A continuación ofrecemos la parte 3 de la emocionante historia de vida de Eduardo Orlando Pagura, compañero de trabajo de la Municipalidad de Reconquista, oriundo del mismo paraje donde vivió mi mamá, María Petroli, La Esmeralda perteneciente a la Comuna de Los Laureles.
El comienzo del ciclo escolar fue todo un suceso porque los primeros días de clase mi padre me llevaba a la escuela con el camioncito Chevrolet y fue toda una novedad porque por primera vez en esa escuela asistiría un discapacitado que andaba con muletas y aparatos ortopédicos. Bajo la atenta mirada de la directora y maestra, doña Manuela Piugh, todos mis compañeros trataban de entender que pasaba y en lo posible se acercaban para preguntar que me pasaba. Esto fue algo que todos comentaron en sus casas y muchos vecinos se solidarizaban con mis padres y ofrecían la posibilidad de trasladarme, tal es así que mi tio Ángel puso a disposición a Rosa, mi prima, para que me buscara en sulky y me llevara y trajera todos los días ya que ella asistía a dicha escuela. Eso fue otro acontecimiento porque en mi casa mi padre o mi madre me subían al sulky, el tema era quien me bajaba y subía en la escuela. Y allí nuevamente afloró la solidaridad de los compañeros de los últimos grados que me bajaban sin problemas ya que yo no tenía mucho peso y ellos estaban acostumbrados a las tareas del campo y era como levantar una bolsa de algodón.
En el aprendizaje me iba muy bien y llovían las felicitaciones de la maestra, pero a medida que pasaba el tiempo y llegábamos a fin de año era necesario replantearse si podía continuar porque mi prima terminaba ese año sus estudios primarios y había que buscar otro medio de transporte. Es así que charla va, charla viene mi tío Rufino propone hacer una escuela cerca de casa e inmediatamente decide donar una hectárea de tierra para construirla. Y en algo que marcará por siempre mi vida en un gesto de grandeza y generosidad todos los vecinos se ponen mano a la obra para levantar un aula y una habitación para el docente que viniera. Dejando muchas horas de su trabajo en la chacra se pusieron manos a la obra. Recuerdo a nuestros vecinos ayudando en lo que podían, mis tíos Rufino, Ángel, Antonio, Cándido y mi padre coordinaban las tareas y los vecinos, Anacleto Capelletti, Emilio, Ernesto y Celestino Muchiut, Isidoro y Faustino Fontana, Armando Bianchi, Ever Silvestre entre otros fueron dándole forma a la primera escuela de la zona que fue por decisión del Ministerio de Educación designada como Escuela Primaria Bartolomé Mitre, N° 1171 y conocida en lo sucesivo como Escuela Campo Pagura.
Llegaba el mes de marzo, comienzo de clases, y debía llegar el primer maestro. Recuerdo que era un tiempo muy lluvioso y los caminos se cortaban y la única manera de llegar a la Ruta 11 era en sulky. Allí fue don Celestino Muchiut y del colectivo que llegaba a Las Amintas al boliche de don Miguel Muchiut bajó proveniente de Santa Fe un joven maestro que se haría cargo de la Escuela. Éste joven jamás imaginó lo que le tocaría vivir, en el camino a casa de don Celestino había que pasar por lo que se conocía como el bajo de Ardit. Allí el agua acumulada en la calle llegaba al pescante del sulky y en la desesperación el joven empezó a gritar “¡Me ahogo, me ahogo!!” pero don Celestino lo tranquilizaba diciendo que él había pasado por allí hacia un rato y que no pasaba nada. Como solo estaba terminado el salón de clases y un baño en la escuela, el maestro (de quien no recuerdo el nombre) se alojaría en una habitación en la casa de don Celestino que quedaba alrededor de 600 metros de la escuela. Esa semana no hubo clases porque llovió casi toda la semana. El maestro desesperado le pidió a don Celestino que lo llevara hacia la ruta porque abandonaría su misión de educador. Se comunicó la novedad al Ministerio y prometieron que en una semana habría un nuevo docente. Las condiciones climáticas mejoraron notablemente y un domingo pasado el mediodía llegaba el nuevo maestro, lo traía su padre en una camioneta Studebaker, era el primer maestro y director, un joven pintón peinado a la gomina de la ciudad de Rafaela, Alberto Omar Luis Marelli era su nombre.
El primer mes se alojó en lo de don Celestino, pero el joven “galán” las tenía a maltraer a sus hijas Nelli y Marta, así que tuvimos que hospedarlo en mi casa. Alberto ya era uno más de la familia, le gustaba mucho la caza y tenía una puntería impresionante. Un día, recuerdo, dijo que tenía ganas de comer un estofado de pollo de campo. Mi mamá en tono de broma le dijo “y si le pegas y lo matas al pollo batarás que está a más de 100 metros de acá le hago el estofado”, jamás pensó que Alberto en un tiro certero en la cabeza a esa distancia lo mató y ¡no tuvo más remedio que hacer el estofado!!!…. ¡Nunca más le cuestionó la puntería!
Ese año a mi casa llegaría la cigüeña, un acontecimiento que movilizaba a toda la familia, para que nosotros no viéramos el susodicho pájaro nos llevaron a la casa del tío Rufino porque mi hermano debía nacer en la casa. Presurosa y a caballo llegó la comadrona, doña Inés Pagura, la hermana de mi padre que oficiaba de partera.
Cerca del mediodía nacería mi hermano Héctor y como era tradición había que bautizarlo y tal es así que Alberto, el maestro, pasó a ser el Padrino, siendo la madrina Manuela Pagura, mi prima que ayudaba en los quehaceres de la casa mientras mi madre se recompondría del parto.
Continuará