Fue el 19 de noviembre del año pasado. En el balotaje de aquel domingo, el candidato de La Libertad Avanza logró imponerse a Sergio Massa por casi 12 puntos de diferencia y con más del 55% de los votos, la diferencia fue poco menos de 3 millones de sufragios en favor de Milei. Una sorpresa absoluta, al menos por la magnitud del resultado.
Enfatizamos y calificamos de histórico aquel resultado, porque un candidato sin prácticamente trayectoria política, con solo dos años como diputado de la nación, sin una fuerza que lo sustente y respalde, le ganó al candidato oficialista, ministro de economía y virtual presidente en los hechos, que dispuso de todos los medios a su alcance (algunos lícitos y otros no tantos) para generar un festival de papelitos de colores (los pesos que se imprimían sin piedad) y sin embargo no le alcanzó.
Ganó Milei, perdió Massa y la política fue la gran derrotada. Sin dudar, fue así y es lo que muchos políticos comienzan a admitir. Milei ganó porque la gente se hartó y su voto fue un claro mensaje de hartazgo.
Su mensaje y propuestas disruptivas, su calificación de “castas” y todo lo que significaba la concentración hegemónica y eterna del poder logró que el electorado lo internalice y en la segunda vuelta se decidiera por buscar una solución alternativa. Sin ser quizás la más feliz de las comparaciones, cuando la gente antes se cansaba de los políticos, apelaba a los cuarteles para que los militares llegaran al poder. Ese no es en absoluto una alternativa valida en los tiempos que corren, entonces sin sacar los pies del sistema, buscó la variante más anti sistema posible y esa opción la supo personalizar a la perfección el actual presidente. Los políticos no se dieron cuenta, o no quisieron hacerlo, y ahora solo les queda el lamento y ver cómo se reinventan.
Casi un año de gestión. Pasaron tantas cosas en este corto periodo de tiempo para el gobierno de un país, pero que acá parece una eternidad. Lo cierto es que, habremos de coincidir y a diferencia de Macri, viene implementando lo que se llama una política de shock y no en forma progresiva o paulatina. Ante la fiesta que se debía pagar, luego de tanto derroche demencial, había dos caminos, ir por partes o ir por todo y Milei se ajustó a esta segunda alternativa. Contrariamente al prometido “Salariazo” de Carlos Menem, este presidente ya dijo en campaña “No hay plata·. Nadie puede salir a decir que no lo dijo.
La muestra del hartazgo social se refleja en que ganó el que dijo “No hay plata” y si hoy, pese a las duras medidas adoptadas, mantiene un 50% de apoyo es porque la gente no quiere volver al pasado. “No estamos bien, pero venimos de estar muy mal”, es lo que responden muchos de quienes sostienen a este gobierno.
La inflación es la madre de las batallas. Milei afirmó en las escalinatas del propio congreso, al asumir la presidencia, “de cara al pueblo y espaldas a la casta” expresó que le dejaban una inflación “plantada” del 17.000 % anual. Mis conocimientos no me permitieron nunca corroborar esos números, pero la realidad se encargó de mostrar que a cada paso había un quiosco que costaba plata al pueblo.
Sin miramientos de ninguna naturaleza fue cortando los “curros” que había por doquier, y también es cierto algunos beneficios que estaban plenamente justificados. No todo lo que brilla es oro, aunque los desatinos eran tantos, que decidió ir por todo.
Logró bajar la inflación, no todavía en los porcentajes de un país normal, de naciones vecinas, pero eran números impensados para los argentinos. Hay que retroceder varios años para encontrar una inflación inferior al 3% mensual y que se proyecta al 20 anual para el próximo año. Comparto el criterio que la inflación es el impuesto más regresivo que se puede llegar a implementar y que pega especialmente en los sectores más desposeídos de la sociedad.
Milei logró también superávit fiscal, algo que no sucedía desde que Néstor Kirchner fue presidente. Parecía un imposible de alcanzar y este gobierno lo consiguió en dos meses de gestión y desde allí hasta este momento. Néstor lo tenia muy claro: con superávit fiscal y comercial “nadie te toca”. Lastima que Cristina no haya sabido escucharlo. La ex presidente daba clases magistrales explicando que el déficit no es causa de inflación. A quien le habrá prestado atención para expresar ese dislate, para un país sin crédito como Argentina?
Con estos indicadores en positivo, la macroeconomía logrará estar en positivo, suben los bonos argentinos y baja el riesgo país. La brecha cambiaria se reduce a niveles pocas veces visto entre el dólar oficial y las otras versiones, incluido el blue. La economía argentina no tiene prácticamente antecedentes, cuando algo sube nunca baja, y ahora pasó con el dólar informal y los precios de muchos productos.
Luces y sombras. El fututo económico inmediato presenta también diversos interrogantes que deberán ser atendidos. Los beneficios de la macro no necesariamente se derraman sobre la micro, de igual manera que los beneficios del mercado tampoco llegan irreversiblemente sobre los sectores sociales menos afortunados.
Milei sabe que debe terminar con el cepo, pero considera que todavía no es el momento. Las reservas están todavía en negativo, entre 4 y 5 mil millones de dólares. Debe saber que el país se está poniendo caro en dólares, se lo reclaman los empresarios y hasta el propio FMI. Cuando ello sucede, la década del 90 fue un espejo en el cual mirarse, destruye la producción nacional y alienta el ingreso indiscriminado de las importaciones.
Los estudios de opinión pública muestran lo que aquí señalamos. La inflación dejó de ser la principal preocupación de los argentinos. Hoy lo es la desocupación y el poder adquisitivo de los ingresos del hogar. El presidente no puede ni debe dormirse en los laureles. Ganó la primera batalla, es cierto, pero para ganar la guerra en materia económica tiene todavía varios desafíos por delante. La pregunta es; ¿podrá? Solo el tiempo podrá responder si este nuevo modelo vino definitivamente para quedarse. ¿Serán las fuerzas del cielo?
Les deseo una feliz semana.
Lic. José Carlos Odasso