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Lo que dejó la semana: 41 años después

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Este 30 de octubre pasado, se cumplieron 41 años de la vuelta a la democracia. Raúl Alfonsín lograba un triunfo histórico, porque era la primera vez que el peronismo perdía una contienda, en elecciones verdaderamente libres, sin proscripciones de ninguna naturaleza. El líder radical supo interpretar aquel particular momento de la historia argentina. Comenzaba sus discursos de campaña recitando el preámbulo de la constitución, prometía 100 años de paz para la argentina y decía: “con la democracia se come, se educa y se sana”.

Después de una trágica y larga noche, se vivieron momentos de un país verdaderamente movilizado. Solo recordar que Alfonsín convocó para el cierre de su campaña a un millón de personas en el monumento a la bandera en Rosario, Ítalo Luder (el candidato del P.J.) otro tanto en el obelisco y en cada rincón de la nación la gente asistía a los actos. Pensar, casi con nostalgia y decepción, que hoy los candidatos presidenciales cierran sus campañas en un estudio de televisión o directamente por las redes.

“Que vuelvan los militares”. Es la fatídica frase que como periodista debo leer o escuchar de lectores y oyentes de nuestra labor periodística. Muchos, quizá, no vivieron aquel momento, realmente muy difícil y lacerante, de 1976 a 1983. Parece la solución mas fácil, la aspirina para calmar la fiebre, pero al poco tiempo se advierte que el remedio -los militares en el gobierno- son peor que la enfermedad.

Solo basta pensar y reflexionar un instante, ningún país desarrollado del mundo logró prosperar a través de un gobierno militar. Simplemente no existe. Churchill dijo que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. En suma, la solución a las demandas debe buscarse y encontrarse dentro del sistema democrático.

La democracia está en deuda. Lo dice con mucho dolor quien se confiesa auténticamente democrático. La política no es tampoco una mala palabra. Es la herramienta mas apropiada para garantizar el bien común de la sociedad. Sucede, lamentable y penosamente, que muchos políticos (no todos, Alfonsín es un ejemplo al respecto) no piensan en el bienestar compartido, sino que llegan a la política para apoderarse de bienes que de otra manera no tendrían acceso. La gente advierte perfectamente esta aseveración, políticos que de ninguna manera pueden demostrar la procedencia genuina de sus bienes y que si deberían ganarse la diaria con su esfuerzo personal, muchos de ellos engrosarían la ancha franja del más del 50% de pobres que viven actualmente en este país.

Es muy real, y con profundo dolor hay que admitirlo, los indicadores sociales actuales de la argentina son sustancialmente mas inequitativos y endebles, con respecto a los existentes al momento en que retomamos la democracia. Son casi una afrenta, un verdadero bochorno. La clase política -la casta al decir de Milei- goza de enormes privilegios en perjuicio de una cada vez mayor porción de la sociedad que vive o mal vive por debajo de la línea de pobreza, cuando no lisa y llanamente en la más brutal de las indigencias.

El sistema democrático se sustenta en la alternancia en el poder. Desde la vuelta de la democracia, gobernaron radicales, peronistas, kirchneristas, Macri y ahora Milei. Hasta el momento nada bueno sucedió para el hombre y la mujer de a pie.

Milei es un emergente. El cansancio y hastío del pueblo para con la política y los políticos, es lo que mejor explica como un panelista de televisión (de la que ahora reniega) en la primera elección fue elegido diputado de la nación y dos años mas tarde presidente de los argentinos. Esto resultaba impensado hasta hace poco tiempo atrás.

El voto a Milei no fue únicamente de los sectores mas acaudalados, no alcanza de ninguna manera para ganar una elección presidencial. Convengamos, los ricos son los menos. Milei ganó porque el hartazgo social quiso darle un escarmiento a los políticos, y si todavía mantiene cierto apoyo social, es porque lo anterior fue decididamente muy malo.

Milei es un interrogante todavía. Cuando se apresta a cumplir ya meses de su mandato, sigue generando tantas esperanzas como preguntas. ¿Será realmente el salvador? ¿Las fuerzas del cielo abrán de iluminarlo, para sacar al país de esta postración indignante? ¿Podrá realizar un buen gobierno, mientras se pelea con propios y extraños, esta semana se llevó puesto a su canciller y unió a todos los radicales en su contra, al tratar de golpista nada más ni nada menos que al propio Alfonsín?

El presidente debe saber que llegó a ese sitial por el voto y a través de la democracia. Esta bien que termine con todos los privilegios existentes, pero no puede renegar del respeto por las instituciones y el valor del dialogo para lograr los mejores resultados para el pueblo argentino.

Es típicamente un outsider de la política, como lo son Donald Trump en Estados Unidos, lo fue Bolsonaro en Brasil y también lo es Nayib Bukele en El Salvador. Es la búsqueda de soluciones, dentro del sistema y la política, pero sin los políticos. La respuesta a esta nueva alternativa se esta jugando y los resultados por verse.

Les deseo una muy buena semana.

Lic. José Carlos Odasso

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