Por primera vez en la historia, el mundo tiene más chicos con sobrepeso que desnutridos. La noticia la dio UNICEF y sacudió a gobiernos, especialistas y familias: el viejo problema de la desnutrición por falta de comida se está transformando en otro igual de complejo, la malnutrición por exceso.
En Argentina esta transición se siente con fuerza. Según la última Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (2019), el 41% de los niños y adolescentes entre 5 y 17 años tiene sobrepeso u obesidad. Los casos de bajo peso son minoritarios, apenas el 1,4%. Esto significa que hoy el mayor riesgo ya no es no comer, sino comer mal.
La obesidad es considerada por los expertos como la forma más frecuente de malnutrición en el siglo XXI. ¿Cómo se explica que un chico con exceso de peso pueda estar malnutrido? Porque lo que sobra son calorías, pero lo que falta son nutrientes: hierro, vitaminas, fibra, proteínas de calidad.
Este cambio está ligado a la disponibilidad de productos ultraprocesados, mucho más baratos por caloria y fáciles de conseguir que frutas, verduras, legumbres o pescado. El problema es que estos productos aportan energía rápida pero de baja calidad, y terminan afectando la salud desde la infancia.
El resultado se traduce en una menor capacidad cognitiva y más enfermedades crónicas: diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares y hasta ciertos tipos de cáncer.
Ante este panorama, Argentina sancionó en 2021 la Ley N° 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, más conocida como Ley de etiquetado frontal, que establece que en los envases se advierta a través de octógonos negros el exceso de nutrientes críticos. Pero la norma va más allá. También busca que las escuelas ofrezcan entornos alimentarios más sanos: limitar la publicidad de productos poco nutritivos, mejorar las ofertas en cantinas y comedores, y educar en hábitos de vida saludables.
En la provincia de Santa Fe, el programa Entornos Escolares Saludables busca acompañar esa implementación. Sin embargo, los avances no son lineales.
Relevamientos locales muestran que todavía hay escuelas que ofrecen productos comestibles de mala calidad nutricional a los niños. También se detecta poco conocimiento de la ley, resistencia de las instituciones y dificultades para aplicar cambios debido a la escasez de recursos.
El desafío, es que la ley no quede solo en los papeles.
¿Cuánto cuesta comer saludable en Reconquista y Avellaneda?
A la hora de pensar en una alimentación saludable, el bolsillo aparece como una variable de peso. Un relevamiento de precios en comercios de Reconquista y Avellaneda calculó cuánto gasta por semana una familia tipo —dos adultos y dos niños en edad escolar— si quiere seguir un patrón de alimentación mediterráneo, considerado por los expertos uno de los más saludables: alto en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas de calidad.
El resultado es contundente, alrededor de $150.000 por semana, lo que equivale a unos $600.000 por mes solo en comida, vs. $565.000 de la canasta básica local.
Cómo se distribuye el gasto
- Proteínas animales y lácteos: más de $60.000, casi el 40% del total.
- Proteínas vegetales: algo más de $20.000
- Frutas y verduras: cerca de $49.000.
- Cereales, tubérculos y harinas: alrededor de $7.400, el rubro más económico.
- Aceite de oliva, condimentos y básicos de despensa: más de $13.000.
Es decir, los alimentos más nutritivos y recomendados son también los más caros. En cambio, las harinas, arroz y papas —más accesibles— aportan energía barata pero no alcanzan para cubrir todas las necesidades nutricionales.
Este contraste ayuda a entender por qué, en un mismo país conviven chicos con sobrepeso y familias que no llegan a cubrir una dieta adecuada. Los ultraprocesados son en apariencia más baratos, rendidores y están disponibles en cualquier kiosco, mientras que los alimentos frescos se ven afectados por la estacionalidad y variaciones constantes de precios.
Para muchas familias, la ecuación es simple: llenar la panza con lo que alcanza. Pero esa elección forzada termina generando sobrepeso, déficit de nutrientes y desigualdad.
El futuro de la salud de los chicos argentinos depende de que la alimentación saludable no sea un lujo. El dato de UNICEF marca un antes y un después: ya no alcanza con evitar la desnutrición. El gran desafío es garantizar que todos los niños y adolescentes crezcan con comida suficiente, nutritiva y accesible.
Porque, en definitiva, alimentarse adecuadamente es un derecho, no un privilegio.
Por: Lic. Patricia Olguin