Este lunes no fue un día cualquiera para Graciela Gómez. Sus mates dulces se volvieron amargos cuando descubrió que su hijo había robado. La incertidumbre se apoderó de ella, pero no dudó y lo denunció.
Graciela había terminado sus mates vespertinos y se fue al campo. Cuando volvió, inspeccionó su casa, que esté todo en orden. No hay nada que le guste más que las cosas funcionen como ella quiere y le gusta. “Mi hijo y mi nuera -duda de esta familiaridad- habían salido en bicicleta y yo revisé mi casa. Estaba atada la puerta de su habitación, me pareció sospechoso. Espié por la ventana…”
Graciela alega que su hijo sabe de esta manía suya por la disciplina, así que no lo habrá sorprendido ni el descubrimiento ni la denuncia. También explica que la relación de Luis con Nadia, su novia, no es algo que la tenga muy contenta. “Yo los mantengo”, sintetiza.
Sigue el relato de la protagonista: “Llamo a mi hija para que vea lo que había en la pieza. Ya empecé a temblar porque soy nerviosa. Gabriela, la mayor, me dice que es una moto. Entra la más chica y grita ¡esa es la moto! Abrí la puerta y salí corriendo a la comisaría.” En el camino casi atropellan a alguien porque tanto la chofer de la moto, como ella estaban muy nerviosas, se excusa la señora Gómez.
La situación de Luis la preocupa. Tiene 22 años, no tiene trabajo y ella le da de comer. Como si esto fuera poco, su novia -una relación algo intermitente- tiene hijos, a los que también los alimenta. ¡Graciela es ejemplar! A pesar de ello, nunca lo vio consumir sustancias ilegales, lo que la tranquiliza.
Cuenta su historia de vida: tuvo 9 hijos, a todos los mantuvo a fuerza de trabajo, porque la relación con su marido no fue la mejor. Vende tortas asadas para cubrir las necesidades. Nunca había tenido problemas con ninguno, una vez que uno equivocó su camino, conoció las consecuencias maternales. “Si uno apaña a los hijos, después esconden un auto o un camión en la casa”, subraya.
“No fui a la escuela, todo lo aprendí en la calle”, dice. Para ella son fundamentales los valores y la buena reputación. El trabajo es lo más importante; vendía verduras a pesar del tiempo y de las circunstancias, llueva o salga el sol, haga calor o frío. En la actualidad, tiene un pequeño almacén; sus hijos, emparchan motos y trabajan en ladrillerías. Mientras sea trabajo honesto…
En cuanto a los chicos, estuvieron unas horas detenidos, pero ya fueron liberados porque no tienen antecedentes. Intentaron volver al hogar, pero los echó. Ahora no sabe dónde están, seguramente en la casa de algún hermano, piensa Graciela. “No me arrepiento de lo que hice, no me pueden cruzar porque todavía no estoy muerta”, cierra.
Escuchá acá la entrevista a Graciela Gomez:
