Daniel es de esos ejemplos de vida que dibujan una sonrisa y se convierten en referentes de tantos otros. En Reconquista se lo conoce por trabajar en el cementerio municipal de “trapito”, pues acomoda autos y estaciona motos. Es una persona muy respetada y conocida. Alega que la gente lo cuida, le da plata por su trabajo y con eso se mantiene.
Su historia tuvo recaídas. Hace 27 años, sumido en el alcohol y la mala junta, abandonó su familia: su esposa, un hijo de dos años y una beba de 8 meses. Se acuerda del mayor, que se llama Ángel -hoy de 29 años- y le comentaron que ya ha formado una familia. No los volvió a ver, quizá por vergüenza. Los tuvo cerca, pero evitó el reencuentro porque aún el alcohol se le adueñaba. Ahora, con una vida mejor, lejos de las adicciones, anhela esa reunión.
Danielito cuenta que su salvación fueron su hermano, su cuñada y la iglesia. La recuperación comienza cuando una amiga lo vio en la terminal, perdido y enfermo. Sin que sepa, habló con la familia y lo buscaron inmediatamente. “Gracias a mi hermano me salvé. Estaba mal, en la terminal. Mi hermano y mi cuñada fueron a buscarme, me llevaron a casa. No los conocí a ellos, estaba perdido. Me cambiaron, nací de vuelta…”, expresa.
Pero esto solo fue el comienzo de la historia. Sigue. “Me quedé, estuve como una semana sin caminar, gateaba. Mi cuñada casi me daba la comida en la boca, me picaban chiquito la carne; yo lloraba porque me dolía mucho”, cuenta.
El cuerpo le estaba reclamando tantos años de alcohol etílico mezclado con agua y toda clase de bebidas. Lo apañaban otros amigos en su misma situación, unos que ya fallecieron, otros que se recuperaron, algunos más que siguen en la misma. “Dejé el alcohol y eso que tengo amigos que toman, eh. No quiero tomar más. Hoy voy a la iglesia. Salí porque la gente de acá me quería y me hablaba. Me decían que alcohol me hacía mal”, esperanza el protagonista de la historia.
Y aquí es cuando aparece la iglesia, su motor y su apoyo. La cuñada lo invitó una vez. Fue. Lo escuchó al pastor y se hipnotizó. Decidió volver; le prometió a su familia que, si lo acompañaban, él dejaría el alcohol…
Al parece la promesa funcionó: ¡hace 4 años y 3 meses no consume alcohol!
Insiste y sueña con reencontrarse con los suyos. Les quiere contar a sus hijos su dura historia de vida. “Me gustaría hablar con mis hijos, contarles mi historia, por qué los dejé, y cómo salí”, finaliza Daniel.