Hacía ya tiempo que los miembros de la Comisión de la Iglesia estaban recibiendo las sugerencias de los feligreses y ellos mismos se encontraban preocupados por conseguir que la Viceparroquia fuera elevada a la categoría de Parroquia por lo que trabajaron con ahínco en la conformación del Fondo Parroquial que era uno de los requisitos para lograrlo.
Ya todo dispuesto, el 2 de junio de 1911, enviaron una nota a Mons. Juan Agustín Boneo expresando que estaba “deseosos de que esta Viceparroquia sea cuanto antes, si S.S IIIma. lo juzgue oportuno, elevada al título de Parroquia, ponemos a conocimiento de esa V.C que esta sana animación existe en todos demostrándolo la cooperación unánime en formar el capital para el Fondo Parroquial que, mediante el celo de nuestro querido Vicepárroco, alcanza presentemente a la suma de diez mil pesos”.
“El referido capital, esta comisión lo pone a disposición de Su S.IIIma., remitiéndolo cuando lo desee”.
“Esperamos que el espíritu católico de esta Colonia, siempre obediente y sumisa a las respectivas autoridades eclesiásticas, figure entre las primeras poblaciones de esta Diócesis, como lo desea nuestro Amadísimo Pastor, a quien reverentes besamos el sagrado anillo e imploramos su pastoral bendición”.
En otra nota posterior, se asegura también al Obispado de Santa Fe, poder reunir otro monto de dinero que podría llegar a ser similar al ya ofrecido y que “pueda ser invertido en alguna comprar de inmueble si se presenta la ocasión conveniente”.
Poco tiempo después, efectuadas ya todas las consultas y gestiones pertinentes por parte del Obispado de Santa Fe, Mons. Juan Agustín Boneo dio a conocer la declaración, con fecha 13 de septiembre de 1911, con la cual elevaba a la Viceparroquia de Avellaneda a la categoría de Parroquia, nombrando como primer Párroco al Pbro. Juan Gallo.
Esta determinación produjo en Avellaneda un impacto notable. Un artículo periodístico de la época expresaba lo siguiente: “Puede decirse que toda Avellaneda, en masa, al conocer la gran noticia, vistió sus mejores galas e hizo al digno sacerdote agraciado, una delirante manifestación de aprecio que llegó a adquirir caracteres de tal magnitud como no se recuerdan haber visto jamás en este pueblo de profundas creencias religiosas”.
POR EL PROF. VÍCTOR J. BRAIDOT, EXTRACTO DEL LIBRO “100 AÑOS DE PARROQUIA, SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA DE LAS MERCEDES”.