“Cuando éramos niños teníamos toda la libertad que necesitábamos que sólo se interrumpía durante semana santa y las visitas al cementerio”.
“En los días que Jesús estaba clavado en la cruz no podíamos escuchar música y apenas reírnos un poquito a escondidas”.
“Comer carne era un pecado, era riguroso comer bacalao guisado con papas y tan salado que al recordarlo todavía me arde la boca”, dice Nélida Lanteri.
En nuestra niñez mayormente el pescado se consumía a partir de las empanadas de vigilia que empezaban a destacarse en la gastronomía de la zona.
Todo se aclaraba el sábado de gloria cuando Jesús resucitaba, “temprano a la mañana mi madre nos subía a mi hermana y a mí a la terraza para escuchar las campanas del padre Lobato sonando a gloria” dice Nélida Lanteri.
Significaba que Jesús ya había huido de su martirio y quizás, si habíamos sido buenas, lo veríamos convertido en una paloma que volaba desde la torre de la iglesia.
Demás está decir que sin falta veíamos a la avecilla convertida en un puntito negro insignificante.
Siempre me intrigó el hecho que Jesús se escapara de la iglesia cuando allí debían haberlo protegido, o sería que Jesús también, como a mí, lo intimidaba el padre Lovatto?
Los domingos íbamos a misa mi hermana y yo con las mantillas de encaje que siempre perdíamos en el camino y en verano los consabidos puños largos desde la muñeca hasta la terminación de la manga corta.
Allí es cuando temíamos al padre Lovatto que antes de empezar la misa recorría los bancos a grandes zancadas e inquisitivamente buscando a los herejes que mostraran los brazos desnudos. (Hereje: persona que niega algún dogma establecido en la religión).
Y aquí me gustaría explicar lo de los brazos desnudos que más de uno puede llamarle la atención en los días que corren, según cita el historiador Daniel Balmaceda, que cuando Victoria Ocampo manejaba su automóvil con la intrepidez de las mujeres en una época difícil, una matrona de la familia que la vio trepada en su auto como si fuera la escoba de una bruja,
contó horrorizada, “la hemos visto a Victoria manejando de mangas cortas y sin chauffer!”.
“En esa época los brazos desnudos configuraban la expresión singular de un desparpajo sexual exhibicionista”.
“Habrán pasado algunos años pero no para el padre Lovatto que tenía un código de costumbres muy estricto”.
“Era un hombre muy estricto en pequeñas cosas, se demostraba accesible y amplio cuando trataba de entender a los que no coincidían con él en sus ideas religiosas”.
“Estaba el dicho más aburrido que semana santa.
“De esa manera pasaba la celebración de semana santa para los chicos.
“Sin poder escuchar música, sin poder jugar a la pelota, sin poder andar en la calle, era un día en que el parate se sentía, días de recogimiento, viendo como los adultos participaban en las actividades religiosas hacia donde llevaban a sus hijos, iban aunque no quisieran, porque había que obedecer a los padres”.
Vicente me contaba que “en el campo los jueves a la mañana a las 10 se cortaban las actividades en el monte, no se sacaba leña, no se cosechaba algodón hasta el sábado, porque si lo hacían era como si se estuviera tirando el pelo a Dios”.
“Reinaba el silencio, se compraba pescado enlatado para comer que lo conseguían en el pueblo con bastante antelación, luego se lo guardaba para usarlo en semana santa”.
“Si pateas la pelota, es como que lo estuvieras pateando a Jesús”.
En la radio solo se escuchaba música sacra, en todo el ambiente reinaba el parate que indicaba que estábamos en semana santa y nada de lo que hacíamos habitualmente, se podía hacer.
Roberto Fumo señala, “toda actividad era muy restringida, nada que jugar, silbar, silencio hasta el sábado a las 10 de la mañana. Por eso la cuaresma se hacía tan larga. En mi familia contaban mis tías que el viernes santo no les permitían ni mirarse al espejo para peinarse. Los niños debíamos acompañar a los mayores en las celebraciones religiosas”.
Silvia Stechina vivía en la zona rural de Villa Ocampo, “radio con música fúnebre y recuerdo que comíamos sardinas con arroz. Luego íbamos a las celebraciones religiosas en la parroquia del pueblo”.
Mario Chamorro expresa “era muy aburrido, no se veía a nadie por la calle, nada de hacer ruido en la casa”.