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Engañapichanga, por Carlos Fara

Carlos Fara

Bienvenido domingo de sol primaveral! (propicio para la práctica del deporte al aire libre, solía decir José María Muñoz). Aprovechá a comprar cosas de China porque quizá rompemos relaciones, ja! Que tengas una linda semana!

Los vivos miran solo la coyuntura. Los perspicaces miran la estructura de los experimentos. Los primeros dicen “¡mirá cómo zafó!”. Los segundos dicen: “pan para hoy, hambre para mañana”. Hace como un año que este segundo grupo mira las variables macro y se pregunta “¿cuándo llegaremos a 2018?” (por la crisis que obligó a Macri a ir al FMI). A 2018 ya llegamos: el salvataje del Pato Donald lo certifica. “Noooo, esta vez es distinto”. Ya lo analizamos en detalle hace 2 semanas en esta columna, post 7-S: parece que no es muy distinto.

Es mejor llegar al 26-O con la soga de “El Amigo Americano” -antológico film de Win Wenders basado en una novela de Patricia Highsmith- que en bolas y a los gritos. Pero la opinión pública tiene 4 características que importan mucho en este marco:

1) sedimenta lentamente, es decir, va a una velocidad mucho menor a la que pretende la política;
2) no consume / comprende jugadas de cierta complejidad;
3) luego de una decepción, le cuesta mucho volver a creer (y quizá nunca más lo haga); y
4) siempre queda la duda sobre cuánto le impactan hechos / gestos desde el exterior en el medio de una campaña (el dinero americano no se verá hasta después de octubre; además de ser un gran mensaje a los mercados y al sistema político argentino, ¿ayudará a que votantes decepcionados se conmuevan para acudir en ayuda de LLA?).

De modo que la jugada tranquiliza a los mercados, ergo al escenario, pero no arregla los problemas de fondo, además que se siguen sumando indicadores negativos para la micro (récord de mora, se caen créditos hipotecarios, la industria ya tiene su primer dato negativo interanual). Esto significa que vino el plomero, dijo que había que hacer una tarea compleja, y el dueño de casa optó por poner un parche dada la falta de tiempo y de recursos para hacer una reparación definitiva. ¿Les suena que eso haya sucedido alguna vez en la política argentina? Es ridículo pensarlo ahora, pero si la exigencia constitucional del comicio de medio término le pone un revolver en la cabeza a gobiernos de minoría frente a recurrentes crisis económicas, tenemos dos soluciones: cambiamos la Constitución o evitamos de por vida las situaciones terminales (o las dos cosas). Ambas son decisiones muuuuuy difíciles. Entonces, mejor pensemos en las 4 semanas que faltan hasta la elección.

Después de quince días de terror para el oficialismo post comicio bonaerense, ésta última semana fue superavitaria para el gobierno: sacó el conejo de la galera que varios esperábamos hace semanas -porque no le quedaba otra como anticipamos hace más de un mes- ganó la agenda y ahora estamos discutiendo de otra cosa. Por cuánto tiempo, no sabemos, porque seguimos en terapia intensiva, y el cuadro interno tampoco está ordenado.

Los más astutos de LLA empezaron a tomar distancia pública prudente, porque si no, saben que son boleta: si el único candidato -en la práctica- va a ser el Javo, entonces no habrá ningún libertario que pudiese aportar algún valor agregado. ¿Acaso desde la Casa Rosada querrán que alguien gane por las suyas, o “el candidato es el proyecto”? El otro dato muy relevante es que, tres semanas después de Cancha Rayada, queda claro que la que manda sigue siendo Karina, y que el “joven maravilla” está pintado al óleo, haciendo sus aportes comunicacionales, pero con poco margen de maniobra (lo dijimos en marzo: el triángulo había dejado de existir).

Por suerte para LLA, tiene enfrente al kirchnerismo que tampoco se luce por su brillantez. Pese a la lucidez del gobernador keynesiano de ponerse al hombro la campaña para hacer doblete, animando a sus socios, esta semana se delataron dos elementos negativos:

1) la campaña de Recalde en la CABA arenga “Seamos libres de verdad”, desoyendo las recomendaciones del recordado Lakoff: no se debe usar el marco de referencia del adversario para no ayudarlo a instalarlo; todo lo que suene a libertad es de Milei (“no pienses en un elefante!”).
2) Grabois salió a instalar temas urticantes como remover a la Corte, eliminar el Consejo de la Magistratura -eligiendo a los jueces por voto popular, a la mexicana- y reformar la Constitución; suena a movida de Cris a control remoto para radicalizarle la campaña moderada a Axel.

En este escenario todo entró en duda. ¿Puede ganar el oficialismo la elección? Sí, aunque los indicadores contextuales de la opinión pública siguen deteriorándose. Pero si gana, ¿todo se ordenará? Por empezar, hoy resulta raro que LLA alcance el 40 %, un número mágico en la cabeza del amplio círculo rojo. Segundo, imaginemos que llega al “Santo Grial” de los 87 diputados propios para evitar dolores de cabeza: ¿qué garantiza? Sabe Dios, porque con viento a favor se le fueron 8 desde el inicio del mandato. Con los problemas de conducción política que existen, no se debe descartar que se le pierdan más soldados por el camino. ¿Y si la administración libertaria se sigue cayendo? ¿todos serán leales o habrá “borocotazos”?

Esta semana tuvimos una excelente muestra de las limitaciones teóricas del extremismo libertario: existe el libre juego de la oferta y la demanda… dentro de fuertes estructuras de poder. Ejemplo 1: Trump decidió ayudarnos por geopolítica (y negocios), no por racionalidad económica. Dicho sea de paso, a 13 meses de la elección de medio término americana, el viento le juega en contra a los republicanos, pudiendo Donald tener una segunda parte del mandato con necesidad de consumir muchas aspirinas. Ejemplo 2: como la necesidad tiene cara de hereje, el gobierno obtuvo el alud de dólares de las grandes exportadoras de granos, que hicieron un pingüe negocio. O sea, el tamaño sí importa. En la opción de hierro, el presidente optó por dejar de lado la lectura sociológica de la elección bonaerense. Los muchachos productores ya venían de culo y esto no ayuda. Seguramente se agudizará el interrogante sobre para quiénes es este modelo. Es muy difícil gobernar contra los imaginarios sociales. Ya se intentó por izquierda y por derecha, y no resultó. Menos con engañapichangas.

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