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El crecimiento de una pasión: Aldo Sotelo nos habla sobre la nueva obra “Adelante, más de un siglo de historia”

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Finalmente el miércoles 15 presentamos el libro, “Adelante, más de un siglo de historia”, en las instalaciones de la institución, frente al salón de socios.
Allí estuvimos con el presidente Carlos Comizzo y con el exfutbolista multicampeón con Adelante en la década del 60, Roberto Fumo.
Un trabajo largo y extenso, que quedó muy bien y se los recomiendo para leer y disfrutar.
Revisando un poco sus páginas y mirando algunas fotos, me pongo a hacer memoria y me encuentro con cuatro exfutbolistas de Adelante, dos que han partido hace mucho tiempo, mientras dos de ellos aún viven y que eran mis vecinos en barrio Moreno, cuando yo era un niño que asistía a la escuela primaria.
Al lado de mi casa, bien pegado al norte yendo hacia la cancha de Atlético y Tiro hoy, estaba “Peleco” Aquino, yo era amigo de sus hijos más grandes, especialmente del “Chino”, asistíamos a la misma escuela y jugábamos en los campeonatos “Evita”.
Pedro Luciano Aquino, cuenta mucha gente que lo vio jugar, fue un gran mediocampista y delantero de Adelante, capitán no sólo de este equipo sino también del seleccionado de la Liga Reconquistense.
En una oportunidad en que el combinado liguista perdía 3 a 0 y empató 3 a 3 con tres goles de “Peleco”, Roberto Fumo dice que fue bautizado como el “motorcito rojo”.
Había nacido el 1° de agosto de 1936, primero firmó en Talleres el 28 de mayo de 1954 para jugar el torneo de ascenso y luego pasa al club Adelante con quién firma en primera instancia el 14 de julio de 1957, luego renueva en 1960.
“Peleco” muere muy joven, en el mes de octubre de 1973, en Reconquista lo recuerdan además por haber sido obrero en Friar y uno de los fundadores del Sindicato de la Carne.
Juan Kapica vivía en diagonal a mi casa, en aquella época era la calle 7 hoy el pasaje 40-42, estaba casado con Delfina Debárbora y tenían un hijo, Juan Carlos.
Él era empleado de Friar, ella enfermera en el Hospital Reconquista, y firma para Adelante proveniente de Matienzo de Goya el 14 de mayo de 1960.
Había nacido el 26 de enero de 1937 en Valentín Alsina, en la provincia de Buenos Aires, sus padres murieron (primero su mamá y luego su papá) y quedó solo con apenas 16 años, consiguió trabajo en un frigorífico mientras jugaba en las divisiones inferiores de Racing Club de Avellaneda, con alguno de los futbolistas que luego serían campeones mundiales en 1967.
Juan tenía un padrino en Reconquista de apellido Samuia y en un momento se instala a vivir acá, luego de pasar por Goya, juega algunos partidos para Platense pero luego se convierte en jugador de Adelante.
Empieza trabajando en Obras Sanitarias de la Nación para luego ingresar a trabajar en la empresa Friar.
Hacia el año 1975 acceden a una vivienda propia en barrio Moreno, un plan de la empresa Friar para sus obreros que se concreta a través del Banco Hipotecario Nacional.
Una vez jubilado, por pedido de la empresa siguió trabajando y falleció de cáncer el 7 de abril de 1994.
El tercero era “Cupo” Ortiz, quien firma el 28 de junio de 1964, alquilaba en la casa de Antonio Soto, pegado a Kapica, un albañil que construyó varias propiedades que puso en alquiler.
Yo no me acordaba, pero fue así, en estos días me lo recordaba cuando nos encontramos frente al edificio municipal y nos pusimos a hablar de algunos futbolistas de esa época para contactarme con sus familiares.
El cuarto, Juan Carlos Zabala, nacido el 19/8/50 y firma para Adelante el 31 de agosto de 1965.
Calín vivía con familiares sobre calle pública 44, la última calle de Barrio Moreno hacia el oeste, todas esas familias fueron desalojadas durante el gobierno de Omar Dacci desde 1978 en adelante, no quedó ninguno en el lugar.
Debutó ante Platense en primera división cuando Omar Fabrissin era el técnico y tuvo una destacada actuación en el campeonato que Adelante le gana en una definición de tres partidos, a Racing en el año 1972.
En este último encuentro convierte un gol, el segundo, luego Mario Nicle en tiempo complementario ambos, para sellar el 3 a 1 definitivo.
Jugaba de wing derecho o de volante por derecha, el clásico número “8” de esos años, y cuando estaba iluminado, hacía estragos en cualquier defensa.
“Cupo” Ortiz era muy buen marcador y además se proyectaba al ataque, siempre salía jugando, no rifaba ninguna pelota.
Nosotros éramos muy chicos en esos años y teníamos la costumbre, pienso influenciado por saber que ellos jugaban en la primera de Adelante, de seguir su campaña. Todavía Talleres no estaba en Barrio Moreno. Solíamos mirar los partidos desde la losa donde están depositados los fallecidos en el cementerio municipal.
Ahí teníamos una platea muy cómoda para ver los partidos desde lo alto, hasta que llegaba algún sereno que nos veía y nos hacía bajar del lugar, “es peligroso, se van a caer”, era el justificativo para sacarnos.
En esos años ser un futbolista destacado en Reconquista, abría la puerta para conseguir un empleo estable, situación que sabían aprovechar algunos de los futbolistas de aquella época.

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