienen, porque lo anterior fue decididamente muy malo.
Un cero que no alcanza. Lo que no debe ahora este gobierno es enamorarse del déficit cero. Es un muy buen punto de partida, es la base de una economía saludable, pero no se debe pensar que con este acierto se solucionan todos los males. Argentina debe crecer y para que esta suceda otras acciones y determinaciones se deben adoptar. El proyecto de presupuesto poco o nada habla de ello. La pobreza solo se logra reducir con desarrollo económico. Ese es el gran desafío que se tiene por delante, de lo contrario será lago muy similar al segundo gobierno del menemismo y sus consecuencias desventajosas todavía se padecen. Es de desear que Milei lo vea y actúe en consecuencia, si realmente quiere pasar a la historia como dice.
Que tengan una muy buena semana.
Lic. José Carlos Odasso