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Colgados del travesaño, por Carlos Fara

Carlos Fara

Era difícil imaginar hace 5 meses atrás -cuando Kicillof anunció el desdoblamiento de la elección provincial- que LLA fuera a llegar tan complicada a esta instancia. Llega mal en el frente político -las votaciones en el Congreso y los audios de Spagnuolo, entre muchas otras cosas- en el frente económico -las turbulencias y la desconfianza son más altas- y en el frente de la opinión pública -el desgaste es patente, como lo comentamos en esta columna la semana pasada. Por todo eso, hoy domingo 7 de septiembre, también va a estar complicado en el frente electoral.

Ganar o perder una elección es una circunstancia en la vida política. El punto es por qué se desemboca en una derrota. Los tres factores señalados en el primer párrafo son todos de cosecha libertaria. Por lo tanto, le está costando cada vez más al gobierno culpar al kirchnerismo y que eso tenga impacto positivo, al menos, en su propio público. El “riesgo kuka” ya no prende como argumento ni entre los que los van a votar hoy mismo. Como tampoco compraron “la conspiración internacional” relacionada con el “coimagate” (la ministra debe haber visto la famosa comedia americana de 1966, “Que vienen los rusos”).

Llaman la atención dos características. Una es la desazón que se ha instalado en mucho público propio, particularmente el segmento que votó a Juntos por el Cambio en la primera vuelta de 2023, como lo venimos señalando en este espacio de análisis. La segunda es la velocidad del deterioro. La política contemporánea tiene una dinámica exponencial: nada es moderado, lento, gradual, sino que todo sube o baja de un momento para otro, para lo positivo y lo negativo. Este concepto deriva de la dinámica de las llamadas tecnologías exponenciales, como la inteligencia artificial, la internet de las cosas o el blockchain.

El gobierno imaginaba que iba a poder desarmar la maniobra de Kicillof nacionalizando esta elección provincial, y reeditar su hit “libertad vs. kirchnerismo”. Pues no lo pudo hacer porque se fueron sumando nubarrones que terminaron en una tormenta. La administración de Milei está a la defensiva hace 3 semanas, y sus mecanismos de defensa han sido muy débiles. ¿Por qué un oficialismo que se mostró arrasador, lleno de vitalidad en su primer año de mandato, disruptivo, pasó a ser una gestión lenta, falta de reflejos, que lo único que atina es a jugar al contrataque, como lo hizo el Javo en su discurso de cierre de campaña en Moreno? Perdió épica, no puede fijar un horizonte entusiasmante, y encima tiene que dar explicaciones por las peores razones (menos mal que evitó pegarse un raje a Las Vegas a ver a Fátima).

Ahora depende de que el miedo al kirchnerismo lo ayude y eso motive a ir a votar. Por las dudas, el miércoles lo pidió 7 veces, un número bíblico (¿Kabalá o casualidad?). Su propio público comparte las mismas críticas que le hacen los no oficialistas: que la economía está dura, que la confrontación no ayuda, que le falta sensibilidad. Consejo casi unánime: que baje tres cambios. Es decir, el miedo al regreso del pasado es un motor más fuerte que la fe libertaria.

Se va quedando sin apoyos conceptuales. Hace mucho que repudió al “mejor ministro de economía de la historia” -Cavallo- y ahora el mentor del ancla nominal -Ricardo Arriazu- dice que estábamos mejor con el crawling peg que con el sistema de bandas. Los bancos están que arden. La industria cuenta los centavos. La calle no la ve. ¿Será por eso que se están produciendo intensos contactos entre lo más encumbrado del poder económico argentino y los gobernadores dialoguistas? ¿están preocupados por la post elección? ¿qué escenario político están imaginando? ¿querrán Milei al gobierno, Francos al poder, un cambio de conducción de hecho? Qué momento amigos!

Aunque la pasada elección correntina no representa ningún indicador nacional, ni siquiera provincial para octubre, trae a colación tres cuestiones. La primera es que, en un distrito donde el empleo público es central en la economía local, que se hubiese aplicado la motosierra generó temores enormes: la gestión nacional hace varios meses que luce ahí mucho más desaprobada que aprobada. La segunda cuestión tiene que ver con la estrategia de inserción territorial. El candidato libertario Almirón no obtuvo un buen resultado, pero ahora hay tropa en el terreno identificada con la causa para dar pelea en octubre. Ninguna estrategia es perfecta, todas tienen algún costo. Pues ¿se puede ser un proyecto nacional dependiendo de un ejército ajeno? Maquiavelo no lo hubiese aconsejado. La tercera es que la marca LLA no alcanza por sí sola, si no está Milei traccionando. Fue la primera elección de gobernador de esta era y está claro que no está habiendo una ola mileísta. Distinto fue el ´91 durante el menemismo que entronizó a Reutemann, Palito o Escobar.

Mientras los economistas siguen revisando a la baja sus proyecciones de crecimiento del PBI, ubicándolas más cerca del 4 %, y el índice Construya de agosto bajo casi 9 % comparado con julio, la crañoteca libertaria se decidió por un clásico argentino: intervenir en el mercado de cambios para que no haya impacto inflacionario. Como Macri, como Axel, como Massa, como… ya sabemos. Hace exactamente 25 años atrás, el vértice del establishment local dio por muerta la convertibilidad más de un año antes de que se produjera el 19 y 20 de diciembre de 2021, después de haberla usufructuado durante 9 años. El famoso “blindaje” no surtió efecto. Claro, no era una época de redes sociales. Hoy todo va a otra velocidad, en un mundo endemoniado.

Los Milei no son los Kennedy. Los americanos venían de una familia de élite y 100 % ligada al poder por el padre de los chicos. Digamos que eran la casta. Los hermanos locales vienen de una familia de clase media y llegaron jactándose de no formar parte del statu quo preexistente. Cuando la imaginación argumentativa es extrema, se vuelve risible y se pierde credibilidad. Recuperarla luego es de las cosas más complicadas en política.

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