En el año I881, animados por el Comisario don Fernando Pearson, cuya esposa había regalado un altar traído desde Buenos Aires con todo lo necesario para la celebración de la Santa Misa, los inmigrantes comenzaron a construir una capilla con palos, paredes de barro, techo de paja y cielorraso de lienzo, de doce metros de largo por seis de ancho y dos habitaciones para que fueran ocupadas por el Capellán, en caso de conseguir que mandaran alguno.
Una vez finalizada la capilla, levantada con tanto esmero en un terreno reservado por el Gobierno, se inauguró, a fines de 1882, con una Misa celebrada por el P. Antonio Rossi, siendo, luego, atendida por los Franciscanos que, de vez en cuando, visitaban la colonia.
Todas las ceremonias que se cumplían en la capillita se hacían con mucha: solemnidad y eran seguidas con gran devoción por todas las familias que, en gran número, se acercaban a ella. Todos los domingos se enseñaba el catecismo a los niños, se rezaba el Santo Rosario y se cantaban Letanías.
El primer Capellán que se estableció en este lugar fue Fray Celso Ghío, franciscano, el 1º de febrero de 1891. Su actividad pastoral fue intensísima, atendiendo a todos quienes se acercaban a él, fundamentalmente a buscar fuerzas para seguir venciendo las adversidades. Con su guía y asesoramiento nació la Sociedad Católica de Socorros Mutuos (hoy Círculo Católico de Obreros), bajo la protección de San José
POR EL PROF. VÍCTOR J. BRAIDOT, EXTRACTO DEL LIBRO “100 AÑOS DE PARROQUIA, SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA DE LAS MERCEDES.