Ángel David Comizzo no necesita presentación en Reconquista. Surgido de las canchas de nuestra ciudad, figura en tres países, campeón con River Plate en tres etapas distintas y primer reconquistense en integrar un plantel de una Copa del Mundo, el “Flaco” es una de las grandes leyendas deportivas de la ciudad. A los 63 años, con una vida entera atravesada por el fútbol, repasó su historia, sus convicciones y los sueños que aún mantiene intactos.
“Fui futbolista desde la panza de mi mamá”, dice Comizzo con naturalidad. Sus primeros recuerdos están ligados a las canchitas del barrio, al baby fútbol de la parroquia y a Racing de Reconquista, en una época en la que el estadio explotaba de gente y los torneos regionales eran verdaderos acontecimientos para la ciudad. Desde allí, el salto al profesionalismo fue el siguiente paso: Talleres de Córdoba marcó su debut en Primera División en 1982 y el inicio de una carrera que luego lo llevaría a la cima.
Soñar para llegar
Comizzo está convencido de que los sueños son el punto de partida de todo. En su relato aparece una y otra vez la radio, ese objeto mágico que lo transportaba a los estadios cuando todavía no había televisión ni redes sociales. Escuchando a los relatores, imaginaba atajadas imposibles, copiaba a sus ídolos —Gatti, Fillol— y se prometía a sí mismo que algún día jugaría en Primera.
Ese día llegó, y también llegaron otros más grandes: River Plate, los títulos, el reconocimiento y la Selección Argentina. Italia 90 lo encontró cumpliendo otro sueño que parecía lejano para aquel chico que escuchaba partidos a escondidas. “Fui capaz de soñarlo, y por eso se hizo realidad”, resume.
River, una forma de entender el fútbol
Hablar de Comizzo es hablar de River. Defendió el arco millonario durante años y su nombre quedó inscripto entre los grandes arqueros de la historia del club, junto a Fillol, Carrizo y Armani. Para él, River no es solo una camiseta: es una cultura. “El jugador que llega tiene que entender qué camiseta defiende y qué fútbol representa. River cuida a sus ídolos, forma entrenadores, transmite valores”, explica.
Aunque hace años que no pisa el Monumental, mantiene una relación respetuosa con el club y con sus dirigentes. No guarda rencor, pero tampoco nostalgia vacía. Prefiere quedarse con lo vivido y con el respeto mutuo que siempre existió.
Rebeldía, carácter y folklore
Comizzo nunca fue un jugador silencioso. Se define como un “rebelde frente a las injusticias”, y reconoce que ese carácter le trajo consecuencias, pero también lo sostuvo. El rendimiento, la disciplina y la convicción fueron, según él, las claves para mantenerse tantos años en la élite.
Entre los recuerdos imborrables aparece el Superclásico, el folklore del fútbol argentino y aquella escena inolvidable en La Bombonera, con la radio en la mano. Nada fue planeado: fue espontáneo, como muchas de las frases que quedaron para siempre en la memoria popular. Boca, para Comizzo, es el rival eterno, el otro grande necesario. Respeto, competencia y una rivalidad que engrandece al fútbol.
Lo que queda por cumplir
A pesar de todo lo logrado, Comizzo no siente que su historia esté cerrada. Hay un sueño que todavía lo acompaña: dirigir a River Plate. “No cierro esa puerta”, dice. Se siente maduro, preparado y con experiencia suficiente. “Con seis meses y un campeonato en River, sería el tipo más feliz del mundo”.
Si algún día ese sueño se concreta o no, el legado ya está escrito. Tal vez el título de ese libro imaginario lo resuma todo: “El Ángel del Arco”, con una tapa dedicada a los sueños. Porque, al final, eso es lo que define a Ángel David Comizzo: un hombre que nunca dejó de soñar y que convirtió esos sueños en una historia que ya es parte del patrimonio de la ciudad.
MIRÁ ACÁ LA ENTREVISTA COMPLETA:
